Sergio Pitol vivió la novela de su vida. Sus primeras páginas, marcadas por la orfandad, no fueron más que la antesala del infinito viaje que nos cuenta su pluma. Enrique Vila-Matas, quien lo consideró el mejor escritor en lengua española de nuestro tiempo y su maestro, lo definió como un autor de patria perdida, un extranjero del mundo.  Y es que vivir en Veracruz, el lugar donde termina y empieza el planeta para un mexicano, le significó a Pitol la trascendencia del tiempo y el espacio petrificados.

 Desde los albores de la infancia, Sergio Pitol supo siempre que el verdadero hogar estaba donde estaban los libros, que nunca se van hasta que se olvidan, y por eso tuvo en su biblioteca la mejor prueba de que el universo se expande. Dominó siete lenguas y a lo largo de los años realizó una formidable labor traduciendo a Chejov y Kolakowski, por mencionar a algunos. Llevar la sensibilidad del hielo al trópico, habla de un prodigioso sentido literario que nunca pudo quedarse encasillado en su faceta de lector y terminó aumentando esa biblioteca ahora con espejos, con sus propias obras.

“Autobiografía enmascarada”

Juegos florales, El desfile del amor, El tañido de la flauta, El mago de Viena, Domar a la divina garza son algunos de los títulos que Pitol puso a las formidables narraciones que salían de su genio.  Muchas de ellas le acompañaron, sea como ideas, notas o manuscritos a los más diversos lugares del mundo a donde su asignación diplomática lo llevaba: París, Varsovia, Budapest, Moscú y Praga, entre otros.  Su vida era la de un explorador que escribe lo que vive y lo vuelve real a los ojos de quienes solo pueden imaginar.

Sus premios y distinciones son un agradecimiento, tal vez insuficiente, a esas ilusiones. El Premio Internacional Alfonso Reyes, el Premio Herralde de Novela y el Premio Cervantes destacan entre ellos como una aplauso tangible de sus lectores y condensan junto con sus creaciones los mejores capítulos de su historia.

Al preparar para el Fondo de Cultura Económica su Obra reunida, se atrevió a la temible tarea de recorrer, en el transcurrir de las páginas, la crónica de su existencia.

“Estaba frente a una autobiografía enmascarada —dijo—, que quizás sería el único en descifrarla. En algunas partes he declarado que la literatura hace conectar todas las épocas de mi vida y les da una unidad: la infancia, los viajes, la escritura y la lectura, los sueños, una amplia variedad de sentimientos, desasosiegos, victorias, lecciones, desdichas, temores, hasta llegar a la vejez y la proximidad de la muerte”.

Hoy, Sergio Pitol ha llegado a ella. Fiel a si mismo  nos ha demostrado que quiere seguir viajando. Ya nunca volverá, pero su paso por el mundo queda como el del extranjero que siempre será extrañado donde queden sus libros.

Sergio Pitol nació el 18 de marzo de 1933 y falleció el 12 de abril de 2018, a los 85 años de edad.