Hay varios hombres de empresa en el equipo de campaña de Andrés Manuel López Obrador. El más conocido es Alfonso Romo y es notoria su cercanía con el candidato presidencial de Morena. Por eso mismo, con frecuencia se considera que sus declaraciones suelen expresar los puntos de vista de López Obrador.

Hace unos días, Romo dijo que de triunfar López Obrador las llamadas reformas estructurales no serían afectadas, esto es, que se respetarían las privatizaciones de este sexenio. Por supuesto, tal declaración encendió focos rojos en las bases morenistas, las que hasta ahora se han opuesto junto con su líder al despojo del patrimonio nacional.

La respuesta más contundente a Romo fue la del célebre escritor Paco Ignacio Taibo II, quien le recordó al empresario que Morena desde su origen se ha opuesto a todo lo que signifique entrega de los bienes propiedad de todos y que ese partido combate “represión, neoliberalismo, autoritarismo chafa y corrupción”.

Por supuesto,  prensa y periodistas de derecha de inmediato aprovecharon el incidente para mostrarlo como una evidente ruptura en Morena y hubo un articulista de Reforma que con fines descalificatorios llamó a Taibo II “escritor e historiador español”, pese a que el autor de la saga de Belaunzarán llegó a México siendo niño y legalmente tiene nacionalidad mexicana.

Por supuesto, la campaña identificó a Romo como el abanderado de “visiones más modernas y moderadas de apertura e inclusión” y a Taibo II como un supuesto extremista, defensor del “modelo” venezolano y hasta apoyador del separatismo vasco, lo que es una redonda mentira.

Taibo II está en Morena —así lo ha dicho— porque a su juicio es la única alternativa ante políticas que han significado un paupérrimo crecimiento económico, desempleo, los salarios más bajos de la OCDE, pérdida de soberanía, una descarada  y monumental corrupción y, entre otras cosas, más de 200 mil muertos en la llamada guerra contra el narcotráfico.

En su campaña electoral, López Obrador ha dado cabida a personas y personajes que no provienen de la izquierda, pero que están interesados en que tengamos un gobierno que combata en serio la corrupción que, entre otras cosas, daña severamente la iniciativa privada, y que lleve a México por una ruta digna y soberana. Es gente que coincide en lo fundamental y que, explicablemente, tiene puntos de vista diversos y hasta encontrados sobre muchos asuntos. Pero la discrepancia y la discusión son sanas y necesarias en un partido que se precia de democrático. Lo otro es la verdad única y obligatoria. Contra eso hay que luchar.