Vida Deportiva

 

Por Fernando Marcos*

 

[su_dropcap style=”flat” size=”5″]L[/su_dropcap]a impaciencia del público en torno a la selección nacional, no obstante que ésta suma triunfos tras victorias, como nunca antes en la historia del futbol, revela, específicamente, la sicosis casi histérica que se ha apoderado de todo mundo en torno a la Copa Jules Rimet.

Agregue usted los perversos a los inquietos y el panorama se vuelve peor, todavía. Hombres que ven peligros por todas partes motivados por el ansia contenida de triunfo y personajes –de alguna manera hay que llamarlos- que atizan la higuera para ver qué pescan. Estas dos categorías humanas han creado un clima emocional de tal nivel, que aún el cambio de poderes federales y las propias elecciones, están en la penumbra del interés popular.

Todo mundo habla de la selección y todos desean dirigir al director. Decirle a Raúl Cárdenas qué es lo que debe hacer y qué es lo que debe omitir. La situación para el técnico se hace crítica a cada momento. Incluso ha llegado a negar a los periodistas –muchos de ellos impertinentemente tontos y agresivos- las conferencias de prensa que le han sido solicitadas.

Agreguemos a esto la soberbia con que los entrenadores de los equipos vencidos se mezclan en el manejo de lo que es estrictamente de interés nacional –el caso de Bores, entrenador del América de Quito es un ejemplo- y tendremos un cuadro desolador si uno no es capaz de frenar emociones y de usar la cabeza para algo más que para peinar el pelo.

Entre el público y los jugadores hay un vacío, una falta de identificación que sería peligrosa si no fuera pasajera. En efecto, el público se siente defraudado porque no ve a su equipo luchar como quisiera que lo hicieran en plena Copa del Mundo. Pero los partidos que ha jugado el escuadrón nacional no son de Copa del Mundo, sino de entrenamiento para ese torneo. Y aquí está el problema, la diferencia fundamental que separa a público de jugadores. Estos salen a entrenar, simplemente a prepararse de acuerdo a un plan que, bueno o malo, es el que gobierna sus acciones, en tanto que el público paga su boleto y espera una lucha encarnizada, a nivel de un torneo mundial.

Es evidente que el público se siente defraudado porque no le dan lo que espera y es evidente, también, que el jugador se siente molesto, porque percibe que el público no estima el esfuerzo que el equipo esta desarrollando.

Es una pena que la Federación, a través de sus múltiples voceros –no pocos de ellos a sueldo- no haya informado al público que la selección no está compitiendo, sino únicamente está entrenando. Así, el espectador que aceptara ir a la cancha de juego, lo haría a sabiendas de lo que iba a recibir.

Ya no es el momento de indicar a Raúl Cárdenas caminos a seguir. Esos caminos ya están recorridos y ahora sólo queda confiar en que su buen juicio sea superior al de sus detractores y el éxito corone sus esfuerzos para bien del equipo nacional, del futbol de México y del torneo mundial.

Siempre es tranquilizador darse cuenta, como lo hizo todo el público en Toluca, el domingo pasado, que ya el equipo está ensayando su formación definitiva. Para el observador objetivo sería fácil apostar, doble contra sencillo, que el 31 de mayo, frente al equipo de la Unión Soviética, saltarán a la cancha, con el uniforme nacional, los siguientes jugadores: Calderón, como guardameta; Alejandres, Peña, Montes y “Pichojos”, como extrema defensa; “Campeón” Hernández, como medio de contención; Onofre y Basaguren o Díaz, como medios de ataque y Padilla, Valdivia –o Borja, si olvida el dinero y se acuerda del futbol- y Horacio, como atacantes.

Es posible alguna variación como la impuesta por la lesión de Gamaliel, nominado para jugar en el sitio de Alejandres. Pero, básicamente, el plantel de la selección está ya decidido en su parte fundamental. Además, y en esto se ha apuntado un tanto Raúl Cárdenas, el resto de los jugadores –digamos que los suplentes-, ha sido bien preparado y estarán listos todos para sustituir a un caído en la pelea.

El caso de Vicente Pereda también está resuelto. Mal resuelto, a nuestro juicio, pero ya decidido. En efecto, ahora ni nosotros mismos –que tanto lo defendimos- romperíamos una lanza en su favor. La razón es que siendo Pereda uno de los mejores jugadores mexicanos del momento, mucho mejor que algunos elegidos, lo han hecho un jugador conflictivo. Si salta a la cancha, la mitad del público lo aplaudirá y la otra mitad lo combatirá. Eso no conviene ni a Pereda ni a la selección. Por lo tanto, Vicente verá, como espectador, un evento para cuya participación tenía sobrado derecho.

