La manipulación y el lavado de cerebro de millones de ciudadanos que acaba de manifestarse en el affaire entre Facebook y Cambridge Analytica es un fenómeno más que agrava la crisis de la democracia, pues a través de las redes sociales y del Internet se lograron resultados que favorecieron —al parecer— a la elección de Trump en Estados Unidos. Es decir, cada día el proceso de las elecciones en el mundo se empaña con nuevos ingredientes tecnológicos y cibernéticos, además de la cerrazón de las partidocracias, para que pierda credibilidad el sistema democrático en el mundo actual.

En México, el periodo de precampaña ha servido más para la guerra sucia que para la reflexión colectiva que permite iniciar campañas con una mayor confianza por parte de los ciudadanos; una y otra vez, los partidos se descalifican, se desprestigia aún más a todos los candidatos y se crea un clima de angustia colectiva, a los que se agregan elementos como la economía, el TLCAN pendiente, la política migratoria, la amenaza de guerra y, desde luego, el flagelo infame del crimen organizado y la inseguridad que nos agobia.

Sin embargo, en medio de estas circunstancias hay una buena noticia: la Cámara de Diputados —a pesar de las diferencias partidarias que hemos aludido— logró finalmente aprobar la terna de una pieza clave para el futuro inmediato del país, el nombramiento del auditor superior de la federación.

El artículo 79 de la Constitución establece las características de esta institución que tiene autonomía técnica y de gestión, pero que, de alguna manera, depende de la Cámara de Diputados, en la lógica política de que si es competencia exclusiva de dicha cámara —de acuerdo al artículo 74 constitucional— aprobar el Presupuesto de Egresos de la Federación, también debe serlo el dar seguimiento y vigilancia al destino de los presupuestos aprobados.

La institución, a pesar de que no ha contado con los recursos presupuestarios suficientes, ha revisado un trabajo importante y bien hecho, pero inoperante por la falta de dientes para castigar a quienes desvían los fondos públicos, y también por la falta de oportunidad de actuar en tiempo real; cuestiones que deberán modificarse a la brevedad.

En este caso se eligió a un funcionario reconocido por todos los partidos y de amplia trayectoria pública en su carácter de economista, se trata de David Colmenares Páramo, quien inició su carrera en el sector público como secretario de Finanzas de uno de los pocos gobiernos honorables de tiempo reciente, el gobierno de Oaxaca que encabezó Heladio Ramírez López.

David Colmenares ha sido líder gremial de los economistas, cercano a Francisco Gil Díaz, pero al mismo tiempo a grupos de iniciativa privada y de políticos de todos los espectros ideológicos. Si cuenta con el apoyo que requiere será, sin duda, un magnifico auditor.

Por ahora, lo que destacamos y aplaudimos es la decisión de los señores diputados de resolver uno de los tantos y tantos temas pendientes para el buen funcionamiento de la república.

Una de cal por las que van de arena.