Los debates en México entre los candidatos presidenciales generalmente han sido aburridos e inocuos por su formato rígido y acartonado, debido a que los han establecido los propios partidos políticos.

En esta ocasión, los debates los promueve y organiza el propio Instituto Nacional Electoral (INE) que hace un experimento novedoso, un poco copiando los debates de Estados Unidos, con la enorme diferencia de que allá existen solo dos partidos políticos y aquí habrá cinco contendientes. Lo primero que esperamos del debate, valga la redundancia, es que efectivamente haya debate.

Al respecto, el primero será conducido por tres destacados periodistas, Denise Maerker, Azucena Uresti y Sergio Sarmiento, y estos tendrán la posibilidad —interesante por cierto— de hacer preguntas que desconocen los candidatos y, por otra parte, también pueden interrumpir para aclarar el tema. El segundo debate habrá de realizarse a través de 40 ciudadanos, escogidos al azar por la empresa que al efecto ha contratado el INE. Y el tercero será con interrogantes que planteen ciudadanos a través de las redes sociales.

Esta nueva estructura, si no garantiza, al menos pretende darle mayor agilidad a este ejercicio, lo que probablemente lo haga más interesante.

Naturalmente el que recibirá mayores ataques será el puntero López Obrador, a quien seguramente le exigirán que aclare sus finanzas personales, sus concepciones sobre la sociedad civil, a la que recientemente desdeñó…

El que se verá más avezado será Ricardo Anaya, por su capacidad y oratoria, que es indudable, pero al mismo tiempo, seguramente Margarita Zavala y José Antonio Meade sacarán a relucir la poca transparencia de su patrimonio personal.

En realidad el tema que está anunciado para este primer debate en la Ciudad de México será el de política y gobierno, con los subtemas: combate a la corrupción e impunidad; seguridad pública y violencia; así como democracia, pluralismo y derechos de grupos en situación de vulnerabilidad.

Los debates no deciden las elecciones, pero pueden influir de manera importante como sucedió en 1960 en la elección entre Kennedy y Nixon, o como también aconteció en México cuando en 1994 Diego Fernández de Cevallos obtuvo una clara victoria en sus planteamientos.

Los cinco candidatos se proclamarán triunfadores y sus voceros así lo afirmarán en el llamado posdebate que realizarán todos los medios.

Esta es la primera gran oportunidad de que se escuchen las opiniones, que esperamos sean inteligentes, concretas y lúcidas, lo que le permitirá al espectador apreciar en cuál de ellos existe mayor rumbo y destino. En ese sentido, el más sólido será Meade.