Froilán Esquinca Cano

Durante años, el establishment ha enfocado todo su esfuerzo en darle una concepción peyorativa al populismo. Sin embargo, populismo es la verdadera solución a las demandas sociales incumplidas desde la época de la Revolución.

Durante décadas, el gobierno de elites en nuestro país ha sido caracterizado por la generación de riquezas mediante la extracción y sin sustentabilidad. Ante las consecuencias inminentes de su capitalismo voraz, decidieron dar una batalla parcial al cambio climático con instituciones y legislaciones. Sin embargo, olvidamos que en toda política pública existen tres ejes necesarios para su éxito: político, económico y social; y han olvidado el social.

No hemos logrado entender que las reclamaciones sociales más básicas no radican en las consecuencias de la globalización como “la generación de monopolios debido a la apertura comercial extranjera”. No es así. Las reclamaciones más básicas hoy y antes están en la dignificación del ser humano.

Y no hay respuesta más básica ante la reclamación, ante la injusticia social, que el populismo. El presidente con mayor aprobación en Estados Unidos ya lo dijo: El populismo no es otra cosa que un Estado preocupado por la gente que gobierna. Es la protección de los menos contra los grandes intereses garantizándoles educación, salud y, ante todo, una vida digna.

El populismo es la respuesta estructural a la falta de condiciones para el desarrollo humano en condiciones igualitarias y, sobre todo, dignas. Es una construcción humana cuyo sujeto y objeto directo es la vida humana en concreto; no es más que la construcción de un “nosotros”. Debemos quitarle el sentido político peyorativo a las acciones “populistas”, que daña más que abona a la atención de demandas sociales.

Dentro de este cúmulo de injusticias a las cuales estamos urgidos a responder, se encuentra una, sin la cual es imposible la realización de cualquier otro derecho humano salvaguardado en cualquier carta magna: el derecho al agua.

Antropológicamente, el agua y el humano son uno mismo. Desde el origen de los asentamientos humanos de manera histórica, hasta su concepción como parte fundamental de las funciones químicas y biológicas del cuerpo humano. Sin dimensionar la importancia del agua, estamos perdidos. Su ausencia no solo explica migración o desplazamiento, no solo explica caminar 40 mil millones de horas; su ausencia ha significado la muerte de cerca de mil niños al día.

Cerca de una quinta parte de la población mundial vive en áreas de escasez de este recurso vital, su ausencia es la causa número uno de una vida no digna, y atenderla, por definición, se convierte en populista.

El agua es un derecho de todos, al igual que la vida digna. Es por este motivo que la Asamblea General de las Naciones Unidas reconoció, el 28 de julio de 2010, el derecho humano al agua y al saneamiento, reafirmando que estos derechos son indispensables para la vida humana digna. En seguimiento de estos hechos, el Estado mexicano reconoció este derecho, incorporándolo en el texto constitucional en febrero de 2012.

No estamos en tiempos de discutir si una política es populista o no; estamos en tiempos de actuar y de atender las injusticias sociales. Atender la falta de agua en el mundo, y en nuestro país es una medida por definición populista, y cuya atención es un mandato constitucional que no permite tiempos de discusión estéril. No atender la demanda de agua en nuestro país no podría ser calificado de una medida contra el populismo, sino de una conducta inhumana.

Senador por Chiapas