Edgar Aguilar

Estoy revisando algunos portales en internet de noticias locales. La mayoría hace referencia a ejecutados, levantados y mutilados. De pronto una nota, que no contiene fotografías, en uno de esos portales, llama mi atención: “Decapitados del puerto de Veracruz exigen apoyo para prótesis”. Es de suponer, pienso, que todos tenemos los mismos derechos, aun y sobre todo aquellos que se han visto directamente afectados por esta interminable ola de violencia que se vive en México y con consecuencias verdaderamente atroces en el estado. Mas no deja de sorprenderme que un grupo de decapitados se apersonen —digamos que aún mantienen el rango de personas— en las afueras del Palacio Municipal y, encima de sus evidentes limitaciones en cuanto a su muy particular falta de miembros, tengan la osadía —no sé de qué otra forma decirlo— de exigir apoyo para prótesis. Según la nota, “cerca de las diez treinta de la mañana, un pequeño grupo de decapitados, no mayor de diez, se amarró en los pilares del Palacio Municipal de dicha entidad veracruzana exigiendo apoyo al gobierno local para lograr obtener prótesis y así llevar una mejor calidad de vida”. Claro, nadie puede poner en duda que perder una pierna, un brazo, una mano o incluso un ojo, en las circunstancias que sean, demerita en la calidad de vida de cualquiera. Lo que no acabo de entender es cómo pueden exigir piezas artificiales cuando de lo que carecen, más que notoriamente (lo que no sería muy agradable de presenciar, por cierto, y a esa hora tan transitada del día y en pleno centro de la ciudad), es de… cabezas… ¿O es que, cosa por demás increíble, existen prótesis de cabezas? Vuelvo a la nota: “El pequeño grupo de decapitados estuvo alrededor de una hora amarrado en los pilares del Palacio Municipal, sin que ninguna autoridad saliera a recibirlos, y señalaron que es obligación del gobierno local velar por todos aquellos que han sufrido, por alguna u otra razón, la amputación de uno o más de sus miembros”. Por otra parte, “afirmaron —sigue la nota— que de esta manera muchos de ellos podrían reinsertarse al mercado laboral de la región y de este modo ser productivos en beneficio de la comunidad y de sus familias”. Ya lo creo que podrían reintegrarse, pienso. Pero, como ocurre siempre con este tipo de reclamos sociales, las autoridades no se hacen responsables, cuanto más si muchos de estos pobres ciudadanos, ya de por sí mermados en sus funciones vitales, sufrieron la nada desdeñable pérdida de un miembro tan esencial para el perfecto desempeño humano, en hechos casi imposibles de nombrar, por no decir aterradores, y en gran medida por colusión u omisión de esas mismas autoridades… Finalmente, la nota termina diciendo que “los discapacitados (las cursivas son mías) del puerto de Veracruz no cesarán en sus protestas y peticiones hasta que el gobierno local no atienda a la brevedad esta grave problemática que los aqueja…” ¡Vaya!, me digo, ya se me hacía un poco raro… había leído mal. Pero es tal la violencia y la nauseabunda abundancia de notas rojas que saturan los portales de noticias en el estado, que por un momento pensé, por extraordinario y tétrico que parezca, que todo era real…