Vivir con discapacidad auditiva es semejante a ver la vida como en una película muda.

Movimientos, cambios de perspectivas, pero con una carente sensación sonora que limita la percepción global de la realidad. Esta es la situación que viven las personas sordas sin uno de los sentidos más importantes del cuerpo humano.

María Eugenia Rivera Lara, directora de la Federación Mexicana de Deportes para Sordos, lo sabe bien. Ella ha prescindido del sentido auditivo desde los tres años, debido a los efectos de un medicamento mal administrado que se le aplicó siendo niña. Su cabello rubio se mueve al compás de los movimientos de su cabeza para enfatizar algo, mientras hace señas para explicarnos el origen de la institución que preside desde hace tres años.

Su rostro se llena de gestos. Es otra forma que nos está brindando para saber que nos atiende y que se está comunicando con nosotros. Su esfuerzo no se queda ahí, también nos habla con las claras limitaciones que tiene para tratar de estar a la altura de las personas que ellos llaman “oyentes”. Su amabilidad es sorprendente y por ratos nos hace ver lo absurdos que podemos ser con las personas que sufren la falta de la audición.

 

Esquemas realistas y científicos

“La Federación de Deportes para Sordos se fundó en 1987 con cinco asociaciones deportivas para sordos en diversos estados como Aguascalientes, Estado de México, Coahuila, Distrito Federal y Querétaro. Actualmente cuentan con 20 asociaciones deportivas afiliadas a la Federación”, dijo. “La federación organiza cada año campeonatos nacionales para sordos. Sin embargo, en 2018, ha sido difícil por la falta de apoyo, por cuestión de las elecciones”.

Con gran orgullo nos comenta que, pese a las limitaciones de apoyo gubernamental, la Federación sigue trabajando y cumpliendo sus metas. En 2017, la delegación participó en los Juegos Sordolímpicos, en Samsun, Turquía, con deportistas de voleibol de playa, una deportista de judo y otros más de karate, taekwondo y atletismo.

Jorge Jonathan Montes, director técnico de la Federación Mexicana de Deportes para Sordos, interviene en la entrevista. A diferencia de María Eugenia, él es oyente y nos aclara que por ahora esas son las cinco disciplinas a las que más se han dedicado en la institución, pero se contempla que éstas aumenten a través de un programa nacional deportivo para sordos. La natación es una de ellas, pues se contaba con dificultades operativas para incluirla.

“Nuestro trabajo se basa en esquemas realistas y científicos, hacemos un estudio de los países rivales en las competencias internacionales. Nuestra selección de voleibol de playa, por ejemplo, obtuvo el octavo lugar en Turquía y es considerada como una de las mejores en el mundo, por su desempeño técnico y táctico”, asegura. “Estamos atravesando una revolución deportiva con investigaciones que se realizan en distintos ámbitos deportivos, con la finalidad de que su preparación sea más eficiente y cuenta con un rigor científico. La intención es que nuestros atletas tengan la mejor preparación y puedan llegar en óptimas condiciones en cada una de sus disciplinas. Eso es lo que ha permitido también que nuestra campeona de judo, María Isabel Huitrón, primer lugar en Turquía, se mantenga en ese nivel para gloria de nuestro país y del deporte para sordos”, asevera.

Comunicación y concientización

Mientras él nos está hablando, a su izquierda se encuentra sentado Raúl de la Cabada, quien traduce en lenguaje de señas a la presidenta de la asociación. Su gesticulación facial, además del constante movimiento de manos, también está llena de significados que enfatizan los mensajes a su interlocutor.

La presidenta de la Asociación de Deportes para Sordos del Estado de México, Ana María de la Cabada, quien es sorda de nacimiento, le comenta a él con lenguaje de señas que éste es una limitante para los sordomudos y que lo consideran muchas veces como una discriminación por parte de los “oyentes”, pues cortan la atención cuando notan la sordera de una persona. En otras palabras, cortan tajantemente la falta de comunicación hacia ellos.

“Muchas veces, las personas se aprovechan de que soy sorda, de que no escucho. En el caso de los medios de comunicación, a los periodistas no les importa mucho el tema de los sordomudos, lo consideran irrelevante. La sordera que tenemos es invisible, es una discapacidad que a simple vista no se nota y asimismo se le aparta de la realidad”, asegura. “Cuando hay juntas con representantes de otras instituciones, estas suelen realizarse con una velocidad normal para los “oyentes” pero no para nosotros. Todos ellos se entienden, pero a mí no me dicen porqué tomaron un acuerdo. Eso es hacer a un lado a las personas sordas”.

“Lo curioso de todo es que la población «oyente» tiene más atención con los discapacitados visuales o físicos como las personas en sillas de ruedas, pero no con los sordomudos”, agrega Ana. “Yo noto esa desatención con los sordos. Se ha dado el caso en que, cuando destacamos que uno de nuestros deportistas ganó una medalla en un circuito internacional como fue en Turquía, simplemente nos dicen “qué bueno” y nada más. No nos ponen más atención”.

Tanto María Eugenia como Ana María coinciden en que para resolver este problema hace falta crear un sistema de comunicación que permita mayor concientización de la población “oyente” respecto a las necesidades sociológicas de los discapacitados auditivos.

“En el caso del centro de entrenamiento se necesita que los entrenadores forzosamente sepan el Lenguaje de Señas Mexicano (LSM) para poder interactuar. Ese es básicamente el reto, no sólo de los deportistas, sino de los sordomudos”, concluyen ambas.

María Eugenia Rivera Lara.