Por Jorge Alonso Espíritu

 

[su_dropcap style=”flat” size=”5″]E[/su_dropcap]l 19 de septiembre de 2017, apenas un par de horas después del simulacro que conmemoró el sismo de 1985, un nuevo e improbable terremoto sacudió el centro del país. La historia es conocida: la Ciudad de México, Puebla y Morelos, así como Guerrero y Oaxaca fueron los lugares más afectados. El resultado oficial: más de 360 personas perdieron la vida.

Los daños en la capital aún son inestimables. Las pérdidas económicas superan los miles de millones de pesos y más de 6 mil viviendas y escuelas resultaron dañadas, sin contar el deterioro al patrimonio histórico y cultural.

El 19S, como ya se conoce a la tragedia, ha sido uno de los sucesos más documentados del país, sobre todo por una multitud de jóvenes que salieron a la calle a prestar ayuda al alto número de víctimas, pero también a registrar con teléfonos celulares y cámaras lo que sucedía en la ciudad. Sin embargo, la fugacidad del mundo digital ha hecho que la mayor parte de esos registros desaparezcan con el tiempo.

En un ejercicio de memoria, el escritor Rafael Pérez Gay, habitante de la colonia Condesa, uno de los lugares más lastimados por el siniestro, y la editorial Cal y Arena, reunieron una serie de crónicas sobre los sismos de 1985 y 2017, narradas por el también periodista en los días subsecuentes y publicadas en diversos medios de comunicación.

El resultado es Zona cero. Breve memoria de los sismos 2017-1985 (Cal y Arena, 2017), un libro que nos recuerda los días de la tragedia, pero también nos dice que la ciudad puede leerse por su historia y que en ella está la clave de la prevención y la reconstrucción.

El escritor Rafael Pérez Gay.

El escritor Rafael Pérez Gay.

-¿Cómo nos han cambiado los sismos del pasado septiembre a los habitantes de la Ciudad de México?

Nos han cambiado mucho, sobre todo a la generación más joven. Son todos esos jóvenes que salieron a la ciudad a brindar ayuda, esa generación que por primera vez vio y vivió no solamente un temblor, sino un terremoto. Yo viví el de 1985 y mi cultura cambió absolutamente.

-En el terremoto del 85, la fotografía del Hotel Regis se volvió un símbolo de lo que pasó ¿Cuál es el símbolo del sismo del 2017?

Me parece que el emblema trágico del 2017 es el Colegio Rébsamen, donde murieron 19 niños. Es un emblema en muchos sentidos y por malas razones. Primero, porque fueron niños que no debieron haber muerto; segundo, porque la delegación Tlalpan que ocupaba Claudia Sheinbaum manejó mal todos los papeles para que la directora construyera, como todo mundo sabe, un departamento en la parte alta del colegio, que fue en parte lo que hizo que se venciera esa parte de la construcción y que ocasionara las muertes.

Así se volvió el emblema: uno, de la corrupción de las autoridades; dos, de la tragedia de los 19 niños y otros adultos; y tres, de la absoluta irresponsabilidad y falta de visión, ignorancia y falta de información. También se jugaba la vida quien construyó ese departamento.

-En Nos acompañan los muertos ligas la historia de la Ciudad con la de tu padre. En esta crónica vuelve a estar presente tu familia… cuéntanos un poco de qué manera.

Decidí poner en este pequeño libro algunos estampas, crónicas o relatos súbitos sobre la familia. Es decir, si estoy hablando del centro y de la construcción arquetípica que es la Torre Latino, que ha soportado todo, lo relaciono con una historia familiar que tienen que ver con ella. En mi familia hubo, desde muy temprano, una cultura sísmica consistente en tener miedo y salir del lugar donde uno está, si se puede, para evitar estar dentro de las construcciones cuando hay un sismo fuerte. Siempre, cuando temblaba, la obligación era salir. Tiene que ver con el hecho de que mis padres vivieron también el terremoto de 1957, el año en que nací, y en esa ocasión no desalojaron a tiempo el departamento en el que vivían, de modo que también traigo un poco esa historia.

