Hay algo sumamente enternecedor tanto en Susana Corcuera como en su literatura, lo cual no significa que escriba novelas simplonas o cursis. Lo que sí, logra historias de una enorme sensibilidad que no deja indiferentes a quienes tienden a la reflexión sobre la naturaleza humana. Finalista del premio Azorín, concedido por editorial Planeta, con una sutilísima novela titulada Llegó oscura la mañana, se convirtió en la única autora mexicana, a la fecha, en figurar en tan prestigiado premio. Ahora nos presenta su quinta novela que conserva los aciertos y peculiaridades de aquella: Como si no existieras.

Recuerdos y victimización

Susana, menuda, de grandes ojos, habla de su literatura como si fuera una actividad entrañable, pero secreta.

“La voz para escribir cosas tremendas funciona mejor si lo haces de manera pausada —dice, hablando quedito, igual que como escribe—. Esta novela aborda un asunto terrible, la forma en que un padre aparentemente perfecto abusa de sus propias hijas, de distintas formas. Corría el riesgo de que ese tema tan estridente se manifestara en el tono de la narración. En la parte de Joaquín, arqueólogo trotamundos —porque está narrada a dos voces, la de Catalina y la de Joaquín— la vuelvo más ágil”.

“Catalina vive en un mundo de sombras, como dormida —prosigue la también autora de El huésped silencioso… y otras historias—. La idea me surgió porque siempre me ha interesado la gente que se hace una imagen de sí mismo que nada tiene que ver con la realidad. La percepción es un asunto clave tratándose de Catalina, que además vive con un esposo mucho mayor que ella en una hacienda en un pueblo apartado, y como etno-historiadora conozco muy bien esa zona, aunque le haya cambiado el nombre. Es el típico pueblo donde parece que no pasa nada y en realidad se ocultan los secretos más atroces, y en cierta forma Catalina es una alegoría de ese pueblo, dueña de una zona oscura y de otra muy luminosa”.

Joaquín, un joven lleno de ilusiones y risas; Catalina, que también es joven pero como de otro tiempo, y además casada, con una hija, y guarda un horrible secreto… ¿cómo logra Susana que coincidan no solo en el espacio, sino sobre todo, en el tiempo?

“Antes de la aparición de Joaquín —responde Susana—, Catalina vive hacia dentro, inmersa en sus recuerdos y su victimización. Joaquín, en cambio, vive hacia afuera, se interesa mucho en la gente (¡Catalina no podía dejar de despertar su interés!) y me gustan esas personas a las que yo denomino «almas viejas» porque lo tienen todo resuelto y solo les queda mejorar lo que está afuera!”.

 

Su literatura es entrañable.

Colutla y rancherías de Jalisco

¿Qué nos dice Susana de Colutla, que resulta ser una Comala contemporánea, que en vez de fantasmas tiene algo así como “rehenes de sí mismos”, que saben que nadie los encontrará allí?

“Para crear Colutla me basé en varios pueblos que conozco, básicamente rancherías de Jalisco. La gente me quiere contar cosas con la esperanza de que las plasme en mis historias; sueñan con dejar de ser anónimos o que se conozca la injusticia de la que fueron objeto, y precisamente en esas anécdotas me basé para armar las historias que se cruzan con las de Catalina y Joaquín. Me gustan las historias chiquitas, más que los grandes acontecimientos —de ahí que me haya especializado en etnohistoria—. En uno de esos lugares existe la virgen con la niña de la que hablo de la novela, y las mujeres del pueblo lo  interpretan como un mensaje divino de que deben adorar a una diosa y no a Dios”.

Catalina y su hermana mayor, Eugenia, padecen abusos por parte de su padre, pero una de ellas termina siendo violada por él.

“De todas las violencias que puedan existir —dice Susana—, el incesto es la más atroz. Me pregunto qué pasará por la mente de un padre que se cree con derecho de tocar a su hija y dejarle una huella imborrable. Catalina se consideraba víctima por ser la hija despreciada, y luego descubre que su victimización era chiquita al lado de la de Eugenia. A Catalina su padre la aplastaba porque en el fondo le estorbaba, y Eugenia, aún adorándola, la empleaba como escudo porque sabía que su padre no se atrevería a hacerle nada frente a ella. Catalina no se da cuenta de lo mucho que ayuda y protege a su hermano solo estando allí. Me pasó por la mente que Eugenia fuera la protagonista de la novela… pero me pareció un mayor reto que fuera «la opacadita»”.

Susana nos habla con un brillo especial en los ojos de los autores que acompañaron la escritura de Como si no existieras que se mueve entre el mundo real y el sobrenatural.

 

Novela en puerta

“Para lograr el tono pausado, quitándole melodrama —dice—, estuve leyendo a Ian McEwan, que es capaz de tocar temas terribles pero sin azotarse. ¿Juan Rulfo?… Pedro Páramo para nada… pero sí El Llano en llamas. Hay una autora canadiense que me encanta, aunque no es la gran cosa, Mazo de la Roche, contemporánea de Virginia Woolf. Su gran encanto consiste en cómo ambienta sus obras… lo bien que te sientes en esos escenarios rurales y la sensación de que conoces perfectamente a cada personaje, aunque en las novelas de De la Roche no hay dramas”.

Además de quedar finalista en el Azorín, gracias a lo cual se convenció de profesionalizarse como escritora, Susana también fue finalista de otro premio de Planeta que es el Casamérica, junto con Antonio Skarmeta y la autora colombiana Angela Becerra, pero esta vez no la publicaron. Por lo pronto, Como si no existieras ha sido contratada en una editorial de audiolibros de Suecia. Actualmente escribe una novela “bien padre” sobre un vagabundo que conoció en Tolousse que tiene la edad de uno de sus hijos, 25 años.

La novela Como si no existieras está publicada por SUMA, México, 2018.