Desde que tengo el privilegio de colaborar en estas páginas, gracias a la generosidad de Beatriz Pagés, los temas que he analizado son los relativos a pensar y construir el futuro. Lo he realizado con la perspectiva de plantear la problemática de México y de su inserción en la globalidad con un enfoque multisectorial e interdisciplinario, con una visión holística pero sobre todo de largo plazo. Me parece que un tema urgente en el país es pensar el México que queremos ser y que en consecuencia debemos construir con esa visión de largo plazo. Para la realización de este ejercicio con frecuencia me he apoyado en estudios y proyecciones globales hacia 2030 y 2050 de diversos centros de estudio internacionales. Uno de los postulados que he sostenido es no perdernos en el análisis de la coyuntura, pero en este momento no es posible desentenderse de la próxima elección presidencial, la cual estará acompañada de otros procesos electorales.

México celebrará elecciones presidenciales en menos de dos meses. También se celebrarán elecciones para nueve gobiernos estatales, incluida la Ciudad de México, así como para el Congreso de la Unión y casi 1,600 municipios y alcaldías de la capital, así como para muchas legislaturas estatales. Por la forma como se están desarrollando las campañas, sus contenidos, la polarización consecuente y la magnitud de la elección es claro que se puede decidir en buena medida el futuro del país por muchos años.

En primer término, es claro que en los procesos electorales se califica al gobierno saliente. También parece quedar claro que en los últimos tiempos se está dando, en muchos países de diversas regiones en el mundo, un voto antisistémico. Este voto ha sido racional en algunos casos, pero en la inmensa mayoría de las situaciones tiene un profundo contenido emocional. Hay una sensación de rabia y enojo hacia las elites políticas y económicas en muchos países. La paradoja de esta situación es que con frecuencia el voto de castigo hacia esos grupos es más bien una sanción que se le aplica al país en su conjunto agravando los problemas que se pretendían combatir.

Desde mi perspectiva, es muy importante efectuar cambios de fondo en el país, pero sobre la base del pleno respeto al Estado de derecho y con las más plenas garantías de la protección y la promoción de las libertades y los derechos fundamentales de las personas.

Es determinante para la sociedad mexicana la erradicación de la corrupción y la impunidad, recuperar la seguridad pública, la transformación del modelo de desarrollo en uno más equitativo e incluyente, que nos permita acabar con la pobreza y el hambre, así como combatir las desigualdades. Asimismo, es fundamental sentar las bases para un dinámico desarrollo sustentable, que nos permita un acelerado crecimiento de la economía, con estabilidad, equidad y sobre todo sin la destrucción de la naturaleza y el ambiente. Esto es, requerimos de un cambio de fondo en la forma de hacer las cosas, ya que la civilización contemporánea se ha caracterizado por la destrucción del planeta, problema que pone en riesgo no solo a la propia civilización, sino a la supervivencia misma de la humanidad.

En este contexto electoral quiero expresar algunas dudas que desde luego son personales y que no necesariamente expresan la posición de los grupos de estudio y discusión en los que participo. Uno de ellos es la posible cancelación del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (NAICM), que es la obra de infraestructura más importante de América Latina en la actualidad y sin duda la de mayor magnitud en las últimas décadas en México. La información con la que cuento es que se trata del proyecto de infraestructura más analizado y estudiado por los grupos de especialistas más calificados en el ámbito internacional desde hace veinte años.

La cancelación del proyecto de NAICM por razones de estrategia política y de confrontación entre grupos de poder, y no por criterios técnicos, sería realmente un grave retroceso para el país. La señal que enviaría México al mundo pero sobre todo que nos daríamos nosotros mismos, es muy preocupante. Esto no significa que se soslaye o se proteja cualquier acto de corrupción, el cual en ese como en cualquier otro tema se debe investigar a fondo, y si es el caso, sancionar.

De igual forma, me parece particularmente delicado el cuestionamiento general a la reforma energética. Se pueden revisar todos los contratos de cualquier proyecto, pero ¿de qué se trata? ¿De hostigar todo tipo de inversiones? ¿De detener dicha reforma en los hechos? La reforma energética es un tema de enorme complejidad que puede ser uno de los principales instrumentos que estimule el desarrollo del país. Comprende tanto los hidrocarburos como la electricidad. Los beneficios de la reforma pueden impactar a la sociedad en todos sus niveles. Baste decir que en el caso de la exploración y extracción de hidrocarburos en aguas profundas, que por definición conllevan proyectos de largo plazo, tecnología de muy alta complejidad y de cuantiosas inversiones de riesgo, sería cancelar el aprovechamiento de una cuantiosa riqueza del país en la que puede ser la última fase de la era del petróleo como energético en el mundo.

En suma, creo que el país debería organizarse para un mejor futuro. Es claro que debemos resolver muchos graves problemas. Pero, debemos tener claro que el futuro del país pasa necesariamente por una educación de calidad, en un mundo caracterizado por la cada vez más dinámica innovación científica y tecnológica. Es también fundamental detener en México y en el mundo la muy acelerada destrucción de la naturaleza y la sobreexplotación de los recursos naturales. De igual forma, es fundamental atender el crecimiento demográfico. En poco más de dos décadas seremos un país que alcance 160 millones de habitantes, en un mundo con 10 mil millones de personas en 2050, con una población crecientemente envejecida y predominantemente urbana.

Es fundamental construir un mejor futuro para México y para el mundo. Es imperativo dejar de destruir el planeta, conservar y restaurar nuestro “hogar común” pero para que todos podamos vivir mejor. Debemos diseñar un futuro con prosperidad para todos, con un eficaz Estado democrático de derecho, con pleno respeto de las libertades, al servicio de la gente y respetando siempre la dignidad de las personas.