Jacquelin Ramos y Javier Vieyra

Jesús Reyes Ferreira nació en Guadalajara, Jalisco, el 17 de octubre de 1880. Desde niño aprendió a ver la vida como una fantasía libre del tiempo. Su padre, Buenaventura Reyes, era un anticuario que, en medio de misticismos y la fantasía del pasado, le permitió a Reyes sensibilizarse poco a poco con el arte. Al pasar de los años, por propia cuenta y educación, comenzó a adentrarse en la tarea de desarrollar estilos y técnicas que le permitieran expresar su fascinación por los temas que amaba: para Chucho Reyes la vida era una explosión en medio de la oscuridad como un juego pirotécnico.

La celebración de la muerte, el folclor religioso, las mujeres y los gallos, fueron algunos de los elementos que Chucho Reyes tomó como medio de dialogar con quien apreciaba su trabajo. Artista intrépido y espontáneo, Reyes fue pionero en utilizar materiales antes impensables en la labor creadora, como el papel de China. Aclamado por la crítica y olvidado por la academia, el pintor, escultor, decorador, diseñador y mago del pigmento pudo montar su primera exposición individual en el Palacio de Bellas Artes en 1962, apenas quince años antes de su muerte. Hoy, en aras de conmemorar su cuadragésimo aniversario luctuoso, el majestuoso recinto de mármol vuelve a albergar la obra de Chucho Reyes en La fiesta del color, una muestra que según Arturo López, curador de la exposición, estuvo pensada desde hace un año para mostrar diferentes visiones, perspectivas y otras vertientes del creador mexicano.

“Empezamos por analizar e investigar las colecciones, tanto particulares como institucionales, donde se conserva mucho de los archivos que contienen la mayor parte de la trayectoria de Chucho Reyes. Nosotros hicimos una selección para dar cuerpo a cuatro secciones temáticas, en cuatro salas del segundo piso de este recinto, para mostrar al artista pintor, al coleccionista, al anticuario, al consejero estético de algunos arquitectos mexicanos como Luis Barragán y Mathias Goeritz, para dar una visión más amplia de las exposiciones precedentes en el Palacio de Bellas Artes, en 1962 y 1979”.

Magia y arte, con el papel de China

La técnica de Chucho Reyes pertenece a la tradición de artistas que tienen una inclinación personal por la preparación de sus propios pigmentos, destaca el especialista, quien asegura que en el caso de Chucho, básicamente empezó con utilizar anilinas, disueltas con otros aglutinantes sobre papel de china, material que se convirtió en su principal soporte dentro de su arte.

“Chucho Reyes pertenece a ese grupo de artistas que tienen esa inclinación por la materialidad, sobre todo por el color, como lo hacia igualmente José Clemente Orozco, un artista que admiró en vida, que fueron colegas y contemporáneos. Chucho admiraba y apreciaba la sobriedad de color de Orozco, en cuanto a su vena expresionista, pero también por la inclinación hacia el conocimiento de lo que es la física y la química del oficio de pintor”.

Al tener a la mano este tipo de material translucido, como arte de magia, a decir del promotor cultural, el papel de China fue para Chucho Reyes una materia prima sumamente aceptable, barata en términos de costos, pero rica en texturas y en cromática, que le permitió ejercitarse con un impulso espontáneo sobre una materialidad que él preparaba, y utilizaba “al temple”, que era su técnica por excelencia.

“Es un artista que aborda una tradición ancestral y artesanal; utilizaba anilinas brillantes y colorantes que él mismo realizaba, con predominio de tonalidades rosa, ocres, magentas, azules, rojas, negras y otras; con ellas pintaba un sinfín de temas populares. Aunque él no consideraba que su trabajo pictórico fuera artístico, muchos de sus amigos valoraron sus obras por la fuerza de su policromía y el lenguaje distintivo pleno de gracia, vitalidad y resoluciones con tendencia al expresionismo”.

Recordó que el icónico papel de China llega a Chucho Reyes desde su formación inicial, cuando trabajaba a los 17 años en la tienda de regalos Casa Pellandini, en su natal Guadalajara, pues él envolvía los regalos con este papel de cera como también se le conoce, y lo utilizaba para esbozar ocurrencias. Pero fue hasta los años veinte, agregó López, cuando empezó a “embarrar papeles”, como solía nombrarlo, que le servían para obsequiar a sus amistades, pues pintaba solo como pasatiempo o por trabajo.

