Por Fernando Marcos*

 

[su_dropcap style=”flat” size=”5″]E[/su_dropcap]l trabajo hecho hasta el momento por la selección nacional de futbol ha sido muy estimable. Tal vez hubiera podido ser mejor, pero ha sido bueno.

Los resultados logrados lo prueban: 21 partidos jugados, 7 ganados, 11 empatados y sólo dos perdidos. Pero no basta.

A medida que ha venido trabajando la selección, se ha ido consumiendo el tiempo disponible para ponerla a punto. Ahora falta apenas un mes y ya se desea saber cuál es la base del equipo nacional. El público no se conforma ya con saber que hay 40 hombres elegibles y 25 escogidos provisionalmente. Quiere saber cuáles pueden ser los 22 que finalmente deberán ser inscritos y quiere ver jugar a 11 básicamente, partido tras partido, con las incrustaciones de suplentes que las circunstancias exijan.

Pero ya no desea dudar –como si la duda fuera posible en este caso– entre la inclusión de Pulido o la de Onofre, pongamos por caso. La critica, el público, los dirigentes, lo jugadores y el propio cuerpo técnico, sabe que entre Onofre y Pulido no hay duda posible; pero se quiere saber, con certeza, lo que todo mundo conoce extraoficialmente. Es decir, quiere saber que el equipo mexicano tiene como base a 11 hombres bien caracterizados. Y quiere verlos jugar una y otra vez. Ya se cansó, porque sabe que no hay tiempo, de ver jugar un equipo de miércoles y otro, muy distinto, el domingo. Ya está harto de enviar a Perú, pongamos por caso, a un escuadrón y recibir en México a los peruanos, con otro diferente.

Sabe que Inglaterra, Perú, Uruguay, Bulgaria, Checoslovaquia, etc., ya tienen un equipo ideal para su medio y lo están probando casa vez que pueden. Incrustan en él los suplentes adecuados para darle solidez y para entrenar a los 22 finales. Pero todo se basa en un equipo determinado, concreto, ya conocido. En tanto que en México se siguen buscando hombres, cuando ya no hay tiempo de hacerlo. En este momento, el futbol mexicano de selección se enfrenta al momento crítico de la decisión. ¿Cuáles serán los 3 porteros elegidos? ¿Quiénes formarán la línea de zagueros? ¿Qué hombres serán designados para jugar como medios de contención y cuáles como medios de ataque? ¿Jugará Borja o no jugará? ¿Será Valdivia, Fragoso o quién en el eje del ataque? ¿Cuáles son nuestros extremos si es que en la lista se eligen hombres que jueguen, naturalmente, esta posición?

En resumen, llegó la hora de la definición, de la presentación definitiva. Ya no hay tiempo de más experimentos, puesto que es tiempo ya de consolidaciones. El público ya está cansado de pagar por ver entrenamientos: ahora quiere ver partidos de competencia para saber con qué cuenta y con qué no se cuenta.

Esto explica el estado de guerra civil que rige las relaciones del público y los jugadores del equipo. Se les recibe con fervor y se les despide a cojinazos, sin que ellos, realmente, tengan la culpa.

Se anuncia la selección nacional y sólo se presenta a un equipo en camisetas verdes. Si habláramos de política, diríamos que ya es tiempo de destapar a los “tapados”. Y prepararlos, tensarlos en la lucha y ver quiénes revientan y cuáles aguantan. Ya es tiempo  no sólo de salir a entrenar, sino de salir a ganar y a dar espectáculo. Porque eso es el futbol: ¡victoria y espectáculo!

Sabemos que el punto crítico de prueba final será en plena competencia de copa del mundo. Pero ya se desea saber quiénes van a tener que jugarse el físico para sacar triunfantes a los colores nacionales.

Bien está que Raúl Cárdenas se reserve hasta el último momento para decidir la inscripción final de sus 22 hombres, puesto que una vez anotados oficialmente ya no hay modo de rectificar. Pero se desea conocer, desde ahora, cuáles son esos 22 y cuales son los once señalados a priori para abrir el campeonato. Y a esos once foguearlos, acoplarlos, sostenerlos y estimularlos para que puedan llegar a la etapa final con espíritu de vencedores, con plena confianza en sí mismos.

Si alguno falla o se lesiona irrevocable para el mundial, llamar a otro de la lista de los 40. Pero, por favor, ya den forma a un equipo, ¡nada más a uno, porque nada más con uno se va a luchar en el mundial!

A medida que el tiempo pase, la tensión que produce la incertidumbre irá en aumento. Y puede volverse insoportable y romperse el hilo de la confianza, cosa que sería lamentabilísimo para lograr el éxito que se busca.  

Por otra parte, continuar como hasta el momento, sólo prueba una de dos cosas: o el entrenador nacional y sus colaboradores están llenos de dudas –cosa terrible– o son excesivamente tercos y obcecados –cosa intolerable a nivel profesional.

SIEMPRE! recoge el clamor popular que dice: “estamos dispuestos a respaldar al equipo nacional con todas nuestras fuerzas; pero, por favor, dígannos ya cuál es nuestro equipo nacional!

Porque, incluso, ha llegado el momento en que si Raúl se empeña en jugar a los misterios, la Federación de Futbol –que tanto esfuerzo ha realizado, que tanta penuria ha superado, que tanto sacrificio ha hecho– le diga a Raúl: ¡Basta ya de misterios, te dimos a preparar un equipo y queremos saber cuál es!

CAMPEONES… PERO EN DESFILES

El otro día, en la sala de proyección de un noticiario mexicano, veíamos en cine el desfile inaugural de la llamada “miniolimpiada” –tal vez porque tiene el mínimo posible del espíritu olímpico – y, podo después, veíamos a la juventud soviética trabajar en un gimnasio preparado a sus futuras medallas de oro.  

Aquí un desfile cursi, insoportablemente falso, ridículamente ostentoso, totalmente inútil. Allá, maestros con los chamacos, gimnasios atestados de deportistas de 8 a 18 años. Aquí simulación, allá trabajo. Aquí, a la jota de la competencia, fracaso total. Allá, al llamado de los Juegos Olímpicos, medallas al por mayor.

El planteamiento del deporte mexicano, en esfera oficial, es falso, deliberadamente falso. Anacrónico, marrullero, sin proyección ni futuro. No es posible hacer atletas con instructores que más parecen dirigir a una troupe de circo que a un entusiasta grupo de chiquillos ávidos de aprender.

Vestir a las niñas de vestales, disfrazarlas de doncellas griegas ni es cultura ni es educativo: es ridículo. Como resultó un éxito sobresaliente en escala mundial nuestra Olimpiada cultural, ahora se ha pretendido bordar en el mismo tema y se ha caído en el ridículo. Y esperamos que ya se acaben los desfiles de inauguración, todos iguales, todos tediosos, todos rimbombantes y carísimos para el erario. 

Mientras vemos desfiles en las ceremonias de apertura –¿de apertura de qué, por Dios santo? – vemos también los campos deportivos vacíos, las escuelas sin maestros, los deportistas sin instructores, la Confederación sin planes y los planes sin contenido. ¡Basta ya de farsa, señores: trabajen y punto! así caritativamente– de lesbianas.

Da pena que tal cosa suceda. Pero da rabia el saber que ese es un hecho conocido desde hace muchos años ya hasta ahora se hayan decidido a resolver. Si es lo que lo resuelven…

Urge, pues, la barredora en el deporte. Pero ya…

*Texto publicado el 6 de mayo de 1970 en la revista Siempre! Número 880.