Genaro David Góngora Pimentel
En México/I-II
Ahora que se encuentra próximo el cambio político en Brasil me ha llamado la atención un artículo de The Economist sobre la continuidad y estabilidad que Lula ha dado a ese país.
Hablando acerca de los indudables logros, se mencionan tres problemas con los que habrá de enfrentarse la señora Dilma Rousseff, si gana la elección.
De los tres, me llamó poderosamente la atención el primero que espera al nuevo Presidente, dice la revista:
El primero es la corrupción. La oposición dice que la nueva riqueza petrolera de Brasil, fomentará el autoritarismo electoral tal como se desarrolló en México bajo el dominio del Partido Revolucionario Institucional. Por ahora esto parece ser una exageración; pero, es verdad que el Partido de los Trabajadores ha considerado a la burocracia como un prerrequisito y ha venido a constituir una tendencia problemática que está inflando a la burocracia federal con nombramientos políticos. Afortunadamente Brasil tiene medios y judicatura fieramente independientes.
¿Qué significará ser fieramente independiente? En los medios: televisión, periódicos, radiodifusión. Serán independientes cuando no se presten a servir de venganza de algún político o servidor público que quiera desquitarse de un enemigo y lavar antiguas ofensas. No ha faltado en nuestro medio, según se dice, quien haya utilizado a los medios para lanzar sobre el espíritu público, el amargo desahogo de un corazón dañado, aun cuando tenga que usar al periodista por la inclusión de noticias que denigran a su enemigo con cargos directos, o por medio de expresiones encapotadas o por alusiones malignas. Afortunadamente, también en nuestro medio, un periódico que se presta a eso, no subsiste por mucho tiempo. Eso no es libertad, es licencia. Es bajo y cobarde e ilegal y punible. Lo que debe recordarse a quien promueve tal cosa, es la frase inmortal de Confucio: Si te vas a embarcar en un viaje de venganza, cava dos tumbas.
También se dice que el (Poder) Judicial es fieramente independiente. Esta afirmación merece varios comentarios.
El Poder Judicial, tradicionalmente en nuestro medio, había sido subordinado al titular del Poder Ejecutivo. Para que pueda ser autónomo e independiente necesita transparencia en todos sus procedimientos y una autonomía presupuestal establecida en la Constitución, defendida por el Foro de la República y por los medios.
El presidente de México debe cuidar el respeto al Poder Judicial. Lo anterior significa que no debe pedir favores ni dar orientaciones, así como vigilar religiosamente que nadie en la Administración Pública se atreva a presionar en forma alguna a los jueces.
Si el Judicial de Brasil es fieramente independiente se debe, sin duda, al respeto que el Presidente ha tenido por ese Poder. Basta incluso el rumor de que en determinado asunto hubo indicaciones que se obedecieron por los jueces, para que los miembros del Poder Ejecutivo enloden el manto blanco de la judicatura.
Debemos poner atención a lo que considera la sociedad que es la función judicial. El bien más importante que puede poseer el juez, es la confianza pública en su función, es decir, la apreciación del público de que dicta justicia de acuerdo con la ley. Si el público no tiene esa confianza, el juez no puede juzgar. El juez no tiene a su alcance la espada ni la bolsa, lo único que posee, si acaso, es la confianza pública en su actuar. Esto es un activo que el juzgador debe cuidar celosamente.
La confianza del público en la autoridad judicial no es solamente el bien más preciado que la judicatura tiene, sino también el más importante de los activos del país, de la nación entera. Es bien conocida la expresión de Balzac: La falta de confianza en el Poder Judicial es el principio del fin de la sociedad.
La confianza pública no es algo que debe darse por cierto, sino que está compuesta por una materia que fluye como un líquido, como el agua. Esa confianza debe ser alimentada, es más fácil dañarla que preservarla. Años de esfuerzo pueden perderse para siempre por una sola e infortunada decisión. Por tanto, los jueces deben tener eso en mente. En muchas ocasiones ni tan siquiera es necesaria una indicación de la autoridad para que los juzgadores “adivinen” que es lo que conviene al régimen y en ese sentido orienten sus decisiones. Lo más asombroso es que no lo ven mal sino ajustado a su inclinación política. Le ha hecho mucho daño al Poder Judicial tener esa clase de adivinanzas.
Se cuenta que los Ministros de la Suprema Corte de Justicia fueron a ver a don Porfirio Díaz por algo considerado preocupante; el gobernador de Sinaloa, un general rico e influyente por su amistad con el Presidente, tenía en la Corte Suprema un asunto que por su cuantía, seguramente estaban estudiando con cuidado.
Recibidos por el dictador, éste escuchó como su compadre y gobernador podía perder el asunto, por eso los señores ministros fueron a recibir alguna línea, pues sin duda, pensaron, el señor presidente se preocuparía, como ellos lo estaban, por el resultado del juicio.
Díaz les dijo claramente, que el Presidente de la República era el primer interesado en la salud de la justicia. Debían resolver conforme a derecho, pues de esa manera el pueblo de México tendría confianza en su justo proceder.
Salieron de la audiencia y, una vez fuera, el Presidente dijo unas palabras que pasaron a la historia: ¡Parecen potrancas en busca de garañón!
Frase humillante como pocas. El señor Porfirio Díaz había sido ministro de la Suprema Corte, luego hablaba con sus antiguos compañeros de temas que conocía bien.
En aquella época heroica se pensaba que para ser ministro no era necesario un título de abogado, sino ser considerado hombre inteligente y culto. Así fueron ministros personas como el general Díaz y don Justo Sierra.