La Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) no solo es un reflejo de lo que sucede en el ámbito nacional, también es expresión de la falta de gobierno en la Ciudad de México.
La presencia de armas y la venta de drogas en el campus universitario es consecuencia de las conquistas ganadas por el crimen organizado en delegaciones como Tláhuac, Gustavo A. Madero, Iztapalapa, Tlalpan y Xochimilco.
También es resultado de que las autoridades capitalinas se negaron, por varios años, a llamar las cosas por su nombre. Se empecinaron en negar la presencia de cárteles de la droga cuando era evidente el acelerado crecimiento de venta de estupefacientes y la presencia de armas de fuego en las calles de la ciudad.
Después de la balacera entre narcomenudistas en la UNAM, el pasado 23 de febrero, el rector de esa casa de estudios, Enrique Graue, declaró que no permitiría que fuerzas policiacas o militarizadas entren en Ciudad Universitaria.
Señaló además: “Muchos quisieran vernos armados o militarizados, y no pocos aprovecharán los momentos político electorales para intentar desestabilizarnos”.
Precisamente por ser la UNAM un espacio estratégico de estabilidad y asunto de seguridad nacional, es por lo que resulta incomprensible la indolencia tanto del gobierno federal como del local ante una crisis que se veía venir.
El jefe de Gobierno de la Ciudad de México, Miguel Ángel Mancera, dijo que por “respeto a la autonomía de la Universidad” la policía no puede ingresar en el campus y que el trabajo de investigación y seguridad lo están haciendo desde el exterior.
Ambos funcionarios, Mancera y Graue, coincidieron —a 89 años de haber sido instituida la independencia de la UNAM— en que la autonomía universitaria es intocable.
La pregunta que hoy debemos hacernos, sin embargo, es: ¿al servicio de quién está la autonomía de la máxima casa de estudios? ¿Al servicio de la libertad académica, de la investigación científica y del pensamiento; o de los narcotraficantes que han encontrado en esa noble figura un espacio que les garantiza impunidad?
La autonomía de la UNAM fue una conquista estudiantil para impedir que caudillos y gobiernos autoritarios reprimieran o pretendieran utilizar políticamente a maestros y alumnos.
Pero esa inviolabilidad política no ha impedido que otros se apropien de la vida universitaria. Es el caso de grupos delictivos que desde hace tiempo se han venido infiltrando en las facultades y en el campus para adueñarse, tal vez no de la conciencia, pero sí de la salud mental de los estudiantes. Aunque también de la conciencia porque el narcotráfico ha logrado asentar una forma de vida y pensamiento, una subcultura, entre la población joven.
El narcotráfico gana cada vez más terreno en la UNAM y esto hay que decirlo fuerte y con claridad, porque nada se gana y todo se pierde al ocultarlo o minimizarlo.
Los cárteles tienen minada la autonomía de la UNAM y sus autoridades deben pensar si no ha llegado la hora de defenderla con menos ideología y más realismo.
Se debe permitir algún tipo de operativo que permita combatir la venta de droga en sus planteles, sin poner en riesgo a la comunidad. De otra forma, la delincuencia terminará devorando a los jóvenes, acabará con la Universidad y su verdadera autonomía.
Y esto no es un llamado a la militarización, querido doctor Graue. Es levantar la voz para salvar la UNAM antes de que sea tarde.