Hubo un estratega que se refirió claramente a China como un gigante que sería mejor dejarlo dormir, porque si llega a despertarse, haría temblar la tierra. Ese personaje famoso fue Napoleón Bonaparte y sus palabras resultaron ser más que proféticas, una realidad abrumadora. Prueba de ello es la imposición de aranceles a 128 productos estadounidenses como una contramedida a los impuestos aplicados por Estados Unidos al acero y al aluminio.

Beijing no tardó ni 24 horas para igualar la situación comercial desencadenada por Donald Trump, quien impuso aranceles al sector metalúrgico chino justificando la medida como una retribución por los años en que se ha aprovechado de un mercado flexible. La mayoría de los productos gravados por el gobierno chino son del sector agrícola y una clara advertencia de que no se quedará con los brazos cruzados ante la inminente guerra comercial que el magnate inmobiliario inició hace una semana.

El ministerio de Comercio chino ya había adelantado estas medidas desde el mismo momento en que Trump había proferido sus amenazas. El gigante asiático impondrá un 15 por ciento de arancel a productos norteamericanos como frutas, vinos y otros como la carne de cerdo, hasta con 25 por ciento. Con ello, espera recuperar pérdidas por más de 3 mil millones de dólares que significará para su industria metalúrgica.

La reacción fue clara y contundente por parte del gobierno chino, que acusó a Estados Unidos de “violar gravemente los principios de no-discriminación, piedra angular del sistema multilateral de comercio por el hecho de que los aranceles al acero y al aluminio afectan solamente a ciertos países”. La decisión fue totalmente respaldada por el pueblo chino, que agradeció a su gobierno haber reaccionado en favor de “salvaguardar los intereses de la industria y del país”.

Esta es el jugada que China ha hecho en el ajedrez comercial contra Donald Trump quien, pese a esto, insiste en gravar otros productos chinos para recuperar un déficit de más de 50 mil millones de dólares, mediante lo que califica como un robo de propiedad intelectual. Según medios internacionales, el inquilino de la Casa Blanca tiene en la mira aplicar aranceles a productos de alta tecnología esta misma semana.

China ya tiene contemplada su reacción en caso de que Washington cumpla su nueva amenaza. Los productos de soya y las refacciones automotrices pagarán el plato de esa nueva osadía, además de dificultar las actividades de las empresas estadounidenses establecidas en suelo chino limitando su inversión.

Sólo para que lo sepan: China puede responder a las medidas estadounidenses de diferentes y múltiples formas, pero su principal carta son los 1,27 trillones de dólares que Estados Unidos tiene en deuda con el país asiático. Desde el milagro de Deng Xiao Ping en 1978, el estado chino invirtió fuertemente en bonos del Tesoro. Cada vez que el gobierno estadounidense anunciaba una emisión de estos, China los adquiría con gran avidez. El resultado es que Washington está en las manos del gigante oriental cuyo superávit sigue creciendo y atrayendo a las empresas estadounidenses a establecerse en su territorio para hacer negocios con el dinámico y monstruoso mercado de más de mil 300 millones de personas; el más grande del mundo.