El proceso electoral que se desarrolla en la Ciudad de México se ha polarizado, dando pie a lo que se trataba de evitar: la violencia. Esta lamentable condición coloca en entredicho la democracia que debe permear en esta justa considerada como la más competida en la capital del país. Esta violencia se ha manifestado desde agresiones físicas y verbales, como en Cuajimalpa, Tlalpan, Gustavo A. Madero y Coyoacán, entre otras demarcaciones, hasta, incluso, amenazas de muerte, como en Xochimilco, donde la candidata del PRI a la alcaldía, Verónica Sánchez Valeria, según declaró ante los medios de información, fue amenazada de muerte y golpeada al llegar a su domicilio.
El pacto de civilidad al que fuimos convocados los partidos políticos contendientes de nada ha servido, porque no todos los institutos políticos lo han signado, como es el caso de Morena. Es inadmisible su negativa para rubricar el documento, pues por un lado apremia a las autoridades capitalinas para que sancionen los actos violentos que muchas veces sus mismos militantes provocan, y por el otro se niega a firmar el pacto de civilidad, lo que ya hicieron los siete partidos representados en la Ciudad de México desde el 8 de enero pasado.
El pacto tiene como objetivos centrales, entre otros, que los partidos políticos hagan uso equitativo de los espacios públicos y establecer acuerdos para lograrlo, además de que los partidos se comprometan a que, en caso de advertir riesgos para el desarrollo de un evento, solicitarán medidas de seguridad al Gobierno de la Ciudad. Y lo más importante es que con estas acciones no se interfiera o altere la vida pacífica de los ciudadanos.
Sin embargo, por actitudes como la de Morena, hay un peligro latente de que la violencia se pueda apoderar de este proceso electoral y convertirse en una espiral de la cual será muy difícil salir. A todos los partidos contendientes nos debe quedar muy claro que la victoria obtenida con violencia equivale a derrota.
Tirar la piedra, esconder la mano y victimizarse no es el camino. Morena tiene que sumarse al pacto de civilidad para que todos los contendientes estemos en un piso parejo y nadie se llame a sorpresa. Debe entender, por el bien de todos, que la violencia diluye la democracia y las instituciones, destruye el diálogo y derrota la tolerancia.
El papel de los candidatos es comprometerse con sus propuestas ante la ciudadanía, pero también asumir con responsabilidad un comportamiento ético y civilizado durante las campañas proselitistas, y el pacto de civilidad garantiza en alguna forma esa conducta, pero mientras no se sume Morena, no habrá certidumbre.
Es hasta cierto punto entendible y natural que en el devenir de las campañas se despierten pasiones, controversias, discrepancias, pero nada justifica el uso de la violencia para derrotar al otro.
La Ciudad de México necesita y merece institutos políticos de avanzada, donde la civilidad, el diálogo, la seriedad y la tolerancia sean su piedra angular.
Secretario general de Partido Verde Ecologista en la Ciudad de México


