Madrid.- Noticias falsas las ha habido siempre, de la mano de la ignorancia en ocasiones y casi siempre del interés. Colar una mentira puede ser crucial para apuntalar una trayectoria académica, política, económica o, en términos generales, social. El fundamento queda claro: si cuela, cuela. Y cuela muchas veces.

Ahora a las mentiras generalizadas las llamamos fake news —mantengamos la expresión original, convertida ya en nombre propio—; buena idea ha sido la de bautizar esa manipulación, de tanto calado en el mundo actual, que desafía a la realidad con una alternativa, imaginaria al principio pero con intenciones de suplantar a la verdadera. Se trata de subrayar el trazo grueso ignorando todos los matices intermedios y, en la tesitura de tener que optar por una de los dos opciones extremas, colarnos la que interesa.

Lo hemos visto en España como estrategia perfecta con motivo del proceso de separación catalán, donde que lo que ha contado desde el principio para los independentistas es eliminar los detalles enojosos de la realidad para imponer la ficción. Hasta Noam Chomsky —que se suponía el paradigma mismo del pensamiento crítico­— ha mordido ese anzuelo.

Pero no es para menos porque, en realidad, lo que hacen las fake news es aprovechar las emociones más primarias. Libertad frente a tiranía. Democracia contra dictadura. Los derechos están por encima de los deberes. Con el añadido imprescindible de que quien dice lo que son la libertad, la democracia y los derechos soy yo; quien me lo discuta pasa a engrosar de forma automática las filas de los opresores.

Gracias a la extensión de las fake news aparecen episodios que serían divertidos de no resultar patéticos. Nada menos que la alcaldesa de una de las ciudades más cultas e importantes de Europa, Barcelona, ha tachado de fascista al almirante español Cervera, héroe de la Guerra de Cuba, cuyas ideas puede que se puedan interpretar pero no la fecha de su muerte: 1909.

Lo que se dice todo un adelantado, habida cuenta de que los Fascios Italianos de Combate se fundaron una década después. Por si la alcaldesa está pensando en elevar la condición del almirante a la de nazi, la primera revuelta de Hitler fue en 1923 y la publicación de Mein Kampf dos años más tarde.

Las mentiras suponen el eje principal ejes de la política de hoy. Se diría que mentir es la condición necesaria para lograr una carrera política de éxito porque, de lo contrario, se está en manos de quienes cuentan las cosas como más les conviene. Y los ejemplos de que es así, abundan.

Sale ahora a la luz la noticia de que Donald Trump engañó al periodista Greenberg en 1984 para conseguir que la revista Forbes le considerase mucho más rico de lo que ya era. Le salió bien. Las mentiras son muy eficaces cuando caen en terreno fértil y el nuestro de ahora mismo es mucho más indicado para que las fake news prosperen. Orwell tendría que haber situado su novela en 2018.