Una de las obras más importantes de la dramaturgia mexicana de finales del siglo XX es El viaje de los cantores de Hugo Salcedo, que mereció el Premio Internacional de Teatro Tirso de Molina de España en 1989. Ahora, esta obra ya convertida en un clásico del teatro mexicano contemporáneo, ha vuelto a ser escenificada por la Compañía Municipal de Teatro de Aguascalientes bajo la dirección de José Concepción Macías. El viaje de los cantores que, a decir del Jurado en aquel 1989 “es una pieza teatral que, tratando con rigor documental un episodio trágico, utiliza un tipo de relato con vuelo poético y con un interesante tratamiento del tiempo dramático”, fue un llamado de alerta sobre el problema migratorio que cada vez sumaba más tragedias personales y colectivas, y que en los tiempos actuales continúa siendo uno de los asuntos de primer orden a tratar por las políticas fronterizas de Estados Unidos y México (incluyendo el estúpido muro trumpeano).

La obra de Salcedo, por tanto, continúa poseyendo una vigencia incuestionable en su discurso histórico, político y social, tanto como en su visión estética de la mexicaneidad. En su momento fue una dramaturgia valiente que revelaba a un entonces muy joven dramaturgo que sabía vislumbrar los conflictos más graves de su país y éste (la inmigración) era uno de ellos. Salcedo se basó en uno de tantos infelices hechos reales, acaecido en 1987: dieciocho personas intentaron cruzar la frontera en un vagón de tren cerrado herméticamente y murieron, sólo uno sobrevivió haciendo un agujero en el piso por donde podía respirar.

El viaje de los cantores fue dirigida extraordinariamente por Ángel Norzagaray a principios de los años noventa y, aunque no faltó quien adujera que se trataba de un drama tremendista, la pieza logró colocarse por mérito propio en el gran corpus de la escena mexicana. En la versión nueva, propia del director Concepción Macías, se observan todos los aciertos formales y temáticos de Salcedo, aun cuando parece que hay algunas adaptaciones al texto que lo hacen de pronto muy fragmentado. No obstante, hay una investigación documental e histiográfica del suceso real que lanza una notable luz de relevancia a la puesta, así como ejercicios corales que, de reducirse un poco, tal vez a la mitad, funcionarían de mejor manera, resultando más dramáticos, pues de pronto se alargan restándole fuerza a la concepción dramatúrgica original.

En su dirección, Macías da la tónica adecuada al remezclar tanto las tendencias brechtianas como el teatro documental piscatoriano (con el video proyectado) y funcionan. Funcionan también los trazos escénicos limpios y bien registrados en su adecuación a la luz y la sombra en coreografías bien medidas. Quizás el tono actoral de pronto sea demasiado monocorde, evitando los intérpretes la actuación realista y, por ende, la exploración de la emotividad y la visceralidad, en este caso de suma importancia en el poético reflejo humano que logra Salcedo. Pese a ello, la puesta en escena fluye y logra convencer y conmover, y el texto de Salcedo vuelve a impactar en la conciencia del espectador.

El viaje de los cantores de Hugo Salcedo es una obra que hoy por hoy puede tener muchas lecturas y que merecería estar en el repertorio de la Compañía Nacional de Teatro en México. La iniciativa de volverla a revivir en escena por parte de estos teatristas de Aguascalientes merece un efusivo aplauso como el que se le brindó en el Teatro El Milagro dentro del Ciclo Teatro de los Estados 2018. ¡Enhorabuena!