Por Jorge Alonso Espíritu

 

[su_dropcap style=”flat” size=”5″]A[/su_dropcap] unos días del estreno mundial de Avengers: Infinity War –la que podría ser la película con la mayor campaña mediática de la historia- y cúspide de una franquicia que más que una serie de cintas disímbolas es un fenómeno social digno de tomarse en cuenta, vale la pena revisitar una de los filmes paradigmáticas del cine de superhéroes, para volver a pensar esta porción de la cultura del siglo XXI: Batman, cinta que durante abril regresa a los cines como homenaje a su director.

Estrenada en 1989, casi treinta años atrás, la película dirigida por Tim Burton estableció mucho de los modelos que rigen a las adaptaciones de cómics en la pantalla grande, que a día de hoy se han convertido en una de las industrias más jugosas en la economía del espectáculo: personajes sombríos y poco gregarios, una alta dosis de sarcasmo, un cuidado espectáculo visual combinado con escenas de acción construidas con tecnología de punta y la creación de símbolos capitalizables para el merchadising. Por supuesto, los ingredientes favoritos de Hollywood no pueden faltar: historias de amor, de valor, de venganza y de patriotismo.

Si la franquicia de Superman (1978), iniciada una década antes y estirada hasta lo irritante con cuatro entregas, prometía ser el inicio de un fenómeno que terminó por desgastarse, Batman significó la renovación de la fantasía. Esto sucedió gracias a una mezcla poco probable: un actor de comedias encarnando la visión más oscura del superhéroe -hasta entonces-, y la dirección de un cineasta todavía novel que con los años desarrollaría un estilo inconfundible, dueño de una imaginación atípica y un humor demasiado negro para el gusto de las grandes productoras.

Así, para sorpresa de frikis y extraños, el Batman de Burton resultó oscuro, divertido, y extrañamente familiar, lo que por supuesto redundó en éxito en las taquillas. Pero más allá de lo monetario, la calidad cinematográfica colocó a la novela gráfica en un nicho importante para el séptimo arte: la construcción de Ciudad Gótica en ambientes y arquitectura mantiene vigente su encanto y enigma, las tomas y encuadres, de la formalidad a la locura, son símiles de las figuras protagónicas; de la mesura exasperante de Bruce Wayne, encarnado por Michael Keaton, y el desparpajo caótico de Jack Nicholson en el papel del Joker, que sería potenciado hasta la anarquía, muchos años después, por Heath Ledger, en la versión de Christopher Nolan (2008).

Tampoco la muerte no sería una limitante para Tim Burton, sino una constante, casi una protagonista, como en la mayor parte de su filmografía. Así, los decesos, sin perder cierta tragedia, son presentados entre coreografías de lucha burlonas, risas que superan la corrección política y situaciones al borde de lo ridículo. Joker es el personaje perfecto para el director, y su influencia se puede hallar en muchos de sus posteriores personajes principales, interpretados, la mayoría, por su actor fetiche Johnny Depp.

La primera superproducción de Batman es, por lo anterior, más una cinta de autor que un típico blockbuster estadounidense. Su influencia sería decisiva y sus elementos, incluida la también clásica banda sonora, serían el listón a superar por los productos subsecuentes.

Sin embargo, el éxito de Batman fue también parte de su condena. Las decisiones corporativas y el propio mercadeo de las cintas subsecuentes desplazaron las ideas de Tim Burton hasta sustituirlo en la dirección de la saga. Los enormes esfuerzos para incidir en las entradas de taquilla y productos como ropa y juguetes, provocaron una caída estrepitosa en la calidad de la producción. La cuarta parte, Batman y Robin, todavía se considera una de las peores películas de la historia.

La lección podría servir como advertencia a los consorcios que se han adueñado del cine de superhéroes, comenzando por los directivos que intentan, sin éxito, el favor del público en las adaptaciones de la casa DC Comics, pero también por el monstruo comercial de Disney-Marvel, que a partir de la repetición ad nauseam de fórmulas se ha convertido, para muchos, en uno de los enemigos de la creación cinematográfica. El tiempo lo dirá.

Permanencia voluntaria: La maldición de Thelma

Continúa en carteleras La maldición de Thelma (cutre adaptación del titulo original: Thelma), thriller psicológico que narra la historia de una joven que deja el hogar para ir a la universidad y, al llegar a su nueva vida, comienza a sufrir episodios epilépticos acompañados de un choque cultural que provocará su sufrimiento.

Thelma es una historia de crecimiento con elementos del buen cine de terror, reflexión sobre la religión, la sexualidad y la familia, con una estética que destaca por su elegancia y mesura.