Juan José Arreola el fabulista, el entrañable oponente en partidas de ajedrez, el actor y prestidigitador, fue también un escritor milagroso que desentrañó con sus palabras no sólo el espíritu de México, sino que mostró al mundo la universalidad de cada una de nuestras raíces, parte de ese ímpetu creativo será presentado, a partir del 22 de abril, en la exposición Inventario, breve taxonomía anecdótica de Juan José Arreola, en la Casa del Lago.

En marco al centenario del natalicio del escritor jalisciense, la muestra está integrada por objetos que describen y descubren al personaje, entre ellas piezas como “la aguja de encuadernación, oficio del cual fue aprendiz”, aseveró para el diario Reforma, José Wolffer, director del recinto universitario, y quien se dio a la tarea de visitar la casa del escritor para documentar y preparar junto con la familia de Arreola este importante proyecto.

Durante la realización de la exposición, Wolffer también estuvo en contacto con Alonso Arreola, músico y nieto del autor de La feria, para ampliar la etapa del narrador como carpintero, mostrándole varias piezas, entre ellas una mesa provista de tablero para ajedrez: “estos objetos, que en sí mismos son muy interesantes, ofrecen atisbos de quién fue Arreola, cómo se fue conformando su sensibilidad”, apuntó.

Agregó que Alonso Arreola también resguarda las grabaciones de su abuelo conversando con Borges, y también preserva testimonios en audio de las partidas de ajedrez entre el escritor y amigos como Pedro Castillo.

“Fue siempre una relación intensa; él era intenso, nunca estaba quieto. Era un adicto al movimiento y a los proyectos: lo mismo un día quería tallar un ajedrez que construir una nueva raqueta de ping-pong”, señaló Wolffer.

El escritor Juan José Arreola (1918 – 2001) desde pequeño mostró su pasión por la lectura y amor a los libros, aprendiendo a los 13 años el oficio de encuadernador.

Su incursión al mundo de la literatura fue de manera accidental, cuando de niño regresaba a su casa y escuchó a un grupo de escolares recitar un poema de Alfredo Placencia. Aquellas frases fueron como un influjo poderoso que lo inspiró a memorizarlas, a desmenuzarlas, a grabarlas para siempre en su alma. Poco después llegó con su familia y en el comedor comenzó a repetir aquel poema Cristo de Temaca.

Juan José Arreola fue conocido por toda una generación como uno de los escritores más indefinibles y apasionantes de la cultura mexicana, su legado y aún sólida presencia en la cultura nacional sigue vigente a casi 100 años de su natalicio.

El autor confesaba que nunca terminó la educación primaria, pero así como aprendió el francés con sólo ver películas, también adquirió fuera de los salones de clase una asombrosa cultura literaria, a la par de desempeñar los más singulares oficios: vendedor de tepache, criador fracasado de gallinas, vendedor de zapatos, recitador de cuentos en plazas públicas, y más adelante, profesor de francés, traductor, impresor y corrector de pruebas en el Fondo de Cultura Económica.

Arreola fundó la colección literaria Los presentes, en la que debutaron los jóvenes colaboradores Carlos Fuentes, Ricardo Garibay, José Emilio Pacheco, Elena Poniatowska y en la que se publicó por primera vez a Julio Cortázar en nuestro país.

Se decía que Juan José Arreola se conducía en la vida como una de sus criaturas literarias, hablaba como ellas, no distinguía entre la imaginación y la realidad. Con esa presencia y costumbres que iban también desde el amor por la carpintería, la cata de vinos y los juegos de ping pong, Arreola mostró que el arte puede ser también una gran compañía en la vida cotidiana.