Sin duda, una de las pensadoras contemporáneas más lúcidas del mundo árabe, es la escritora Fatema Mernissi (Fez, 1940 – Rabat, 2013; Marruecos), quien junto con el escritor Amin Maalouf, son un puente entre el Islam y Occidente. Frente a los que ven en el Islam, una fuente inagotable de violencia, de sumos retrasos históricos, y de una amenaza de la que debemos protegernos, Mernissi escribió a lo largo de más de cuatro décadas importantes libros sobre el tema: Un libro para la paz, Miedo a la modernidad: Islam y democracia, El harén en Occidente, El harén político: el profeta y las mujeres, Marruecos a través de sus mujeres, Las sultanas olvidadas y la excelente narración Sueños en el umbral. Memorias de una niña del harén, volumen de fábulas y de historial vividas realmente, cuyo tema colateral es un puente tendido entre dos culturas: la europea y la magrebí.

Publicó su primer libro Sexo, ideología e Islam en 1975. En 1987 se edita el ensayo El harén político: el profeta y las mujeres, donde explicó cómo Mahoma se esforzó en ayudar a las mujeres y cómo fueron manipuladas sus palabras a lo largo de la historia. En Sueños en el umbral: Memorias de una niña del harén, que la autora llamaba “una falsa autobiografía”, escribe: “Nací en 1940 en un harén de Fez, ciudad marroquí del siglo IX, cinco mil kilómetros al oeste de La Meca y mil kilómetros al sur de Madrid, una de las peligrosas capitales de los cristianos. Mi padre decía que con los cristianos, al igual que con las mujeres, los problemas empiezan cuando no se respeta la frontera sagrada o hudud. Yo nací en pleno caos, porque ni los cristianos ni las mujeres respetaban las fronteras”.

Esta mágica recreación de un mundo extinguido, en el que una niña se ve obligada a navegar entre fronteras para salvaguardar su futura integridad de mujer Independientemente de su significado sociológico, desde occidente, “el harén” ha sido contemplado con gran fascinación: es la expresión de libertad sexual sin ningún tipo de restricción. ¡Pero cuidado! Esta idea es una invención, una creación del hombre blanco. Y esto es así porque el harén es como una caja o baúl cerrado, impenetrable e infranqueable. Pocos europeos pudieron acceder a él. ¡Cuanto más prohibido, más se irrita la imaginación! Realidad soñada, más que vivida, interesa señalar que el harén es como una esponja o agujero negro: absorbe imágenes y contenidos porque es el resultado de una proyección. Y quizá, nos lleva a la conclusión de pensar que el harén es una recreación del deseo masculino occidental.

Pero es importante decir que nuestras instituciones culturales responden a una mala conciencia. Mal síntoma, esa culpabilidad, para un diálogo creativo masculino-femenino, para situarse entre la tensión que existe entre ambos. Mal síntoma para reescribir el imaginario del deseo al margen de los tópicos y lugares comunes. Simplemente, unos estereotipos son substituidos por otros. Como explica Fatema Mernissi, el harén respondía al miedo masculino frente al deseo femenino y apuntaba que el protagonista de la exposición no era otro que el miedo. Yo diría que se trata del miedo de unos y unas frente al otro. En ese sentido, Sueños en el umbral. Memorias de una niña del harén, la autora da una lección magistral de dichas relaciones.

El conjunto de su obra le valió en 2003 el Premio Príncipe de Asturias de las Letras. Mernissi fue y será una de voces más elocuentes del feminismo islámico y una autoridad mundial en estudios coránicos. Uno de sus libros recientes Un libro para la paz, más que un texto largo, es una serie de cuatro ensayos sobre los miedos que provoca la globalización en una mujer nacida en Marruecos, de madre analfabeta, con una infancia y adolescencia de rigurosa formación coránica, que con un gran esfuerzo y un talento literario fuera de lo común, se ha convertido en una de las autoras marroquíes más conocidas. Quizá no sea la mayor obra de Mernissi, pero se lee de forma excelente, casi como uno de los cuentos de Las mil y una noches que tanto han influido en ella, y, sobre todo para los legos en la historia y en la cultura árabes, abre mil caminos al debate y a la investigación.

¿Fue la expansión del Islam la primera globalización? ¿Hubiera fracasado de no haber contado con la escritura árabe como su gran arma estratégica? ¿Triunfó porque los árabes aceptaron, en palabras de Bernard Lewis, ser los perdedores? ¿Basta con el Jadal (el arte del diálogo) para conquistar? Quienes nunca han visto el Islam ni la globalización como amenazas pueden cerrar los ojos a los argumentos de fondo, mejor analizados en otros libros, y dejarse llevar por Mernissi, la socióloga, escritora e historiadora, nos lleva a disfrutar de paisajes maravillosos, a compartir sueños olvidados y recuperar la “fe” en el ser humano.

Mernissi ve la globalización como la avalancha que cae de la montaña y encuentra en el cowboy y en Simbad los refugios que Occidente y el Islam bueno, respectivamente, ofrecen para defenderse. “Si tanto Simbad como el cowboy son modelos de conducta en relación con la globalización y con los forasteros, ¿por qué será que hoy sólo contamos con una alternativa: tener miedo de los terroristas?”, se pregunta. Su respuesta está en el conocimiento del otro y en la comunicación, en la palabra frente a las bombas y los misiles, pero llegar al paraíso en la tierra no es fácil. En la introducción (“¿Por qué nos da miedo la globalización?”) descubre que Simbad y su cowboy reflejan los intereses de las elites gobernantes, no la cultura de masas, y que a los siete califas buenos que gobernaron Bagdad entre los años 754 y 833 siguieron treinta menos buenos, malos o terribles, como Al Mutadid, que, sustituyendo la pluma por la espada, condenaron a los árabes a una decadencia de la que todavía no se han recuperado.

Desde El miedo a la modernidad. Islam y democracia, Mernissi había volcado casi todo su esfuerzo en la defensa de la mujer islámica y en la lucha contra los tabúes y estereotipos que distorsionan las imágenes de los musulmanes en Occidente y de los occidentales en el mundo musulmán. En Un libro para la paz vuelve a los orígenes, a sus miedos originales. Lo escribió, según sus propias palabras, “como un ejercicio de psicoterapia para no caer en el abismo de la depresión en que me sumían los recientes bombardeos estadounidenses sobre Iraq”. En sus conclusiones (“¿El satélite supone una nueva oportunidad para Simbad?”) ofrece algunas claves útiles para entender el estrepitoso fracaso de la diplomacia pública estadounidense desde el 11-S en sus esfuerzos multimillonarios para ganarse el corazón de los árabes. Un diálogo de sordos de ambas partes… Washington, viene a decir, ha confundido comunicación con manipulación y jadal, el verdadero diálogo, con propaganda. Pero también, no hay que olvidar que hoy el mundo árabe es un volcán en permanente erupción, pues ahí están Irán, que vive su pueblo con el alma en vilo por un posible ataque militar llevado a los extremos, y Palestina que no deja de sufrir la humillación constante del gobierno judío, sino también, de la manipulación y falta de interés en resolver el conflicto milenario, por parte de Estados Unidos y Europa. Ambos cómplices de este desastre histórico y cultural, que tanto duele en el alma.

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