El primer debate entre los candidatos presidenciales se desarrolló conforme con lo previsto, con todos atacando frontalmente a Andrés Manuel López Obrador y Margarita Zavala dándole algunos raspones a Ricardo Anaya. Por supuesto, el Bronco hizo y dijo aquello que puede esperarse de él, después de que el Tribunal Electoral emitiera un fallo vergonzoso para colarlo en la boleta electoral.

No hubo sorpresa en las embestidas contra López Obrador, las de Anaya con una oratoria eficaz y las de José Antonio Meade con su tono monocorde, sin vuelo. Margarita Zavala, por su parte, desplegó una energía verbal como en sus años mozos, cuando era una panista que participaba con entusiasmo en las campañas del que fuera su partido. Jaime Rodríguez, el delegado de la fracción priista del Tribunal Electoral, combinó payasadas con barbaridades. Y ya.

Se predijo que caería sobre López Obrador una andanada y así ocurrió, lo novedoso fue que el tabasqueño se mostrara como hermana de la caridad, incapaz de responder con energía y oportunidad a las acusaciones. Algo que deberá estar lamentando, por mucho que la línea que se impuso haya sido la de aguantar el previsible vendaval para que no lo acusaran de rijoso.

Otras decisiones y acciones contribuyeron a la triste actuación de López Obrador. Para empezar, se negó a asistir al simulacro del día anterior al debate, como si no necesitara conocer el sitio del duelo y tomar las previsiones indispensables. Como resultado, constantemente se salía de la toma, se mantenía agachado hurgando en una bolsa que tenía en el piso y daba la impresión de estar perdido. Además, a diferencia de los otros dos candidatos y las comparsas, llegó despeinado y sin aliño, la iluminación que no pudo ensayarse le costó aparecer con el rostro sombrío, dando una impresión de abotagamiento que nada le favoreció.

Para colmo, fue el último en llegar y el único que salió a cuadro sin maquillaje. Zavala de Calderón sí estaba maquillada, pero le aplicó los menjunjes algún enemigo, pues le aplanaron la cara y casi le desaparecieron los labios. La salvó que se mostrara entrona, combativa, aunque sus críticos señalan que ese tono oratorio no correspondía a la ocasión.

Pero Meade y Anaya, con la cauda de verdades, medias verdades y mentiras completas en las que no hubo economía ni una adecuada dosificación, acabaron por hacerle un favor al hombre de Macuspana, al que convirtieron en mártir. Habrá que esperar los otros debates para ver si hay menos ataques y más propuestas. Por respeto al electorado.