Ante la controversia suscitada en redes sociales, el sábado pasado, por el retuit del periodista Ricardo Alemán en el que se leía: “Les hablan!!!”, y adjuntó una imagen con la leyenda: “A John Lennon lo mató un fan. A Versace lo mató un fan. A Selena la mató una fan. A ver a qué hora, chairos”, en supuesta referencia a los simpatizantes del candidato presidencial de Morena, Andrés Manuel López Obrador, se generaron cientos de reacciones en contra del columnista por parte de algunos actores políticos, analistas, académicos y usuarios que interpretaron el tuit como una incitación a cometer un atentado.

Por eso, ante semejante controversia y ante la ola de atentados y asesinatos en contra de aspirantes y candidatos a un puesto de elección popular  —hasta el día de hoy van más de  95— en este proceso electoral 2017-2018 y la violencia verbal y escrita —particularmente en redes sociales—, vale la pena hacer un alto y reflexionar sobre algunos magnicidios, pues son muchos los políticos que han sido privados de la vida de manera violenta a lo largo de la historia.

El maestro en filosofía por la Universidad Autónoma Metropolitana, Edgar González Ruiz, señala a Siempre! que en cada uno de los casos históricos “no hay una liga que los una a todos o que respondan al mismo hecho, todos tuvieron lugar en circunstancias muy diferentes y no son comparables entre sí, excepto por el hecho mismo del magnicidio”.

Explica que “los magnicidios consumados se dan en la época de la Revolución y la pos-Revolución; ya después el único que se consumó fue el de Luis Donaldo Colosio, el entonces candidato priista a la presidencia. Magnicidio que se llevo a cabo en la época de las transformaciones emprendidas por Carlos Salinas de Gortari con un espíritu antipriista y derechista”.

“Esto —dice— no quiere decir que no haya otros intentos. Por ejemplo, hubo atentados contra Pascual Ortiz Rubio, Manuel Ávila Camacho, incluso contra Gustavo Díaz Ordaz”.

González Ruiz aclara que los casos a los que se refiere son ataques que han provenido de la derecha, de personajes vinculados al sector religioso, lo cual no quiere decir que necesariamente en todos los intentos haya sido así, es simplemente el sector que él ha estudiado, la derecha, y desde ese sector ha visto que existen todos esos intentos, “no sé si habrá otros en grupos de la izquierda, pero dentro de lo que he estudiado están todos esos casos de magnicidios que no tuvieron éxito, que no se consumaron”.

“Lo que sí es un hecho es que los que se consumaron no fueron meros intentos, y esto es algo que pudiera ser bastante natural, incluso en la lógica de la política no solo de México, sino en general, han tenido el apoyo moral o material de fuerzas muy poderosas. En el caso del conflicto entre el Estado y la Iglesia católica, la fuerza inmensa de la jerarquía católica en su momento y en el caso de los asesinatos propiamente de políticos, el de Colosio, las pugnas están fuertes dentro del poder, es decir, casos de personajes aislados, digamos que un asesinato solitario que haya tenido éxito sin ningún apoyo de esos sectores no ha existido”.

“Es lo único que podrían tener en común, por lo demás, en cuanto a su motivación, circunstancias históricas, ideológicas son totalmente diferentes unos y otros. El de Madero y el de Ávila Camacho sí tienen alguna relación, la lucha entre el Estado y los sectores conservadores por ejemplo, pugnas dentro de la clase política, pero no son comparables”, dice González.

Algunos personajes históricos

El investigador y periodista, especializado en la derecha política en México y América Latina, comenta que los casos de “Francisco I. Madero y José María Pino Suárez en 1913, y en general la llamada decena trágica, fue fruto de la contrarrevolución, promovida por personajes y sectores acaudalados, porfiristas, algunos jerarcas católicos, e incluso del entonces embajador de Estados Unidos, Henry Lane Wilson.

“El de Venustiano Carranza, en 1920, formó parte de las disputas por el poder entre grupos de la Revolución, al igual que los asesinatos de Emiliano Zapata en 1919,  Francisco Villa, en 1923,  y de otros personajes”, indica González.

