Los candidatos presidenciales de los diversos partidos se reunieron por separado y en privado con los miembros de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), encabezados por José Francisco Robles Ortega, con quienes hablaron de temas como el aborto, matrimonios igualitarios, entre otros. Los aspirantes hicieron sus compromisos para fortalecer el Estado de derecho, construir un México con valores, cerrar las brechas de desigualdad y combatir la inseguridad.

Margarita Zavala, candidato independiente, no ocultó su cercanía con esa Iglesia y les dijo: “soy candidata a la presidencia y voy por todos los votos, desde luego, los de todos sus feligreses”, lo que arrancó carcajadas de los obispos.

El candidato morenista Andrés Manuel López Obrador fue más lejos al asegurar que, en caso de ganar, convocará a foros para alcanzar la paz en el país en donde invitará al papa Francisco y a otros líderes religiosos.

Estos candidatos han justificado con matices las reuniones sostenidas por el obispo de la diócesis de Chilpancingo, Salvador Rangel, con los miembros del narcotráfico. López Obrador dijo que estaba bien lo hecho, ya que la vía era el dialogo y la reconciliación.

“En su lógica todo se va arreglar con el perdón y con la reconciliación, pidiéndoles de manera amable a los jefes del narco que se porten bien”, asegura Roberto Blancarte, sociólogo de las religiones de El Colegio de México a Siempre!, quien cuestiona el papel de la Secretaría de Gobernación y de la Procuraduría General de la República, al no haber llamado a cuentas al obispo.

Esta situación, añade Blancarte, es un reflejo de la representatividad que políticos y funcionarios públicos le otorgan a la Iglesia católica, “una representatividad política que no les corresponde y que se reflejó en la pasarela que les organizaron a los candidatos presidenciales. Se les da un peso que no necesariamente tienen”, objeta el especialista en religión, laicidad y democracia.

Roberto Blancarte.

Laicidad, a un lado

Asevera el también investigador e internacionalista que el problema actual es de los políticos que introducen las Iglesias en el campo de las elecciones y de la política en general; “el problema surge desde el momento en que los procesos de democratización del país han conducido a la existencia de sectores de votantes que son buscados por los distintos partidos y que confunden como suelen hacerlo, los liderazgos religiosos con liderazgos políticos”.

Los políticos profesionales, añade, creen que pactando como suelen hacerlo con otras personas, “pactando con estos líderes religiosos, van a obtener votos de los creyentes, cosa que hasta ahora no existe más que marginalmente, porque todos sabemos que los creyentes ya no votan de acuerdo con lo que les dicen sus líderes religiosos”.

Blancarte considera que “los políticos siguen apelando a símbolos religiosos porque creen que eso los hace atractivos para un cierto sector de la población, pero al mismo tiempo están dañando todo un esquema de separación de Estado-Iglesia,  que ha permitido la generación de muchas libertades que de otra manera estarían siendo dañadas en el país”.

El historiador de El Colegio de México señala que la jerarquía católica siempre ha querido influir en los candidatos y en los creyentes, a partir de su propia agenda y “obviamente hay una línea muy tenue entre las recomendaciones morales que pueden hacer y la intervención política que eventualmente eso termina generando”.

 

La Iglesia quiere influir

“Suelen caminar por ese filo de la navaja que es muy riesgoso porque puede ir para cualquiera de los dos lados y generar muchos problemas. Hasta ahora en el ámbito del mundo católico, la mayor parte de los creyentes no necesariamente siguen las recomendaciones de sus jerarcas religiosos porque hay todo tipo de inclinaciones políticas; hay panistas, priistas, perredistas, morenistas, hay de todo y esa influencia muchas veces se ha exagerado. Pero también ocurre al revés, cuando muchas veces la influencia es más provocada por los propios políticos que les otorgan una legitimidad a los dirigentes religiosos que no tienen”, puntualiza el investigador.

Cuestionado sobre el llamado voto de castigo que presuntamente se dio en las elecciones intermedias y que habría sido fomentado por la Iglesia católica, dijo que una parte importante del episcopado “al igual que el resto de la sociedad mexicana está muy dolida, lastimada y enojada y lo que hicieron fue expresar de alguna manera lo que la la sociedad mexicana estaba sintiendo. En ese sentido yo no creo que hayan empujado a un voto de castigo sino más bien, en todo caso, se atrevieron a acompañar ese sentimiento de molestia y de enojo que siente la sociedad mexicana”.

Sobre las diferencias existentes en el manejo de la Iglesia católica bajo el liderazgo de Norberto Rivera y ahora de Carlos Aguiar, el profesor del Colmex señaló que habría que fijarse más en el presidente de la CEM, monseñor José Francisco Robles Ortega, “quien ha sido muy crítico desde que llegó a la presidencia del CEM, ya que ha manifestado más abiertamente posiciones críticas mientras que a Norberto Rivera en realidad nunca lo vi de manera definida posicionándose a favor o en contra de una postura política porque siempre se acomodó a quien estuviera en el poder”.

Ausencia absoluta del Estado

Añade: “Carlos Aguiar está empezando y está siendo cuidadoso para no hacer pronunciamientos que lo involucren con alguno de los candidatos, pero lo que sí ha hecho es decir claramente que no va a dejar de señalar lo que le parece el camino correcto y orientar a los creyentes en su voto”, en el sentido de lo que “ellos moralmente creen que es lo mejor para la sociedad“.

“Tenemos un episcopado en general, no necesariamente intervencionista pero si más claro en su lógica de que no se quedarán callados si sienten que la sociedad mexicana está siendo lastimada y dañada en su propia perspectiva y lo van a decir ante un gobierno que sencillamente se ha mantenido mudo e inactivo frente a ese tipo de intervenciones”, puntualiza el especialista en religiones.

Advirtió que tenemos una ausencia absoluta del Estado, particularmente en estados azotados por la violencia como en Guerrero, “donde fue obvio con la intervención que tuvo el obispo de Chilpancingo  en sus pláticas con miembros del crimen organizado, pero también en otros casos, que no hay ninguna indicación, ninguna intervención del gobierno, ni claridad de lo que se busca”.

Al referirse a la posición que mantendrá la Iglesia católica en este proceso electoral, Blancarte aseguró que siempre juega a ganar y se acomoda con el candidato que resulte triunfador.

“Como siempre, está jugando su propio juego, establece su agenda, dice cómo quiere que sea la sociedad y luego se acomoda con el candidato que haya quedado. Si en algún momento apostó por un candidato, pero luego se da cuenta de que tampoco era necesariamente lo más ventajoso, se acomoda. En primer lugar no todos los católicos, como lo dije anteriormente, están a favor de una postura política, y el hecho de inclinarse por una postura también hace que muchos católicos se alejen de la Iglesia”.

“La postura de la jerarquía es más bien de imponer su agenda, no la de los católicos y se la impone a los políticos, gane quien gane y una vez que alguno haya triunfado, se dedica a presionar a esos políticos para instaurar su agenda. No juega a las elecciones, juega al ganador, a ganar”, finaliza el especialista.