Jacquelin Ramos y Javier Vieyra

El 10 de mayo de 2018 el teatro mexicano se vistió de luto: la voz de Fela Fábregas se había extinguido para siempre, no sin antes dejar un profundo eco en los escenarios nacionales. Nacida bajo el nombre de Rafaela Salinas, la “Señora Teatro”, epíteto más que meritorio, construyó junto con su esposo Manolo Fábregas un extraordinario emporio dramático que revitalizó los telones de México por más de cinco décadas y del cuál tomó las riendas a partir de 1996 y hasta el último minuto de sus 87 años.

Se trata, pues, de una verdadera institución dentro de las artes, a la que México no solo debe el impulso a su teatro y a sus artistas, sino el rescate y expansión del quehacer escénico, estrechando de manera formidable el vínculo del público con el trabajo actoral y todas su vertientes. Mujer de clase distinguida, presencia imponente y portentosa clase, doña Fela Fábregas hizo de sus recintos y obras un auténtico semillero para las nuevas generaciones de productores que, hasta ahora, mantienen la cartelera dinámica y la marquesina encendida para los espectadores; como Guillermo Wiechers, quien en entrevista exclusiva para Siempre! recuerda a Fela Fábregas, no solo como la esposa del mítico productor, sino como una pieza fundamental en la escena en nuestro país.

“Tras la muerte de Manolo Fábregas en 1996, doña Fela siguió impulsando el teatro mexicano y continuó con la administración de los teatros adquiridos, pues ella, siendo la cabeza, mantuvo siempre vivo el legado que junto con su esposo habían construido”.

Con gran admiración que nació desde su adolescencia, alude Wiechers a la pareja Fábregas, y asegura que lograron lo que nunca nadie más ha logrado: combinar la trayectoria de importantes actores con la de enormes productores, como fue el caso de doña Silvia Pinal y el propio don Manolo Fábregas, creando así lo mejor en el histrionismo y producción teatral.

“Quede impresionado al conocer a doña Fela, en 1999, cuando trabajaba ella junto a Antonio Calvo en la obra La dama de negro. Vi a una mujer que a pesar de estar en la tercera edad, se mantenía activa y vigente; enamorada de las tablas, la tramoya y el público”.

 

Un lujo, trabajar con ella

Trabajar con ella era verdaderamente un lujo, expresó el productor de musicales como La fierecilla tomada, quien lo sabe desde que ella generosamente le abrió las puertas en repetidas ocasiones en las carpas de sus teatros para montar obras como ¡Yo Madre, yo hija!, en 2004, la cual llegó a más de 500 representaciones en el teatro Rafael Solana.

“Para mí fue muy representativo porque habiéndonos conocido, al también productor Juan Torres y a mí, en aquel 1999, solo como asistentes de producción, recibiendo a la gente en La dama de negro, como doña Fela nos ordenaba, bien trajeados y pelando el diente al público, nos abrió las puertas de sus recintos”.

Agregó que entonces se dio cuenta de que para poder cerrar un acuerdo en el mundo teatral con doña Fela no solo era encontrar un espacio disponible o llegar a un acuerdo económico, sino además, cerciorarse de que se le debía de ofrecer un proyecto de la calidad junto con nombres que respaldaran al autor.

“Era imponente en cada detalle de su labor, desde que llegaba a su oficina en el teatro Virginia Fábregas, no importara el día que fuera, sea sábado o domingo por la tarde, de pronto se le veía contando a las acomodadoras en las salas de teatro, checaba la hora de acceso del público, hablaba de pronto a la taquilla para saber, por ejemplo, qué había pasado con los boletos que no se habían vendido de la cuarta fila; siempre estaba al pendiente de todo”.