Expone que el “asesinato de Álvaro Obregón en 1928, perpetrado por José de León Toral, “ocurrió en el marco del conflicto entre el gobierno y la Iglesia católica, opuesta al Estado laico, y también en el contexto de pugnas dentro de la clase política revolucionaria”.

Destaca el asesinato del candidato priísta a la presidencia Luis Donaldo Colosio, en 1994, el cual “tuvo lugar en el sangriento final del periodo de Carlos Salinas, que se caracterizó por una sucesión de hechos violentos, entre ellos el asesinato de José Francisco Ruiz Massieu, el surgimiento de la guerrilla en Chiapas el 1 de enero de ese mismo año, ataques a plazas comerciales como Plaza Universidad, e instalaciones eléctricas, etc. Todo ello precisamente en la turbulenta época del relevo presidencial”.

Aunque señala que hubo otros intentos de magnicidio, que no fructificaron: en los años veinte, grupos católicos planeaban lo que llamaban el “tiranicidio” contra Plutarco Elías Calles; hubo un atentado contra Pascual Ortiz Rubio, en su toma de posesión, en1930, otro contra Manuel Ávila Camacho en 1944.

También está el “del teniente Antonio de la Lama, de tendencias derechistas, y en 1970, Carlos Castañeda de la Fuente trató de disparar contra Gustavo Díaz Ordaz, con la presumible motivación de vengar la masacre de 1968, pero inspirado también en un libro conocido de la literatura cristera: Héctor. La novela del ambiente mexicano, de Jorge Gram, donde se reivindicaba la “guerra sintética”, es decir, el terrorismo y el magnicidio”.

González asegura que “como suele suceder en los magnicidios, en la historia de México al parecer solo se pudieron consumar los que se fraguaron con el apoyo, material o moral, de personajes o grupos sumamente poderosos, no las iniciativas de personas aisladas”.

Proceso violento

Según los reportes periodísitcos, en México, cinco políticos fueron asesinados en la ultima semana, los  cuales se suman a los más de 90 asesinatos de representates y candiatos asesinados desde el inicio del proceso elecotral, el 7 de septiembre de 2017. “Nunca en México un proceso electoral había sido tan violento”, dicen los expertos.

En opinión de Edgar González, actualmente como en otras campañas electorales se han registrado episodios de violencia, en distintos sentidos y grados, tanto violencia física como verbal. “Eso fue muy frecuente en las elecciones de 2006 que estuvieron marcadas por la guerra sucia propagandística, azuzada por personajes como el consultor español Antonio Solá, que ahora está en otra posición, en otro punto de vista, y por muchos otros personajes de la política o de los medios de comunicación”.

 “En estas elecciones de 2018, es evidente también la tendencia a los ataques propagandísticas contra uno de los candidatos, Andrés Manuel López Obrador, en detrimento de la presentación de propuestas y proyectos”, dice González.

Explica que “es una estrategia que, a diferencia de lo ocurrido hace doce años no les está redituando buenos resultados a sus promotores, ante una ciudadanía que ahora tiene acceso a medios de comunicación más libres que los convencionales, como la internet y las redes sociales, y un electorado que ya tiene la experiencia de haber vivido más —de hecho, uno de los signos de nuestro tiempo es la mayor longevidad— y haber sido engañados varias veces por una propaganda basada en los ataques contra un personaje o una opción política”.

 Por otro lado, llama la atención que “es una elección donde muchos políticos se han mostrado extraordinariamente pragmáticos,  guiados solo por el deseo de llegar al poder, de tener prebendas, los privilegios del poder, un cargo, una diputación, una jefatura de gobierno, como ocurre en la alianza PAN-PRD, que solo puede significar una mera contradicción, o la subordinación del PRD al PAN, de la exizquierda a la derecha”, asegura el analista político.

Meade, por su parte, también ha adoptado una propaganda agresiva, ante su falta de popularidad. Obviamente una violencia verbal nada más, afortunadamente”,  señala.

Edgar González afirma que “en este contexto, el encono resulta, en muchos casos, producto de la búsqueda misma del poder, que de un compromiso ideológico”.

 

 Magnicidios históricos de personajes políticos 

Fuentes: El Universal y Excélsior