La muerte puede consistir en ir

perdiendo la costumbre de vivir.

César González Ruano

Llevamos muchos años con el problema, aquí en esta columna lo he advertido en diversas colaboraciones. Los ciudadanos están hartos de la inseguridad, de la mala racha económica, de la falta de oportunidades y desarrollo, del mal que hace la Selección Mexicana cada mundial, de los miles de desaparecidos, de la delincuencia organizada. De todo ello están verdaderamente cansados, desesperados.

Pero aún hay algo que supera el enojo y hartazgo de todo lo descrito, inclusive junto. Es la corrupción extrema en la que nos hemos encontrado como país en los últimos años, siempre hemos padecido este flagelo, al grado de que nos lo quieren recetar como algo que tenemos inserto en nuestro código genético o que se da por el solo hecho de ser mexicanos y estaremos condenados a ser portadores de este mal por siempre.

Menos mal que estos cuentos cada vez son menos aceptados por la colectividad. y cada vez somos más los que estamos convencidos de que no existe un gen mexicano de la corrupción ni tampoco es un problema de nuestra idiosincrasia o cultura. Si es un problema en el que por acción y la mayor de las veces por omisión se ha contribuido en que la corrupción crezca y la impunidad reine.

Este mal genera una rabia mayor por que los ciudadanos asocian la corrupción con la política, con el poder con los poderosos económica y políticamente. Es decir la gente ve que los que se han postulado para servirla y ayudar a construir un estado de derecho, un país de oportunidades, desarrollo y crecimiento, han sido muchos de ellos los primeros en torcer la ley, abusar de su cargo, desviar los recursos y enriquecerse ilegalmente a costa de millones de pobres, enfermos y necesitados que ven diluirse sus esperanzas de mejora o cambio positivo.

Corrupción, mentiras, impunidad, delincuencia, problemas económicos y sociales, desapariciones, muertes y cinismo de los corruptos y corruptores, juntos integran un “coctel Molotov” que termina por destruir la esperanza, paciencia y optimismo hasta de los mas inquebrantables y fuertes ciudadanos.

Hasta ahora, el secretario de Salud del país hace un diagnóstico —algo tardío por cierto— sobre el ánimo social y dice que este es de “rabia social”, inclusive nos dice que ya se ha convertido en un problema de salud pública. El problema en sí no está en dar el diagnóstico, este por desgracia es cierto, lo lamentable es aceptarlo y darlo a conocer cuando son muchos los años en que hemos padecido este mal.

La “rabia social” tiene sustento, y no se pre-configura ningún escenario que nos permita advertir que esto cambiará en el corto plazo, esta enfermedad es muy grave, la única medicina que puede ser eficaz para combatirla es, altas dosis de participación ciudadana, auténtico Estado de derecho, combate y castigo a la impunidad y nunca perder la esperanza de un México mejor.

@perezcuevasmx

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