Jacquelin Ramos y Javier Vieyra

La Semana Santa en México conjunta algunas de las fechas más solemnes y tradicionales dentro de las costumbres de nuestro país. Aunque de alguna manera se han desacralizado y adaptado a la modernidad diversas prácticas que solían realizarse devotamente en este lapso, un sinnúmero de sus elementos han prevalecido sea en el recuerdo o como un entrañable reflejo de nuestra riqueza cultural, independientemente del dogma católico. En el Museo del Carmen, dentro de una de las zonas más bellas de la Ciudad de México, San Ángel, año con año se preserva la hermosa y antigua usanza del Altar de Dolores; una impresionante representación en que se conjuga el simbolismo de los íconos, el misticismo, la religiosidad y la historia no solo de este peculiar lugar sino de la visión y la filosofía del mexicano alrededor de la pasión y muerte de Cristo; todo ello, a través de los ojos de la Virgen de los Dolores, a quien está dedicada esta ofrenda como un singular gesto de compensación  para la madre que ha visto morir a su hijo.

Expresión de consuelo

Este generoso y dulce ofrecimiento, explica en entrevista exclusiva el director del Museo del Carmen, Alfredo Marín, tiene su origen en el culto a la Virgen de los Dolores, también llamada popularmente “La Dolorosa”, que en aras de la evangelización llegó al territorio de la Nueva España de la mano de los frailes franciscanos. Sin embargo, documentalmente, es en el siglo XVII cuando pueden corroborarse de manera plena, mediante crónicas y archivos, los inicios de la tradición del Altar de Dolores en diferentes templos y conventos, para posteriormente arraigarse de una manera muy especial en San Ángel.

“Al principio, la costumbre del Altar estaba reservada a los espacios religiosos, pero paulatinamente fue permeando en las prácticas de los feligreses al grado de que en las fechas de Semana Santa, cada familia  también colocaba su altar en el hogar.  En San Ángel, que era un pueblo donde la gente venía a protegerse del calor en el centro de la ciudad, las grandes casonas en los siglos XVII y XVIII ya acostumbraban tener el propio; para el siglo XIX se había vuelto toda una tradición”.

El Altar de Dolores, asevera el especialista, representa una  expresión de consuelo a las penas y angustias que sufrirá la Virgen María a la muerte de su Hijo en la cruz, por lo que, siguiendo el protocolo religioso, era abierto el Viernes de Dolores y permanece así hasta una semana después del fatídico día. Originalmente, se conformaba montando plataformas que se coronaban con la imagen de la Virgen María, sea en su advocación de los Dolores o de la Soledad, para después rodearla de flores; rigurosamente todos elementos se presentaban en colores fúnebres como blanco, negro y morado.

Preservando estos ámbitos esenciales, desde hace ya varios años, el Museo del Carmen se ha dado a la tarea de perpetuar esta tradición de la manera más majestuosa, integrando en el Altar la mayor cantidad de componentes simbólicos con que se ha erigido al transcurrir de las épocas. Para lograr el cometido, dice con emoción Marín, un equipo de aproximadamente 200 personas trabaja en su realización, nunca reparando en esfuerzos por presentar al público una experiencia única.

“Orgullosamente, la imagen protagonista de la Virgen María en nuestro Altar siempre es una selecta pieza de arte. Existen extraordinarias joyas pertenecientes al periodo virreinal, por ejemplo, de pintores como Cristóbal de Villalpando del que conservamos un extraordinario acervo. Adicionalmente, los adornos que rodean a la madre de Cristo son verdaderos tesoros, pues las figuras de vidrio, que representan las lagrimas de la Virgen, son un trabajo casi inédito hecho por artesanos mexicanos. Los borreguitos de barro son cada año más difíciles de encontrar, también .”

