A las 18.01 horas del jueves 4 de abril de 1968 —hace medio siglo—, la bala de un rifle Remington-Peters, calibre 30.06 mm le atravesó el cuello y le destrozó la columna vertebral al activista y pastor Baptista Martin Luther King (Atlanta, Georgia, EUA, 15 de enero de 1929-), de 39 años de edad. Esa tarde, en Memphis, Tennessee, no solo la Unión Americana sino el mundo entero acababa de perder a un hombre justo. Como uno más de los grandes personajes de la historia, Martin Luther, al morir, ya era eterno.

La juventud le impulsaba a acometer todas las batallas en pro de los suyos, enarbolando la desobediencia civil para desarmar a todos sus adversarios: los racistas y los intolerantes. Su oratoria era su principal arma (2,500 discursos), lo que le valió recibir el Premio Nobel de la Paz (1964), para avivar el alma de millones de estadounidenses y denunciar la injusticia de muchos hombres que convirtieron en esclavos a otros solo por no tener el mismo color de piel. Con su “I Have a Dream”, King incitó, y continúa haciéndolo, a todos los seres humanos (no solo a los negros) a luchar por su libertad, que como dice don Miguel de Cervantes Saavedra, en la segunda parte, capítulo LVIII del Quijote de la Mancha: “La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos, con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra…”

Martin Luther fue ordenado ministro en la iglesia baptista en 1947, y fue enviado como titular de una parroquia negra en Montgomery, Alabama. Ahí, exhortó a sus feligreses a boicotear el servicio de los autobuses municipales, y con esto en 1956 logró una primera victoria contra la segregación social en los medios de transporte popular. Al año siguiente fundó la Conferencia de los Líderes Cristianos del Sur (SCLC), que organizó boicots mediante las “marchas de la libertad”, con los sit-in —los que “se sientan atrás”— y luchó para que desapareciera la segregación en las escuelas y en los edificios públicos. Reunió a su alrededor una entusiasta juventud universitaria, unificada en el Comité de Coordinación de Estudiantes no Violentos. Su actividad pacífica alcanzó su apogeo a principios de los años 1960, y, el 25 de agosto de 1963, Martin Luther King desarrolló, en Washington, una espectacular Marcha de la Libertad en la que participaron alrededor de 300,000 personas.

Laureado con el Nobel de La Paz al año siguiente de la gran marcha en la capital estadounidense, el carismático pastor Baptista fue rebasado por los movimientos negros extremistas como los Black Muslims (Musulmanes Negros) de Malcolm X y el Black Power (Poder Negro) de Stockely Carmichael. A partir de 1965 inició varios movimientos no violentos en el Oeste y el Norte de EUA, en California, en Cleveland y en Chicago. Y en 1968 fue asesinado por un blanco con antecedentes criminales, James Earl Ray, de 40 años de edad, que después de matar al pastor, huyó al extranjero y fue detenido hasta el i8 de junio en Londres. Lo extraditaron a EUA, donde se le juzgó y se le condenó a cadena perpetua. Las secuelas del asesinato todavía están vivas. Pero eso es otro tema que algún día trataremos.

El crimen originó muchas revueltas de protesta por la comunidad negra en varias ciudades, que causaron muertos y heridos. En el remolino, murieron 43 personas, 3,500 resultaron heridas y 27,000 fueron arrestadas. Sin duda, el sacrificio de Martin Luther King no pasó inadvertido, aunque a medio siglo de distancia, todavía persisten en la Unión Americana las teorías conspiratorias y el racismo, así como la desigualdad social. Razón por la cual hay que decir que el disparo que causó la muerte del carismático activista “aún resuena” en Estados Unidos de América.

King había acudido a la famosa ciudad de Memphis —que se convirtió en leyenda popular por la presencia del inolvidable Elvis Presley, otro icono estadounidense del siglo XX—, para apoyar la huelga de los basureros negros. El conflicto era un episodio más de la brecha social que dividía a la Unión Americana. Resulta que cuando llovía en Memphis se suspendía el servicio del levantamiento de la basura. Práctica común. Pero, resulta que los trabajadores blancos sí cobraban su salario aunque no hicieran su trabajo, mientras que los negros no eran tan afortunados.

