Desde la llegada de internet las actividades humanas, principalmente las comerciales, de negocios –lícitos e ilícitos–, las relaciones interpersonales, el entretenimiento y la satisfacción de ciertas necesidades humanas han comenzado una emigración masiva y exponencial a las plataformas digitales, alterando las formas tradicionales de interrelacionarse socialmente, y desencadenando una serie de fenómenos “sociodigitales” que se multiplican a la velocidad de los kilobytes por segundo.

En el siglo XXI cualquier persona que tenga acceso a la red está familiarizada con los nuevos tecnicismos o jergas digitales como las redes sociales, el comercio electrónico (e-commerce), las tecnologías financieras (Empresas Fintech), los activos y el dinero digital (criptomonedas), la ciberseguridad, el cibersexo, los ciberataques, el ciberacoso, el ciberactivismo, y hasta trastornos adictivos del uso de internet o ciberadicciones. Sin duda la Era Digital y el inicio de la Revolución 4.0 o Cuarta Revolución Industrial cambiarán por completo la vida de los grupos y de sociedades en el planeta.

Dada la velocidad con las que se desarrollan las innovaciones tecnológicas y sus infinitas aplicaciones, se ha vuelto complejo contar con estudios científicos y marcos jurídicos que salvaguarden los derechos de las nuevas relaciones sociodigitales. Por ejemplo, en el ámbito comercial  es donde se han generado los mayores problemas que derivan de prácticas y actividades ilícitas para ocasionar fraudes, robo de identidad e información personal, compras electrónicas, tráfico de drogas y armas, por mencionar algunas.

La falta de regulación y la magnitud del mercado potencial que representa hacer negocios en plataformas masivas, están generando verdaderos problemas de seguridad, que van en detrimento de la seguridad personal y que vuelven vulnerables a los cibernautas que voluntariamente comparten información privada e instalan aplicaciones en sus computadoras personales, celulares y tabletas, sin conocer los riesgos que esto implica.

Investigadores y académicos del Instituto Tecnológico Blekinge en Suecia descubrieron la facilidad con la que se puede recabar información desde Facebook al estudiar el comportamiento, las actitudes, los sentimientos y las relaciones de  368 millones de miembros de la red social. Los datos se acumulan y se puede saber con precisión las ubicaciones, los intereses, las afiliaciones políticas, las interacciones en Facebook e incluso las preferencias musicales de las personas. Inclusive pueden obtener información de compras a través de tarjetas de crédito o débito y  precisar el 90 por ciento de los nombres de los compradores, con tan solo cuatro elementos de información al azar de sitios como Facebook, Instagram y Twitter. Una vez que la gente es identificada y se conocen sus intereses e interacciones, pueden ser blanco de la publicidad y se pueden influir o movilizar en campañas políticas u otras causas.

El escándalo de Cambridge Analytica y Facebook llevó al Ceo de esta aplicación Mark Zuckerberg, a comparecer ante el Congreso Norteamericano el mes pasado, lo cual puso al descubierto la facilidad con que se puede obtener información privada e influir comportamientos de la audiencia.

Esta situación es alarmante y es imprescindible que exista una regulación para el tratamiento de la información privada que manejan los desarrolladores y las aplicaciones. El internet ha demostrado ser una herramienta con mucho potencial para el desarrollo social, pero también abre infinidad de autopistas donde se trafica información para cometer actos ilícitos por lo que es urgente regularlas.

SECRETARIA DE LA COMISIÓN DE RELACIONES EXTERIORES AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE

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