Héctor Tenorio

Este año el líder norcoreano Kim Jong- un se ha consolidado como un estratega militar. En 2017 aceleró su programa militar aterrorizando a las naciones vecinas. Esta situación llevó a los Estados Unidos a amenazar con desatar un conflicto armado a gran escala. Cuando todos se alistaban para el peor escenario, el joven dirigente demostró sus dotes de estadista, enviando a su hermana Kim Yo-jong como emisaria de buena voluntad a los 23º Juegos Olímpicos Invernales celebrados en Pyeongchang, Corea del Sur. De inmediato hubo consecuencias positivas, las dos Coreas participaron juntas en el evento deportivo que resultó un éxito. En reciprocidad un mes después el gobierno surcoreano mandó a Pyongyang una delegación de 10 personas, encabezada por el jefe de la Oficina Nacional de Seguridad, Chung Eui-yong y entregaron una carta personal del presidente Moon Jae In al mandatario de Corea del Norte quien se mostró dispuesto a discutir con Washington la desnuclearización si se garantiza la permanencia del régimen. El líder norcoreano se comprometió también a imponer una moratoria en su proyecto de guerra mientras dure el diálogo.

En este contexto, el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump aceptó reunirse tentativamente en mayo con Kim Jong- un. Este encuentro podría llevar a la resolución de un conflicto histórico, o al acercamiento a una guerra nuclear. El Pentágono consideró que han surtido efecto las sanciones económicas contra Corea del Norte, (las cuales apoyó el gobierno chino) y ven con buenos ojos la reunión a finales de abril entre el presidente Moon Jae In con el líder norcoreano. En caso de celebrarse el encuentro se trataría de la tercera cumbre entre ambas naciones divididas desde el final de la Guerra de Corea en 1953.

Vale la pena recordar el primer encuentro histórico de ambos países que se celebró en Pyongyang del 13 al 15 de junio de 2000, entre el líder norcoreano Kim Jong-il y el entonces presidente surcoreano, Kim Dae-jung. En esa ocasión se decidió la unión de los dos territorios a través de un tren que atravesó la frontera por primera vez en medio siglo. Los buenos deseos se desbordaron. Propusieron concertar visitas de familiares separados, resolver problemas humanitarios como el de los presos condenados a largos años de prisión. Acordaron desarrollar de manera equilibrada la economía de la península activando el intercambio en todos los sectores: Social, cultural, deportivo, de salud pública y medio ambiente. Como cereza del pastel el presidente surcoreano invitó solemnemente a su homólogo a visitar Seúl y éste aceptó pero esto nunca se llevó a cabo.

Tuvieron que pasar siete años antes de que se diera un segundo acercamiento. El presidente Roh Moo-hyun se convirtió en el primer surcoreano que cruzó a pie la línea fronteriza (el paralelo 38) que es uno de los últimos símbolos de la Guerra Fría. La finalidad de este encuentro fue retirar los obstáculos de las pláticas sobre la desnuclearización de Corea del Norte, en las cuales participaron las dos Coreas, Estados Unidos, Rusia, China y Japón. Se les llamó conversaciones a seis bandas. El presidente surcoreano se comprometió a construir una confianza militar entre ambos países y resolver los problemas humanitarios, en referencia a la complicada situación económica de Corea del Norte. Aceptó que había límites en lo que podría lograrse. No se equivocó, no se dieron grandes avances.

El camino rumbo a una paz permanente en esa parte del mundo todavía es largo. No obstante, si algo caracteriza al pueblo coreano es que son pacientes.