La Ciudad de México es una de las diez ciudades más pobladas del mundo; la significación tiene muchas consecuencias, sobre todo si se piensa que la sobrepoblación no se detiene; problemas de salud, habitación, alimentación, servicios fundamentales —como el agua—, así como de transporte público, vialidad, seguridad y violencia son temas ante los cuales los gobernantes y funcionarios ya están rebasados; porque, además, en sus decisiones no es infrecuente que se prioricen factores políticos e intereses económicos, sobre el bien común de los habitantes de la ciudad, cercana a los nueve millones de habitantes y cuya zona metropolitana rebasa los veintidós millones de habitantes; esta densidad urbana poblacional es la segunda en América Latina.

Amplia bibliografía

La vida de la capital del país es una de las más ricas en el mundo; el turismo ascendió en los últimos años, y según Euromonitor ocupa el lugar 78 por sus visitantes; nuestra ciudad, antes Distrito Federal, ocupa el segundo lugar, después de Londres, por el número de museos que alberga; el primero data de 1790; ahora existen 170 museos.

La Ciudad de México es un tema privilegiado en las universidades; urbanistas, arquitectos, diseñadores y humanistas de diversas disciplinas investigan, sitúan, realizan descubrimientos y reflexionan sobre múltiples temas que conciernen a los habitantes de la Ciudad de México. La preservación de la memoria es central en la conformación y fortalecimiento de las identidades; desde la memoria parten los recuentos y valoraciones, que a su vez sirven para resituar el pasado, se asienta en el presente y mira el futuro con los asideros de la historia y la autocrítica.

La literatura es uno de los mayores legados de nuestra historia cotidiana; costumbres, obsesiones, aspiraciones, imaginarios, ritos, fantasías y perversiones coexisten en individuos y sociedades.

La reflexión sobre la ciudad es un tema de filósofos como Walter Benjamin (en esa obra monumental, fragmentaria e inconclusa Los pasajes, cuyo eje es la ciudad de París); en México hay una larga tradición de escritores vinculados con la Ciudad de México; entre ellos, Ignacio Manuel Altamirano, Guillermo Prieto, Ramón López Velarde, Francisco Zarco, Manuel Gutiérrez Nájera, Amado Nervo, Alfonso Reyes, Renato Leduc, José Revueltas, Ricardo Garibay, Carlos Fuentes…

Uno de los mayores testamentos literarios sobre la capital de México, lo encontramos en La vida en México… —de Salvador Novo— dividida en periodos presidenciales, desde Lázaro Cárdenas (1934-1940) hasta Gustavo Díaz Ordaz (1964-1970), además de ser Novo un pionero en hablar por escrito —con humor y sarcasmo insuperables— de los bajos fondos, de las mazmorras del placer, sus centros de reunión y habitués.

Mosaico de la urbe

Ciudad y memoria. Literatura, música y radio en la Ciudad de México alimenta la amplia bibliografía sobra la ciudad capital como tema de estudio. Con una sola excepción, los textos compilados por el prolífico teórico e investigador Lauro Zavala pertenecen al área de Comunicación, Lenguaje y Cultura de la Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco.

Angélica Tornero en “Millonésima en el dolor y el placer de la Ciudad de México entre Eros y poiesis” describe la presencia de dos vertientes en los escritores mexicanos del siglo XIX al narrar la ciudad: ejemplos como Ángel de Campo y Federico Gamboa son seguidores de Flaubert y Zola; asimismo López Velarde coincide con Baudelaire.

Muchos son los factores que convierten la Ciudad de México en un lugar de la maldad (un ejemplo paradigmático se concentra en la novela Santa (1903) —de Federico Gamboa— que representó —en su versión cinematográfica— la primera película sonora en México). Otros factores sociales, como la emigración de las áreas rurales a la ciudad, los poetas provincianos que se embelesaron y tuvieron en la figura de la mujer un ideal, convertido, es natural, en obsesión. Una evidencia es Zozobra (1919); el cambio de geografía y ambientes procuró usos formales y estilísticos en la poesía de López Velarde.

Hacia 1869, Altamirano recordaba alarmado que “el centro dorado de México ignora que está rodeado de un cinturón de miseria y de fango”; esta realidad, siglo y medio después, se ha convertido en una monstruosa mandrágora, en medio del arrasamiento arquitectónico de la ciudad, la sepultura de sus ríos y una sobrepoblación que ya se extendió de las inmediaciones a la residencia masiva en los cerros, integrados como una anomalía a la fragmentariedad de la urbe.

“Palacios de tezontle”

Encontramos también en el mosaico descrito de la ciudad, en la voz, temperamento y circunstancias de distintos escritores del siglo XIX y XX, miradas, perspectivas y narraciones diversas que recupera también Álvaro Ruiz Abreu, quien esboza el ánimo, la devoción y el pesar de López Velarde; del avasallador Novo, crítico de la moral —entre el escarnio y la burla—, cuya Nueva grandeza mexicana (1946) actualiza La grandeza mexicana (1604) de Fernando de Balbuena.

Miroslava Calleja Sánchez reflexiona sobe la figura del flâneur y lo explica en José Joaquín Blanco, acaso el más significativo heredero del Carlos Monsiváis de Días de guardar (1970); el mejor ejemplo lo encontramos en Función de media noche (1981), un clásico de la crónica literaria. El flâneur sería definido por Walter Benjamin como “una suerte de topógrafo urbano capaz de descifrar en oso sus aspectos a la ciudad”.

Ciudad y memoria… incluye también textos de Josefina Villar, quien analiza la importancia de Emilio Ebergenyi y la ciudad, narrada y escuchada desde Radio Educación de 1974 a 2005. Silvia Gutiérrez Vivó observa la Ciudad de México como un cosmos, cuyos edificios, centros de reunión, teatros, parques, centros de trabajo, dan cuenta de una geografía afectiva de una insondable educación sentimental.

Desde el corpus bibliográfico sobre el tema, se podría trazar una enciclopedia de la historia cultural de la ciudad de los “palacios de tezontle”.

Ciudad y memoria. Literatura, música y radio en la Ciudad de México (Comp. Lauro Zavala), México, UAM-X, 2017.