Las elecciones son como el matrimonio, todo cambia a partir de ellas, pero seguimos siendo los mismos. Esto es pertinente porque las elecciones son pasión, son competencia y son intensidad, pero también, hay que tener claro que habrá un día siguiente en el que se tiene que mantener el funcionamiento de las instituciones y seguirán nuevos procesos políticos.

En estos momentos, en los que prevalece en algún segmento de la clase política una sensación de Apocalipsis, donde algunos actores abonan al miedo y a la inestabilidad, apuntan a lo que desde su perspectiva sería un Armagedón.

El arranque de las campañas, sin duda, estará marcado por la confrontación, la descalificación y, en algunos casos, hasta los insultos, lo que es indeseable pero natural en una democracia.

El problema es cómo se apunta al rebase de la confrontación verbal y se inicie el camino a la ilegalidad, ejemplo de ello es el uso faccioso de las instituciones de seguridad del Estado (espionaje, ministerios públicos y policías) y el uso desmedido de recursos públicos. Lo que traducido en hechos se refleja en la intervención de gobernadores y presidentes municipales que aspiran a imponer su voluntad con dinero y fuerza pública.

En este momento de arranque de las campañas, es esencial entender que el nivel de confrontación actual puede ser la base o la destrucción de los cimientos de la relación del nuevo gobierno con otros actores, por lo que vale la pena, además de buscar un resultado, cuidar al Estado mexicano y abonar para la armonía futura.

Es natural que se dé un miedo al cambio y que genere reacciones, pero las elecciones son el medio más efectivo para redimir los conflictos en la democracia, pero también, cuando el Estado o los actores son irracionales, pueden ser un elemento de inestabilidad.

La esperanza de este proceso electoral es que México entre en una era de transformación y prosperidad; para lograrlo es necesario que todos los participantes en el proceso discutan, se confronten y argumenten, pero en el marco de la legalidad.

A lo largo de la historia, hemos observado que el momento de mayor riesgo para los Estados es el cambio en el poder, esto se potencializa en un país donde el actual proceso electoral ha sido considerado como el más violento del que se tenga registro en México, ya que desde su inicio en septiembre de 2017 a enero de 2018, se registran 25 muertes vinculadas a los comicios, además de sumar a un gobierno que ya abdicó de la convicción responsable y objetiva, para convertirse en un desafortunado porrista, matraquero y persecutor. El riesgo es grande y la responsabilidad es mucha, tanto para el gobierno como para los candidatos.

@LuisHFernandez