“El artista tapatío aprovechó este tipo de pliegos en ornamentos relacionados con sus trabajos decorativos, actividad en la que era muy solicitado por casas particulares, restaurantes como el Montparnasse, de Guadalajara, bodas, corridas de toros, altares de muertos y los famosos incendios (altares temporales a la Virgen de Dolores)”.

Arturo López, curador de la exposición.

 

Un creador sin academia

Hablar de Chucho Reyes es hablar de un artista sin instrucción académica, asevera el curador, ya que el creador del color es un artista más bien formado gracias a las transmisiones que recibe, del influjo que obtiene de otros artistas contemporáneos como Orozco y Mathias Goeritz.

“Lo podemos ver en sus ejercicios abstractos, es muy clara la relación que tienen, por ejemplo, en los años cincuentas con Mathias Goeritz, quien realizaba pintura no figurativa en ese entonces. También podemos ver su conexión con la pintura decimonónica que trasluce ciertos papeles, sobre todo en retratos, como es el caso de Marc Chagall que llegaba a México en 1942 con imágenes de parejas volando, floreros, con estos temas floridos, que llega a incorporar también Chucho Reyes en su pintura”.

Chucho Reyes dejo gran influencia sobre todo en la arquitectura, asegura el especialista, ya que fue uno de los grandes asesores de este campo. Para el artista, añadió López, esta actividad la realizó siempre con mucho esmero, por lo que se destaca su trabajo en la planeación, por ejemplo, del fraccionamiento Jardines del Pedregal, a cargo de Luis Barragán, que se realizó en 1951 sobre una extensión de lava petrificada lanzada por el volcán Xitle al sur de la Ciudad de México.

“Poco se ha dicho sobre la influencia que dejó en la arquitectura Chucho Reyes, así como su estrecha amistad con algunos representantes sensibles de esta disciplina, que en la época decisiva de su carrera le tenían gran respeto; el Maestro, así lo llamaban justificadamente, fue llevado a muchas obras desde su iniciación. Se convirtió en consejero estético, y aunque no siempre sus ideas atrevidas y a veces imposibles llegaron a la realización, sus proposiciones fueron escuchadas siempre con gran interés”.

 

Enraizado en la mexicanidad

Su obra, aunque está enraizada en la cultura popular y carece de bases académicas en su ejecución, asevera Arturo López, penetra no solo en el espíritu nacionalista de esencia mexicana, sino que sale de nuestras fronteras, y, por sus audaces formas, resoluciones compositivas y singular colorido, se incorpora al arte expresionista del siglo XX.

“Chucho Reyes tuvo la virtud de transmitir emociones en los contempladores de su obra mediante códigos estéticos identificados con el pueblo: motivos religiosos, peleas de gallos, caballos, payasos del circo, niños muertos, ramos de flores y gran variedad de temas que hoy presentamos en la exposición Chucho Reyes. La fiesta del color”.

Esta exposición esta organizada en cuatro ejes: Color y materialidad, Influencias y enseñanzas, Muerte y bestiario y Lo mítico y lo profano, donde se busca, de acuerdo con el especialista, abarcar el universo de este creador, su expresividad y sus códigos fantásticos con los que enriqueció una obra única y excepcional.

“Elevar con sus colores y formas la presencia del papel en el arte mexicano parece ser otra de las búsquedas de este entusiasta del color, de las fiestas y las tradiciones de México. Indudablemente, Chucho Reyes rescató el arte ancestral de elaborar pigmentos para sus obras”.

Entre las 75 obras que integran la muestra, resaltó el curador de Bellas Artes, está el mural “portátil” constituido por más de 300 piezas armables y que fue realizado a petición de una coleccionista particular para una fiesta de disfraces en 1951: “algunas se exhibieron en la exposición de 1962, otras en la exposición de 1977, dos años antes de la muerte del pintor. Este mural es además importante porque se vincula con nuestra colección permanente del museo que tiene 17 murales”, apuntó.

Actualmente Chucho Reyes es considerado un artista que goza de fortuna critica, asegura el promotor cultural, sin embargo, manifiesta que tal vez por esta inclinación hacia ciertos soportes no académicos y al hecho de no considerarse verdaderamente un artista, lo han relegado, y ha quedado un poco marginado de las grandes narrativas del arte mexicano del siglo XX.

“Debemos ver a Chucho Reyes como un artista educado, refinado, con una educación autodidacta que se aprecia en su producción; e indudablemente situarlo en el arte mexicano del siglo XX como un creador singular que contribuyó con su propia pintura, con sus propias aportaciones a base de un colorido estridente, que las nuevas generaciones conozcan y puedan ver la vida a través de los colores que los ojos de Chucho Reyes vieron”, concluye Arturo López.