Al ver el mapa de Centroamérica, destaca un pequeño cono que comunica el istmo con Sudamérica. Luce como si fuera un refuerzo a esa franja territorial sin la cual se fracturaría la región. Se trata de Nicaragua, el país centroamericano más grande con dos importantes salidas al Atlántico y al Pacífico. A lo largo de su historia política contemporánea han prevalecido las dictaduras, como fue el caso de la familia Somoza que gobernó el país con mano dura desde 1934 con Anastasio Somoza padre hasta 1979, año en que su hijo, también de nombre Anastasio, fue derrocado, y se exilió en Paraguay.

Durante los años setenta, la situación de Nicaragua acaparaba los encabezados de los diarios internacionales. Los abusos cometidos durante la guerra civil inspiraron filmes como Bajo fuego, dirigida por Roger Spottiswoode en 1983, que marca la difícil vida de tres corresponsales estadounidenses en los momentos más relevantes del derrocamiento de Somoza.

La llegada del líder del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), Daniel Ortega, fue vista en su momento como una solución a los problemas de una Nicaragua agobiante tras una lucha fratricida, en medio de un caos social y una pobreza endémica que afectaba a millones de personas, mientras la familia Somoza atesoraba cientos de millones de dólares que escondió en el extranjero. Su gobierno de corte populista se extendió hasta 1990. Una coalición liderada por la liberal Violeta Chamorro logró sacarlo del poder ese mismo año. Para 2006, el Ortega que vestía la pañoleta roja del sandinismo y que alguna vez ocasionó que el presidente estadounidense George Bush lo criticara diciendo que parecía más un boy scout que un mandatario, cambió su estrategia política y abrazó un cristianismo pacifista, con el que logró convencer al pueblo de reelegirlo.

A partir de entonces, Ortega ha gobernado el país con una tendencia populista disfrazada de cristianismo, con el que ha logrado allegarse aliados regionales como Venezuela, bajo la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), creada por Hugo Chávez en respuesta a los gobiernos liberales de la región. A partir de este acuerdo, Nicaragua se ha beneficiado sobre todo de las facilidades en el suministro de energéticos.

Su gobierno entró en conflicto luego de que el pueblo le exigiera dejar el poder el 18 de abril pasado. Cientos de miles de nicaragüenses invadieron las calles para pedir democracia, justicia y apego a los derechos humanos, condiciones que han estado ausentes durante sus administraciones. La protestas fueron desencadenadas por la represión que hizo de manifestantes que se oponían a las reformas al seguro social, que obligan a los patrones, cotizantes y jubilados a dar más aportaciones para evitar la quiebra del Instituto Nicaragüense de Seguridad Social (INSS), prácticamente en bancarrota desde hace más de cinco años. Tras quince días de protestas, la cifra de muertos ocasionados por sus guardias de choque suman ya más de 40, además de una cantidad imprecisa de desaparecidos.

Para la comunidad empresarial nicaragüense, la medida planteada por Ortega solo conllevaría a más desempleo, más informalidad, menos consumo y menos competitividad. “Esto va a tener obviamente un impacto en el clima de negocios”, decretó el presidente del Cosep, José Adán Aguerri.

La dureza de su gobierno lo ha desprestigiado incluso ante sus propios simpatizantes, quienes le critican la toma de decisiones sin consulta popular, como el caso del Canal Transoceánico, un megaproyecto que cedió al empresario chino Wang Jin, con un costo de más de 50,000 millones de dólares. Los campesinos se oponen a su construcción porque afectará sus tierras y creará un desastre ecológico en la zona.

Bajo este panorama, expertos internacionalistas como Félix Madariaga, afirman que las protestas suscitadas en la capital Managua, son el resultado del hartazgo popular respecto a un gobierno de Daniel Ortega cada vez más dictatorial. El también presidente del Instituto de Estudios Estratégicos y Políticas Públicas, asegura que el mandatario nicaraguense ha favorecido con descaro a grupos empresariales con los cuales ha estado en contubernio para enriquecerse a costa de violaciones a los derechos humanos y a las libertades públicas.  Esta es la entrevista que concedió a Siempre! vía correo electrónico desde Managua, Nicaragua.

¿En qué circunstancias tienen lugar las protestas contra Daniel Ortega?

En la superficie, las protestas contra Daniel de Ortega se dan en el marco de una reforma al sistema de seguridad social luego que dicho sistema haya quebrado como resultado de malos manejos y corrupción. Estas reformas leoninas no sólo empeoran la situación del sistema sino que son tremendamente injustas para trabajadores, empleadores y personas en situación de retiro. Sin embargo, en un sentido más profundo, las protestas son más bien una expresión de la indignación acumulada de más de once años de abusos de poder de un sistema que pasó de ser un régimen autoritario a una dictadura. El tema de seguridad social pasa a segundo plano, y se convierte en una ola espontánea de ciudadanía autoconvocada que exige libertades y la salida de Ortega y su esposa, del poder.

Descontento popular

¿Cómo se encuentra la situación para los llamados países del ALBA, con Nicaragua en jaque ahora?

Se encuentra más debilitada ya que si bien Nicaragua nunca fue un país clave para el Alba en sentido económico, política o militar, sí lo fue como modelo. Había quienes argumentaban que Daniel Ortega había logrado un modelo moderado de autoritarismo estable o de populismo responsable. Había logrado además un acuerdo con los principales grupos económicos de Nicaragua donde a estos grupos familiares se les permitía enriquecerse bajo un esquema fiscal muy favorable a los grandes capitales, a cambio de hacerse de la vista gorda ante las violaciones a los derechos humanos y a las libertades públicas. Al caerse la máscara de Ortega queda claro que ninguna de las versiones del modelo populista y autoritario del Alba, funciona.

Derrocamiento a la vista

¿Cuál es la posible prospectiva de Nicaragua tras estas protestas?

Nicaragua vive su proceso más esperanzador para la democracia desde 1990 cuando se dio el fin de la guerra y las primeras elecciones libres en nuestra historia. Es posible que este proceso sea aún más transformador porque ha sido espontáneo, sin armas, liderado por jóvenes y estudiantes y sin ningún partido político de por medio. No obstante, es difícil ser optimista ante un régimen que asesina a más de 45 jóvenes que protestaban pacíficamente. Las prospectivas dependen en gran parte de la capacidad de la ciudadanía de continuar movilizada pacíficamente en las calles como ha sido hasta ahora, y además del rol que pueda jugar la comunidad internacional en presionar por una transición hacia la democracia. Si ambos factores fracasan—la movilización y la presión internacional—el país tendrá un oscuro pronóstico en vez de las posibilidades de su más bella primavera.