Carlos Slim representa el éxito en los negocios y bueno sería tener muchos mexicanos como él, emprendedores, capaces de crear empleos y generar riqueza. Durante años abogó por la elevación de los salarios para fortalecer el mercado interno y evitar conflictos sociales. Lamentablemente, los gobiernos priistas y panistas no le hicieron caso y por eso estamos como estamos.
Slim es admirable también como promotor de la cultura y muy capaz de apostar fuerte en lo referente a inversiones. Es todo eso y más, pero no es infalible. Recordemos que compró en Estados Unidos una gran cadena de tiendas de computación, empresa en la que acabó perdiendo cientos de millones de dólares.
Sí, en efecto, es un gran empresario, pero también se equivoca. Ahora su mayor inversión se localiza en el nuevo aeropuerto, pero es obvio que ahí le falló el olfato, no tanto porque Andrés Manuel López Obrador llegue a suspender el proyecto, sino porque se trata de una obra que se construye en terreno fangoso, donde el temblor del 19 de septiembre de 2017 produjo en la pista principal un desnivel de cinco centímetros, lo que es peligroso para la aviación y una prueba más de que el terreno es inadecuado para un campo de aterrizaje.
Por supuesto, estando el proyecto a cargo del licenciado en derecho Gerardo Ruiz Esparza, llamado “el ingeniero socavón”, lo previsible es que con el nuevo puerto aéreo pase lo mismo que con otras obras de su responsabilidad o con la autopista a Acapulco del salinato, que por mal construida ha costado y sigue costando a los contribuyentes sumas cada vez mayores.
Dice Slim que la nueva terminal “representa bienestar para cinco millones de habitantes de la parte más marginada de la Zona Metropolitana del Valle de México” y que en diez o quince años “se abatiría la marginación y crecería la clase media”. Si lo anterior fuera cierto, toda el área que rodea el actual aeropuerto, construido en los años cincuenta, sería más próspera que las Lomas de Chapultepec, pero lo cierto es que las colonias Moctezuma, Peñón de los Baños, Aragón, la Cuchilla del Tesoro, El Arenal, la Federal y otras siguen siendo pobres.
Slim tiene derecho a defender su inversión y los que pagaremos su error —esto es, todos los mexicanos— tenemos aún más derecho para considerar que se equivoca en perjuicio nuestro. Por supuesto, es inadmisible eso de que “los aspirantes a la Presidencia no deben opinar sobre la construcción del nuevo aeropuerto”. Sí, sí pueden, como lo hacen los representantes del gobierno y puede hacerlo cualquier mexicano. ¡Faltaba más!