La comedia en que está convertido el proceso electoral por los sucesos, declaraciones, hechos y ocurrencias de algunos de los candidatos a presidente de la república llega a la mitad de la legalmente denominada “campaña”, después de una precampaña y una intercampaña, que semejan entremeses de un vodevil de teatro de comedia, en los cuales los candidatos no pueden hacer campaña o solo actos limitados a tal fin.

Enfatizamos que solo podemos referir la renovación del Ejecutivo federal, porque de la información respecto de las nueve gubernaturas y la totalidad del Congreso poco o nada se sabe, y de cambios en ayuntamientos y congresos locales, menos, dado que ni en las propias comunidades están enterados o les interesa y solo brincan al conocimiento general cuando son privados de la vida, lo cual es del todo condenable y es parte de los pendientes de la agenda política democrática del país.

Los debates entre los cinco candidatos ciertamente han mejorado respecto de los precedentes, hoy se cuenta con un formato menos acartonado, aunque sufrimos el afán protagónico de uno que otro “conductor o conductora” que buscan ser el niño de la primera comunión. El ejercicio ha permitido apreciar los recursos dialécticos, argumentales, el bagaje de conocimientos o la falta de ellos por parte del elenco de suspirantes y, además, la existencia o carencia de propuestas  concretas para atender problemas puntuales del México de hoy.

Con algunas excepciones, lo que hasta ahora hemos visto es la agilidad para escabullirse a efecto de no definirse en temas delicados. Hemos atestiguado también un lamentable ejercicio de lanzarse entre ellos acusaciones mutuas de corruptos, reaccionarios o traidores,  mentirosos por decir lo menos. Algunas propuestas incompletas o sesgadas, muchas ocurrencias y exceso de retórica vana de tipo cantinflesco, de hablar mucho sin decir nada. En resumen, los hemos visto cantinflear.

Este segundo debate, que ocurrirá cuando el lector de Siempre! tenga en sus manos este número, versará sobre comercio exterior e inversión; seguridad fronteriza y combate al crimen trasnacional y derechos de los migrantes. Para algún candidato será crucial su desempeño, porque o remonta o termina por hundirse. Algún otro, a pesar de articular bien, tendrá que demostrar que no solo memoriza bien el script que le preparan sus asesores, sino que maneja o conoce bien cifras y los temas.

Y para el candidato puntero de la mayoría de las encuestas, mas allá de los errores, traqueos o falta de rigor metodológico de esos ejercicios, tendrá que volver a enfrentar la embestida de sus adversarios y que no se llamen agredidos sus seguidores por ello, porque es normal en una elección y menos tienen razón quienes han hecho de la injuria argumento o del linchamiento en redes su practica recurrente, como si se quejaran en un match de box y gritan porque el retador le pega a su boxeador preferido.

Es, pues, por muchas razones, este segundo debate definitorio para los tres principales candidatos. Los otros dos, lamentablemente vienen cumpliendo un papel secundario de actores de reparto, por continuar con nuestra alegoría con el teatro de comedia. Y lo más triste es que la mayoría ni siquiera nos genera compasión, repulsión, odio o empatía; han sido totalmente sosos. Si acaso el exceso verbal del “mocha manos” será recordado.

Los temas a discutir son serios, importantes y muy delicados. El TLC, nos guste o no, tiene una repercusión importante en la buena marcha de la economía, al igual que la inversión nacional y extranjera. La seguridad fronteriza y el crimen trasnacional traerán a la discusión el muro trumpiano y los mecanismos de colaboración con Estados Unidos. Y los derechos de los migrantes constituye un tema con vasos comunicantes con el anterior, que no puede afrontarse por separado. Veremos de que están hechos y si el training de campaña los hace superarse.