Convirtieron a Andrés Manuel López Obrador en el pararrayos de los ataques de los cuatro candidatos presidenciales restantes, a dos meses y días de la elección.

José Antonio Meade reta, y ordena, “Andrés Manuel: acepta debatir cada semana; quien no debate no merece gobernar… ¡Frenemos a López Obrador!”

Ricardo Anaya asegura y propone: “Es un hecho, el PRI sale del poder, y gana el cambio; el cambio viejo y deshonesto de López Obrador, o el que yo propongo. Nuevo y progresista”.

Margarita Zavala enfrenta: “López Obrador perdona a corruptos y criminales; provoca la impunidad. Yo deseo un México respetuoso de la ley, y los criminales a la cárcel”.

Jaime Rodríguez embronca el ambiente: “INE mintió, Trife hizo justicia; que se cuide López Obrador, ¡voy por él!”

Lo que se opone, apoya; lo que no mata, fortalece; el mal ataque se convierte en auxilio.

Esas tres expresiones populares, veraces en inicio, se desprenden del pensamiento de tres personajes, respectivamente: el científico inglés Isaac Newton (1642-1727) con su tercera ley; el filósofo alemán Federico Nietzsche (1844-1900) en El ocaso de los ídolos; y el general chino Sun-Tzu (544-496 antes de n. e.) en El arte de la guerra.

Física, filosofía y milicia aconsejan no oponernos cuando con ello apoyamos; no intentar matar si esa actitud fortalece, y no atacar mal, pues con eso sólo auxiliamos.

Todos contra López Obrador es una idiotez antañona que sigue prevaleciendo, y que lo ha engrandecido.

Independientemente de las cualidades y experiencias de López Obrador, que las tiene, sus propios contendientes utilizan tiempo, espacio y dinero, para publicitarlo más.

Y con esos adversarios que le conquistan adeptos, López Obrador puede en cómics externar tonterías: “Un aeropuerto que no debe aterrizar”; pues ni debe ni puede, ya que ningún aeropuerto ha aterrizado hasta el día de hoy. Comúnmente, los aviones son los que lo hacen.

Otra: “en nuestros mítines nos están robando las credenciales de elector”, ¿pues no que muy honrados?, ¿qué tipo de asistentes tiene?

Meade versifica mal, y confiesa: “Andrés, perderás otra vez… No temo a López Obrador, temo a sus propuestas”; contrario a esta aseveración, yo no temo a sus propuestas, le temo a López Obrador; claro, utilizando el verbo “temor” en su acepción de incertidumbre.

¿Qué promete López Obrador?: terminar con la mafia en el poder, de acuerdo; acabar con la inseguridad, de acuerdo; desaparecer la corrupción, de acuerdo; pedir auxilio al Papa, a todo el mundo para pacificar a México, de acuerdo; cobrar la mitad del salario, él y todos sus colaboradores, de acuerdo; vivir en un departamento y no en Los Pinos, y manejar su pequeño automóvil, de acuerdo; organizar su gabinete con gente honrada, trabajadora y capaz, de acuerdo (pero conforme con su prematuro listado hay ahí gente ratera, floja e incapaz); construir un aeropuerto mejor que el se edifica a un costo cien veces menor, de acuerdo; etcétera.

Temo que su gran éxito electoral se convierta en enorme fracaso administrativo. Temo más por México que por él.