Está demostrado que las predicciones de los expertos en estudios demoscópicos suelen fracasar rotundamente, porque los números fríos no captan las emociones que afectan el voto popular, que lamentablemente no nace del análisis y la inteligencia, sino de una acción emotiva y pasional que puede generarse aún en el último minuto frente a la urna. Claro que no todo es así, existe un voto llamado duro, que corresponde a la clientela política de los partidos que ya comprometieron su voto a cambio de amistad, de favores o de intereses.

En las elecciones del 1 de julio votará aproximadamente 60 por ciento del padrón electoral, lo que representa alrededor de 50 millones de votos, de los cuales es muy probable que la mitad esté comprometida con los partidos políticos.

Pero, veamos cómo están integrados estos partidos en función de su voto duro:

El PAN, partido de prosapia democrática y de reconocida lucha, nace como un valladar al cardenismo, a la reforma agraria y a la expropiación petrolera; se forma con gentes inteligentes y altamente conservadoras. Sin embargo, el día de hoy se quebrantó totalmente frente a la ambición de Ricardo Anaya, que ha pisoteado conciencias y amistades para su relampagueante carrera, en ese proceso dejó en el camino muchos muertos, como a los expresidentes Fox y Calderón, a Gustavo Madero a quien traicionó y ahora le entrega un escaño y, por supuesto, a Margarita Zavala, quien encabeza las preferencias de un numeroso grupo de panistas de vieja ideología fundamentada en el bien común y en los principios originales de este instituto.

El PRD, antiguo y magnifico combatiente, integrado por tribus, se quedó solo con “los Chuchos”, quienes ni siquiera fueron capaces de obtener la candidatura de la jefatura a la Ciudad de México, que entregaron a Alejandra Barrales en una negociación con Mancera, a quien también lo harán senador al igual que Patricia Mercado. Perdió los grupos de las tribus y su clientelismo y va a perder la Ciudad de México, porque los auténticos panistas jamás votaran por Barrales.

Morena es una partido unipersonal, por el largo trabajo de campo que ha realizado su líder —quien define desde su autoritarismo y soberbia todas las decisiones de este movimiento—, ha logrado una fuerte presencia en diversas entidades federativas, cuya cohesión se establece bajo la premisa de la crítica al sistema y del apoyo fanático a su dirigente. Hoy tiene el segundo lugar del voto duro de los partidos.

El PRI, al que le debemos estabilidad política y desarrollo económico, a ese PRI vilipendiado, que parece que nadie quiere, habrá que recordar que tiene un núcleo firme y fiel de ciudadanos honestos, amas de casa, comerciantes, campesinos, en todos los rincones de la república, que nada tienen de corruptos, a quienes se agravia estúpidamente hablando de un partido corrupto, que solo demuestra la ignorancia y la mala fe de quienes así lo califican. Esta firme base electoral genera, a no dudarlo, el primer lugar del llamado voto duro.

Asimismo, el PRI es el partido de la unidad que logró la institucionalización del movimiento revolucionario, es la construcción del constitucionalismo de las garantías sociales, es el desarrollo de la infraestructura nacional y del sistema educativo como uno de sus elementos más importantes; en fin, el PRI es el edificio social de la república.

Los partidos no son corruptos, sus integrantes y dirigentes pueden serlo y de hecho pululan en todas las estructuras partidistas, pero no se puede generalizar a la institución.

Ni los debates ni las encuestas hacen presidentes; los presidentes se hacen mediante la votación seria, decidida y patriótica de un pueblo que cree en la libertad del futuro.