Los demócratas que tanta faltan le hacen a nuestra incipiente democracia hoy observan, con rabia y dolor, lo que parece el fin de una utopía: las candidaturas independientes. Fueron años de lucha para lograr que fueran reconocidas e incorporadas en la legislación electoral. Se partió del supuesto de que, ante la degradación de la clase política integrante de los cada vez más agotados y repudiados partidos políticos, vendrían a dignificar la política.

La realidad con toda su crudeza nos muestra que estábamos equivocados, la naturaleza humana del todo imprevisible nos ha colocado en una situación que nadie deseaba o imaginaba. El proceso electoral en marcha nos enseñó que solo para la candidatura presidencial se inscribieron como candidatos independientes decenas de ciudadanos que volvieron un sainete tragicómico esta opción para el electorado.

Es cierto que los legisladores, al fin miembros de los partidos, impusieron candados casi imposibles para obtener una candidatura, pero, aun así, participaron muchos a sabiendas de que se engañaban y engañaban al electorado o, en el mejor de los casos, con ingenuidad e inocencia difícil de creer.

Lo anterior de suyo grave palidece ante el fraude, la falsificación, la compra de apoyos y firmas por casi todos los contendientes. Los tres que presentaron apoyos mayores a las 860 mil firmas de respaldo, se ha constatado por las resoluciones del INE que centenares de miles fueron falsificadas u obtenidas ilegalmente, pretendiendo engañar al arbitro electoral. Y que no nos vengan a querer echarle la culpa de su engañifa a una aplicación electrónica, utilizada para demostrar que los supuestos ciudadanos que los respaldaban estaban inscritos en el padrón electoral; la cual al parecer no funciono adecuadamente.

Alguno de los contendientes denuncio incluso la existencia de un mercado negro de apoyos o firmas de respaldo. Esta aseveración pareció confirmarse al revisar el INE la documentación y apreciar que solo uno de los tres candidatos, una vez depurada la documentación, conseguía el total de apoyos requeridos, porque solamente resultaron apócrifos el 46 por ciento de sus apoyos presentados. No así con los otros dos independientes que presentaron documentación falsa o alterada del orden del 60 al 80 por ciento, como fue el caso de los denominados Bronco y el Jaguar. Por tanto, por ahora, solo estará en la boleta Margarita Zavala.

Aún falta que se impugnen las decisiones del INE ante el Tribunal Electoral del Poder Judicial Federal, pero será difícil que se reviertan. Lo que nadie puede negar es que crece el clamor porque ninguno participe en la elección presidencial e incluso que se les finquen responsabilidades penales de tipo electoral y adicionalmente se les procese por declaraciones falsas ante autoridad distinta de la judicial. Lo que sería inadmisible es que, de comprobarse la falsificación, participara alguno de los tres. Ninguno debe aparecer en la boleta electoral.

Así, lo que se imaginó que podría ser una salida, un camino de dignificación de la política, de terminar con la partidocracia que generó repudio casi absoluto por sus corruptelas, terminó también en un lodazal. No cabe duda de que vivimos horas difíciles en la construcción de nuestra democracia. Hay que revisar y evaluar qué pasó, cómo sucedió, por qué aconteció. Y sí, volver a legislar. Ni modo.