A mi me parece que la voz de un cronista siempre tienen que dar un trozo de sí mismo para convertirse en algo verosímil. No sólo observar un hecho, sino que ese hecho sea parte de nosotros mismos. Yo lo llamo el “ensayo personal”, como lo concibió Montaigne, ese momento en el cual un autor inquiere a su propia alma sobre asuntos centrales de su vida: amor muerte, sexo, intimidad, familia, padre, madre.

-A veces parece que esta ciudad parece estar fundada sobre la tragedia…

La Ciudad de México es realmente un experimento civilizatorio. Una de las mas grandes del mundo; si le sumas la zona conurbada estamos arriba de los 20 millones de personas. Hay ciudades dormitorio y deben hacerse viajes hasta por 5 millones al día. Es una migración realmente importante. Además es una ciudad que tiene un peso histórico realmente notable, no sólo en los espacios del Centro Histórico, también en la Condesa, Roma, San Rafael, Santa María la Ribera, San Ángel. Ese peso histórico nos está tocando todo el tiempo y nos está recordando algún tipo de hecho. Su memoria todos los días nos toca.

-¿Los daños que dejó el sismo son consecuencia de no hacer caso a esa historia?

Sí, estoy completamente de acuerdo. Hay incuria, ignorancia y desconocimiento. Después del sismo del 19 de septiembre del 2017 salí a caminar por las calles de la Colonia Condesa y descubrí con tristeza que el daño era mayor. Vi familias enteras que se iban de sus edificios. Unos porque estaban dañados, otras familias porque tenían miedo. Y me iba preguntando qué habría pasado si en lugar de edificios de 14 pisos, hubiera de tres o cuatro. Es decir, no se respetó la historia. Yo soy de los que cree que toda la zona Roma-Condesa debió conservarse con un toque realmente histórico. Tenemos una ciudad que fue construida sobre un espacio lacustre. Las voces de ese espacio, que vienen desde muy adentro de la tierra, nos recuerdan que la seguridad tiene que ser especial aquí, que debemos aprender a vivir con sismos, con prevención. Y sobre todo, con un trabajo serio anticorrupción a la hora de construir.

-Mencionas en Zona cero que el sismo del 85 simbolizó la imagen última del desastre priista en el poder. Políticamente, ¿qué significa el del 2017?

En 1985 ocurrió algo interesante. Monsiváis lo llamó el nacimiento de la sociedad civil, es decir, ese momento en el cual ante la ausencia de las autoridades, ante la ausencia del presidente De la Madrid que estaba encerrado, aterrado en sus oficinas y en su casa, la gente salió y ayudó y por un momento tomó el poder. Esa es la historia de una buena causa. Pero hay también la historia de unas malas causas. Es el momento en el cual todo el clientelismo priista hace su aparición. De allí vienen los nombres de René Bejarano y Dolores Padierna, de las asambleas de barrios, de la Nueva Tenochtitlán, y de todo un movimiento clientelar que está tocado hasta la ultima de sus fibras por la corrupción.

Es el último momento en que el PRI pierde sus adeptos, surge la corriente del Frente Democrático Nacional de Cárdenas, Muñoz Ledo e Ifigenia, que vendría a ser el PRD que heredó todas las redes del viejo priismo y que en 1997 comienza su era. Una era que ha terminado y que, veremos muy pronto, se convertirá en la era de Morena en la Ciudad de México. El sismo del 2017 coincide con el fin de la ciudad perredista.

-¿Eres optimista o es algo que no se pueden permitir los habitantes de la Ciudad de México?

Hay que recuperar una parte de la memoria de la ciudad. La memoria es la estructura y la identidad que tenemos. Soy optimista en el sentido de la historia de la ciudad, una historia rica, suficiente; pero soy pesimista respecto a lo que le espera a la ciudad con nuevos gobernantes que, haciendo uso de toda su clientela, van a tener todo el dinero del mundo para seguir en el poder.