La crítica convertida en sistema es la negación del

conocimiento y estimación de las cosas.

Henry F. Amiel

Ni las mentes más lúcidas de nuestros pensadores y analistas aceptan los tímidos diagnósticos que apuntan que, por alguna razón, pareciera que la democracia se nos indigestó.

La utópica concepción de la democracia con que llegamos a la transición, con la ingenua creencia de que tenían razón nuestras elites ilustradas al presentarlos a la falta de democracia como la raíz de todos los males de la república, empieza a provocar esos tímidos diagnósticos de las más críticas organizaciones de la sociedad civil.
Por supuesto que nadie ha difundido ni se ocupa de elaborar ensayos y tesis sobre las conclusiones de algún informe de México Evalúa, en el cual se reconoció que el federalismo mexicano está descoyuntado y eso ha creado dificultades serias para la gobernabilidad, la cual, aceptan, era posible durante los gobiernos del partido hegemónico del siglo pasado.

Aunque suene a herejía, lo que el citado diagnóstico quiso decir, parafraseando a un clásico más que reciente, es que la gobernabilidad estaba mejor cuando gobernaba hegemónicamente el PRI.

No lo dijo así, por supuesto, porque sería una herejía políticamente incorrecta. Eso, sin embargo, ha impedido que a partir de esos diagnósticos se exploren fórmulas que permitan que, sin ceder en los avances democráticos conseguidos, se pueda restablecer la gobernabilidad en nuestro descoyuntado federalismo.

El mejor ejemplo es la creciente violencia, no solo la de la delincuencia organizada, sino la de la delincuencia común y, como resultado del relativismo moral prevaleciente, ahora hasta se enfrentan acciones delincuenciales con la complicidad de algunas comunidades pequeñas.

El hecho es que, pese a las declaraciones, a la Presidencia de la República se le despojó de tantas facultades, en aras de la democracia, que en estricto rigor cada día es más difícil que, legalmente, el gobierno federal pueda obligar a los gobiernos estatales y municipales a cumplir con sus responsabilidades más básicas.

Por eso, quien esto escribe está seguro de que una vez pasada la borrachera de la democracia del sufragio efectivo, llegó la hora de afrontar la resaca que implica que las élites políticas y económicas de la república empiecen a asumir la responsabilidad de que nuestro federalismo vuelva a ser gobernable.

Un primer paso sería que dejáramos de criticar todo por sistema. Así de fácil, así de difícil.

jfonseca@cafepolitico.com