Como sucede en este tipo de catástrofes, los sismos del 7 y del 19 de septiembre del año pasado revelaron varios aspectos de nuestra realidad nacional. Por supuesto que estamos mejor que en 1985 para enfrentar estos fenómenos, pero aún nos falta mucho por avanzar en la construcción de una verdadera y eficiente cultura de protección civil. Con burdas excepciones, el gobierno federal y los gobiernos de las entidades afectadas actuaron en auxilio de la población, pero después de medio año queda claro que la respuesta gubernamental,  en todos sus niveles, ha sido insuficiente. Lo que sí fue igual de importante en 1985 y en 2017 fue la participación de la sociedad.

Los sismos trajeron destrucción y angustia. También incontables muestras de generosa solidaridad.  A seis meses de estos terribles eventos existen muchos pendientes por atender y resolver. La lista es muy larga; sin embargo, uno de estos pendientes son la rehabilitación y reconstrucción de escuelas. El tema no solo es contar con espacios dignos, se trata también y, fundamentalmente, de contar con los espacios destinados a la formación de los niños y los jóvenes. Es contar con la infraestructura para educar a quienes aspiran a una mejor calidad de vida. Es donde se educa para que sean jóvenes y adultos que aporten conocimiento y tengan un mejor porvenir.

Conviene recordar lo anterior y enfatizarlo de esta manera, porque a la fecha,  en el recuento de los daños existen, y como ejemplo se puede mencionar lo  que ocurre en Puebla: mil 250 escuelas que deben reconstruirse total o parcialmente. En este momento, está documentado que la atención para  reparar o reconstruir no ha sido pareja, no existe homogeneidad en la reconstrucción ni una estrategia efectiva para cumplirla. Mientras en la zona conurbada a la capital del estado la atención ha sido casi de 100 por ciento. En otras regiones no, avanza lentamente.

Una muestra más es que en los municipios de Tepeaca y Tehuacán no han recibido ninguna intervención. Estos municipios cuentan con presupuestos, en el caso de Tepeaca de 140 millones de pesos y en Tehuacán de 61.5 millones de pesos. El costo total de la reconstrucción para las escuelas dañadas por el sismo asciende a mil 900 millones de pesos, lo que equivaldría a  siete meses y medio del pago de la brutal deuda que Rafael Moreno Valle heredó a los poblanos, una deuda de 3 mil millones de pesos al año.

Esta situación se reproduce en mayor o menor medida en todo el país, pero en cada entidad tienen como una desviación lamentable utilizar la reconstrucción y los recursos de ésta  como un botín político para el beneficio de personas y de empresas.

En la Ciudad de México, tres asambleístas intentaron controlar los recursos destinados a la atención y la reconstrucción, pero afortunadamente no lo lograron. En otras entidades, los gobiernos estatales entregaron las labores de reconstrucción a empresas relacionadas con desvío de recursos y moches; es decir, a personas y empresas señalados o relacionados con actos de corrupción.

¿Qué hacer? En el caso de las escuelas poblanas, exigir que todas, sin importar el  municipio, sean atendidas con la misma eficiencia, calidad y oportunidad. Todos los niños merecen acudir a una escuela digna. Exigir que los presupuestos asignados sean aplicados con transparencia y que se rindan cuentas de manera puntual. Evitar la corrupción y garantizar que los materiales sean de la calidad y características obligadas por los reglamentos de construcción; que se exhiba quiénes son las empresas constructoras y cuáles fueron los mecanismos para otorgar los contratos. La prioridad es y debe ser siempre atender las necesidades de los ciudadanos.

Debe reiterarse que en la Ciudad de México, Puebla y el resto de los estados que fueron afectados por los sismos,  se ponga en práctica una reconstrucción transparente y efectiva que considere aspectos como la adopción de medidas eficaces de austeridad en el gasto gubernamental; la recuperación total de las viviendas destruidas o dañadas irreparablemente; la reconstrucción democrática, mediante la participación amplia de los damnificados y la sociedad civil; el seguimiento y atención integral a las víctimas; el establecimiento de tolerancia cero a la corrupción. Evaluar y revisar la infraestructura en las delegaciones y los municipios afectados, así como las normas de construcción respectivas, apoyos fiscales y certeza jurídica para los damnificados y promoción eficaz de una cultura de protección civil.

Como ahora todos sabemos, la probabilidad de que un sismo se produzca en un mismo día, aunque fuera 32 años después, es infinitamente pequeña. Se trata de esas casualidades de la naturaleza, pero en México ocurrió. Más de la mitad de nuestro país se encuentran en zonas de alto riesgo sísmico. Eso no va a cambiar, lo que sí debe fortalecerse radicalmente es nuestra preparación ante estos fenómenos de la naturaleza por medio de una cultura de protección civil y utilizando todas las tecnologías a favor de planes y protocolos para enfrentar cada vez con mayor efectividad estos fenómenos.

@MBarbosaMX