Pero, además de los componentes que se mencionan, otros elementos acompañarán a María intentando atenuar su sufrimiento, tal es el caso de la gran cantidad de velas y lámparas de aceite que se colocan en el Altar; también se apostan naranjas, limones o toronjas, que representan la amargura de María; no se dejan de lado las flores que comúnmente son nardos y azucenas, ni otros contenedores de vidrio con agua que tienen la principal función de generar un fascinante espectáculo de luces sobre la Virgen.

De manera simultánea al Altar de Dolores, el especialista en conservación comentó que los visitantes podrán disfrutar de una pequeña exposición adjunta que pretende dar más luz alrededor de la iconografía de la Virgen de los Dolores; para ello, se han reunido excelentes piezas facilitadas por Diego Monroy y algunas colecciones privadas. Refiriéndose a este aspecto, Marín enfatiza que es no poca la importancia que, iconográficamente, tienen los detalles que han hecho de la Virgen de los Dolores una de las presentaciones más hermosas de María.

Portentoso repertorio

“A la Virgen de los Dolores siempre la podremos ver vestida de negro, azul o morado, con un semblante siempre precioso que, curiosamente, a la par de transmitirnos su profunda pena, también nos da una sensación de ternura. Y, de manera muy representativa, la mayoría de las veces veremos, sea en pintura o escultura, que su corazón está atravesado por uno o siete puñales, símbolos de sus siete tormentos a lo largo de la vida de Jesús”.

Para quien dirige este maravilloso espacio que fuera un convento carmelita del siglo XVII, la tradición del Altar de Dolores se ha desdibujado en los últimos años a diferencia de otras costumbres, como las Ofrendas de Muertos. Invitando a todas las personas interesadas a deslumbrarse con el Altar de Dolores que no se irá de su sitio hasta el próximo 8 de abril, el director del Museo agregó que con ayuda de  instancias como la Junta de Colonos de San Ángel, este espacio que en su recorrido permanente cuenta con un portentoso  repertorio artístico y una asombrosa muestra de momias en sus cimientos, no solamente ha podido seguir con la tradición del Altar de Dolores, sino también le ha sido posible colaborar en el rescate de otras inestimables costumbres como las procesiones de la Virgen del Carmen o los festejos de la Feria de las Flores.

“Independientemente de su esencia católica, en estas espléndidas  prácticas , como el Altar de Dolores en la Semana Santa, se encuentran únicos y apasionantes elementos patrimoniales, históricos y culturales que nos dan identidad como mexicanos. Debemos rescatarlos; hoy más que nunca nuestra identidad es importante. Queremos que el Altar de Dolores vuelva estar en cada casa, tal vez no físicamente, pero si en la memoria, el reconocimiento y la valoración de quien lo conoce”.

Elementos característicos del Altar de Dolores

   Los puñales clavados en el corazón representan los siete dolores de María

  1. La profecía de Simeón.
  2. La huida a Egipto.
  3. El niño perdido en el templo.
  4. María se encuentra a Jesús rumbo al Calvario.
  5. Jesús muere en la cruz.
  6. María recibe el cuerpo de Jesús al bajarlo de la cruz.
  7. Jesús colocado en el sepulcro.

 – Las aguas teñidas con anilinas simbolizan las lágrimas derramadas por María y cada uno de los colores tienen un significado propio

  1. Rojo: la sangre derramada durante la pasión de Cristo.
  2. Verde: la esperanza de la resurrección.
  3. Púrpura: la cuaresma y penitencia.
  4. Café: el vinagre que le dieron de beber a Cristo en la cruz.

 – Por la gran cantidad de velas, los altares eran llamados “incendios”, y son finamente hechas en cera

 – Las gotas de cristal representan las lágrimas que derramó la virgen María

 Los germinados en piezas de barro representan la eucaristía y la renovación de la fe

 Los banderines clavados en naranjas agrias, toronjas o limones evocan el triunfo de la resurrección sobre la amargura de la Virgen

 El objetivo principal de las esferas de vidrio azogado es reflejar la luz de las velas, candelas y faroles