Hasta e momento, todo el fervor futbolístico del público, toda su histeria, se centraba en el equipo nacional. Pero he aquí que arriba el Brasil, que llega Inglaterra, que arriba El Salvador, que viaja Alemania, etc., etc., y entonces el aficionado divide su interés nervioso entre Pelé y Cárdenas; entre si el Brasil será campeón del mundo o México llegar; a cuartos de final. La histeria aumenta, pero se diluye entre numerosos y apasionantes centros de interés.

Ya en Guadalajara, por ejemplo, nadie habla de que las “chivas” deberían ser la base de la selección nacional. Ahora se pelea entre las preferencias marcadísimas por Brasil y la antipatía –justa por lo demás- que se ha granjeado Inglaterra.

Sir Alf Ramsey es un entrenador de primera fila, tal vez el mejor conductor de hombres que vendrá al mundial. Su personalidad es absorbente, casi tanto como grande es su soberbia. Todo lo que él dice es noticia. Y casi todo lo que afirma es desagradable para la mentalidad mexicana.

Primero nos llamó “conejos asustados”, frase de la cual una rata del periodismo nacional copió su slogan puerco de “ratoncitos verdes”. Y, poco más tarde, uno de los más reputados periodistas británicos afirmó en su diario: “nos fueron a recibir al aeropuerto una multitud de mestizos famélicos que se volvían locos por tocarnos.” Todo esto es mucho más de lo que el público mexicano está dispuesto a tolerar. Ciertamente somos un país mestizo —y de ello nos enorgullecemos— pero no aceptamos el término en el sentido peyorativo con que lo uso ese periodista. Todos amamos profundamente a nuestra respectiva madre, pero a nadie nos gusta que nos la recuerden con mala intención.

Alf Ramsey. Foto: Pinterest

Por todo esto, Inglaterra canaliza, por ahora, parte de la furiosa nerviosidad que aqueja a los aficionados. En la medida en que se ataca a los ingleses, se deja descansar a los mexicanos cosa que, por otra parte, no le hará ningún mal a nuestro equipo y no es en exceso injusta actitud frente a los ingleses. Si ellos no quieren confraternizar con los mexicanos  —y de hecho no lo hacen con ningún otro país— ese es asunto suyo y suyas serán también las consecuencias derivadas de su actitud.

Por otra parte, la animadversión a los británicos aumenta en razón directa al poderío que todos le reconocen. Es el campeón del mundo, y Sir Alf Ramsey ha dicho, caramente, que “viene a retener la copa Jules Rimet”.

Ser desprecia al antipático, pero se llega a odiar al antipático poderoso. Y no cabe duda que el equipo inglés debe ser considerado en la lista de los abocados a conquistar el título mundial de México.

No falta un núcleo de agitadores que intenta capitalizar la situación, propalando versiones alarmistas como, por ejemplo, la de que Pelé y Tostao, los dos grandes valores del Brasil, van a ser secuestrados. La versión es de tal manera alarmista que ya se han multiplicado las medidas de protección a dichos jugadores. Pero, claro, también se dice que la policía no tendrá capacidad para proteger individualmente a todos los jugadores de fuste mundial. Igual, se dice, podría ser secuestrado Chesternev, de la Unión Soviética; Charlton, de Inglaterra, o Rocha, del Uruguay. La lista de posibilidades es tan amplia como el catálogo de los participantes.

Así, entre angustias y esperanzas, entre noticias y camelos, ha empezado la fiesta. Ayer —miércoles 6 de mayo— debió jugar Brasil contra el Guadalajara en plan de entrenamiento. Y a partir de ahora, todo será seguir el ritmo frenético con que se desarrollan los acontecimientos y canalizar el histerismo por causes variados y hasta contradicciones entre sí.

Mientras eso ocurre, el Comité Organizador trabaja de sol a sol y la selección nacional se prepara arduamente.

Que el éxito cobije a los organizadores y guíe a nuestro escuadrón. Pero, por encima de todo, que el IX Campeonato Mundial de Futbol, Copa Jules Rimet, aumente los lauros conseguidos para el país por los Juegos Olímpicos, en igual medida… y con mucho menos costo para la nación.

*Texto publicado el 13 de mayo de 1970 en la revista Siempre!, Número 881.