Guillermo Wiechers destacó que la propulsora teatral tenía una dedicación absoluta en cada uno de los teatros que administraba, como el teatro México y San Rafael, sin embargo, tenia un recinto predilecto, se trataba del teatro Manolo Fábregas, pues era al que más cariño le tenía, no solo por llevar el nombre de su marido, sino porque fue su primer teatro y trabajó muchísimo por él. La historia es muy larga: “todos los ahorros, el patrimonio y lo que generaba don Manolo en teatro, cine y televisión estaba invertido en ese teatro”, apuntó.

Develación de placa, una tradición

Las placas por cada 100 representaciones teatrales son la historia de cada recinto contada en láminas grabadas. Ahí se puede leer la historia del teatro en México desde la década de los cincuenta, y esto se debe gracias a Fela Fábregas, quien impulso la develación de placas, junto con su marido, dejando una tradición única en el mundo, ya que sólo en México se realiza.

“Poca gente sabe que ella instituyó esta tradición, esto se debe a que después de que la pareja Fábregas, en los años cincuenta, obtienen un contrato de cinco años en el Teatro de los Insurgentes, y decía Fela: ya pasó el estreno, ahora cómo hago que la prensa llegue a hablar nuevamente de la obra; por qué no con motivo de la función numero 100 organizamos una ceremonia para que se devele una placa conmemorativa. A ella le debemos que cada cien funciones, los productores podamos otra vez tener los reflectores y algunas personalidades hablando del trabajo que tenemos en cartelera en ese momento, ahí queda parte de su legado”.

Wiechers asegura estar convencido de que el legado y la mística que dejaron en el teatro los señores Fábregas seguirá vigente por las siguientes generaciones, que seguro disfrutaran la experiencia que tanto fomentó doña Fela: “entrar en el teatro es tan sagrado como entrar en una iglesia, porque se vive ahí lo irrepetible, el encuentro con las ideas y las vivencias que tienen que ver hasta con lo espiritual”, concluye.

Fela tocó la vida de millones de personas: Morris Gilbert

Posiblemente el mayor de los legados que una personalidad como la de doña Fela Fábregas deja en el mundo es la voz de las personas que tuvieron el privilegio de compartir su vida. Morris Gilbert, el productor de teatro más exitoso de México, fue uno de ellos. Con emoción latente, Gilbert recordó a la “Señora Teatro” como una amiga de enorme entereza, carácter fuerte y perseverancia extraordinaria.

“Era fantástico trabajar con ella, se trataba de una mujer decidida, luchadora por sus ideas y por lo que ella quería, incluso muchas veces te confrontaba; siempre te retaba, te pedía que dieras más, y de esas confrontaciones salían cosas positivas  y, además, eran justas, porque el teatro es una materia de excelencia. Creo que si alguien fue de excelencia en el teatro fue ella.”

De manera anecdótica, Morris Gilbert explica que uno de los factores que hizo de su producción ¡Qué plantón! un acontecimiento histórico en los escenarios mexicanos fue el impulso que le dio Fábregas para convertirse, de manera, constante en un mejor productor. Aunado a este agradecimiento, el artífice de la puesta en escena de Los Miserables reconoce también una deuda hacía la generosidad de doña Fela Fábregas:

“Uno de sus méritos principales es haber construido, junto con Manolo, el teatro mexicano y a la par rescatar muchos recintos que nos han servido de casa por tantos años; nos dio un hogar. ¿De qué serviría ser productor, tener actores y producciones si no tuviéramos espacios para presentarnos?”

La mujer que hizo camino y supo que los frutos de su trabajo seguirían haciendo eco en los teatros aun después de su partida es posiblemente la mejor definición profesional de Fela Fábregas; Morris Gilbert finaliza su remembranza con la determinación de seguir haciendo sonar esos ecos:

“Sigamos haciendo teatro, porque con el teatro trascendemos a los demás y eso es lo que ella hizo; es lo que hacemos todos los que hacemos teatro. Muchas veces no nos damos cuenta de todas las vidas que  tocamos, ella lo hizo con millones de personas, indudablemente para bien.”