La clara discriminación en este problema dio pie a una serie de protestas cada vez más violentas, incluso un joven negro fue asesinado. King temió que estas manifestaciones terminaran con gran derramamiento de sangre. Por eso acudió a Memphis, para encabezar la marcha de los suyos y tratar de quebrar a sus adversarios por medio de su método preferido: la desobediencia civil.

King se alojó en el Motel Lorraine. Primer piso, habitación 306. Tenía cita con unos amigos para cenar el jueves 4 de abril de 1968. Nunca llegaría. El mismo, una noche antes, en su último sermón King —en el Templo Obrero de Memphis—, dio a sus palabras un tono profético citando el Deuteronomio, habló de la proximidad de su fin: “No sé que ocurrirá ahora. Tenemos días difíciles frente a nosotros. Como a todos, me gustaría tener una vida larga. Pero eso ahora no me preocupa. Solo quiero cumplir la voluntad De Dios. Y él me ha permitido subir a la cima de la montaña. Y desde ahí he visto la tierra prometida. Puede que no llegue a ella con ustedes. Pero quiero que esta noche sepan que nosotros, como pueblo, alcanzaremos la tierra prometida. Y estoy feliz por ello. Nada me preocupa. No temo a ningún hombre…”

A medio siglo de los hechos, la cuestión racial en los dominios del Tío Sam —nunca mejor representado que ahora por el mentiroso y extravagante “tiro rápido” Donald John Trump—, la cuestión racial en la Unión Americana sigue en debate. El que nace “afroamericano” en territorio estadounidense tiene el doble de riesgo de caer en la pobreza que un blanco. En la mayoría de los casos su vida será más difícil. De acuerdo a las estadísticas la comunidad afroamericana sufre tres veces más expulsiones y suspensiones escolares, su ingreso medio familiar representa la mitad de la de los blancos. Además, aunque los afroamericanos solo representan el 13% de la población de la Unión Americana sufren el 40% de las detenciones por drogas. De acuerdo con un estudio del Pew Research Center, el 61% de la población nacional (88% en el caso de los negros, 55% en el de los blancos), admite que aún falta mucho para lograr la igualdad racial. El caso es que los crímenes raciales continúan y Donald Trump se ha mostrado incapaz de sofocar el odio entre blancos y negros. Por el contrario, lo ha avivado.

Con motivo del quinquagésimo aniversario del asesinato de King, regresó a la escena del crimen Jesse Louis Jackson (Greenville, Carolina del Sur, 8 de octubre de 1941), famoso activista de los derechos civiles que acompañó al mártir en sus últimos momentos en Memphis. En una entrevista periodística el todavía influyente llíder afroamericano del siglo XX en EUA, recuerda que en la noche del jueves 4 de abril de 1968 él y otros compañeros cenarían con Martin Luther, pero no pudieron hacerlo porque antes lo mataron.

El ex candidato a las primarias presidenciales del Partido Demócrata en 1984 y 1988, especifica el legado de Martin Luther: “Fue un líder pacífico, que basó su fuerza en el poder de la fe. Su movimiento se enfrentó a la segregación y la humillación. Pese a todas las resistencias que halló, demostró que se podían cambiar las leyes y logró consolidar el derecho del voto. Ese fue su legado fundamental. Porque el voto es el arma que nos permite contestar a los ataques y que 40 años después del asesinato de King dio dos veces la victoria a Barack Obama. Con el voto hemos ganado en el último año en Alabama, Pensilvania, Virginia…y lo haremos en noviembre en el Congreso”.

Y abundó con la política de Donald Trump en referencia al ex presidente Barack Hussein Obama: “Trump alimenta los miedos de los blancos. Pero su política debilita a los mismos blancos. Por ejemplo, con su constante del Obamacare, les deja sin sistema sanitario. Juega con la ignorancia y la falsedad. Miente sobre la inmigración, los muros. No tiene vergüenza ninguna como demostró en el crimen racista de Charlottesville”.

Jackson recuerda con cariño a King y sus triunfos, pero no soslaya que la desigualdad económica continúa y crece. “En muchos campos de juego vamos juntos, pero fuera aún vivimos separados”, enfatiza.

King, a 50 años de muerto, su “I Have a Dream” está mas vivo que nunca. VALE.