Hoy resulta imprescindible un estudio más completo de las asociaciones filosóficas y religiosas entre culturas que tuvieron contacto durante más de 2000 años y que las investigaciones revelan. Me refiero a los nexos entre Oriente y Occidente. En el siglo XIX se descubrió el Elenchos, conocido como Philosophoumena, atribuido erróneamente a Hipólito. Se trata de un texto más o menos del año 230, en que se describe una gran cantidad de religiones (incluida la de los brahmanes de la India y la de los druidas celtas), astrólogos, magos y filosofías de diversa índole. La segunda parte de este tratado analiza las doctrinas gnósticas. Según Jean Filliozat, revela detalles exactos sobre los brahmanes. Esto implica que no sólo hubo intercambios comerciales entre India y Occidente, sino también culturales, pero ocurrieron ya desde antes de la llegada de Alejandro Magno al norte de la India en el siglo III a. de n. e. Michel Mourre menciona varias leyendas griegas que aseguraban que Pitágoras, Demócrito y Aristóteles viajaron a la India y allí recibieron doctrinas de los sabios. Aunque estas leyendas pudieron haber sido verdad simbólica, dejan ver el prestigio de Oriente a los ojos griegos. El filósofo y musicólogo griego Aristógenes cuenta que un hindú frecuentaba a Sócrates y le dijo un día que perdía el tiempo queriendo comprender al hombre, ya que, según el hindú, es imposible sin antes conocer a Dios. Pánfilo Eusebio, obispo de Cesárea (268-338) recogió el relato de Aristógenes en su Preparación evangélica. Filóstrates, en su Vida de Apolonio de Tiana, hace decir a un hindú llamado Iarchas “que todo conocimiento depende de sí mismo y que conocerse a sí mismo es saberse Dios”. Las investigaciones de los indólogos revelan que lo que dicen los personajes hindúes en estos textos se adecua al pensamiento del hinduismo, lo que significa que en Grecia se conoció aquél. Las ideas de los griegos eran diferentes: para ellos, al igual que Protágoras, el hombre era medida de todo.
La orientalista Ludwika Jarocka se pregunta: si Aristógenes escribió en la época en que Alejandro invadía la India, ¿cómo pudo inventar a un hindú diciendo ideas propias de su lugar de origen? En consecuencia, la relación entre India y Occidente se dio antes de Alejandro Magno a través de la corte de los reyes persas y de las rutas comerciales, y luego se acentuó en Alejandría, que era el paso de ida y vuelta a la India. Durante el siglo V a. de n. e., sostiene Jarocka, algunas mercancías de Oriente como el arroz, el sándalo y los pavos reales “se conocían por sus nombres hindúes entre los griegos y otros pueblos del Mediterráneo”. Está comprobado que hubo griegos que visitaron India e hindúes Grecia, pese al tradicionalismo de los eurocentristas. Apolonio de Tiana viajó a la India y relató las maravillas de esa nación y de los brahmanes (véase Ioan P. Couliano). Muchas concepciones del mundo viajan y existen indudables elementos orientales en las religiones y filosofías occidentales. Afirma Ludwika Jarocka: “al mismo tiempo que Alejandría concentraba en su puerto las riquezas materiales de la India, también se reunían en ella los sabios y eruditos de toda la región del Mediterráneo, ya que en ella se podían estudiar las ideas y las filosofías de Oriente. Por ejemplo, en Alejandría se podía indagar acerca del budismo, ya que los budistas establecieron en esa ciudad, que llamaba Alasandavihara, un floreciente convento. También se podía entrar en contacto con filósofos hinduistas, pues a la zaga de los budistas llegaron a Alejandría los brahmanes cuya colonia prosperó debido a que eran muy respetados por la vida sencilla y apartada que llevaban”.

Asimismo, está comprobado que Hispania tuvo contacto con India durante el Imperio Romano. Luego los árabes dominaron diversas regiones de España y de India (de donde tomaron el cero y el sistema decimal, el ajedrez y el Calila e Digna, entre otros descubrimientos, y los llevaron a Persia y al Occidente). En la Hispania romana existieron los “agápetas” (siglo IV), que practicaban el sexo como ritual sagrado. Los priscilianistas transgredían la “ortodoxia” católica y daban a las mujeres una importancia capital, como en el tantrismo hindú. Los erróneamente llamados “begardos”, cuyos procesos tuvieron lugar cuando el reino de Granada era aún árabe, insistían en que Dios puede verse dentro de uno mismo y que el acto sexual es lícito y natural. Estas tres sectas poseen sorprendentes coincidencias con el tantrismo, al igual que los alumbrados del siglo XVI, que florecieron en España y Nueva España.

