Las propuestas claras y contundentes no aparecieron en el segundo debate de candidatos a la Presidencia de la República porque imperó la tónica de la descalificación, hicieron gala de los lugares comunes, no hubo sorpresas y sí en cambio material para los memes en redes sociales.

Los candidatos intercambiaron calificativos, se denostaron y la principal sustancia que habría sido contratar ideas apenas se dibujó por breves momentos. No obstante, al final se impondrá el carisma,  porque en un ritual efímero ante las urnas la parte que se impone es la emotiva.

El posdebate suele ser más entretenido, relajado y mejor estructurado; hubo diversos ejercicios de esa índole, en las plataformas digitales todos resultaron vencedores porque los seguidores de los aspirantes a la presidencia así lo remarcaban sin dudarlo. Si observamos las cosas en un tono más objetivo se podría decir que no hubo un claro ganador, el debate fue de una calidad precaria y no cubrió las expectativas.

Andrés Manuel López Obrador y Ricardo Anaya protagonizaron un duelo previsible, son el número uno y dos en la mayoría de las encuestas. El candidato de la coalición PAN-PRD-MC se acercó al morenista quien tuvo que decir que escondería su cartera. Los calificativos salpicaban: corruptos, hipócritas, farsantes. José Antonio Meade explicaba sus respuestas, abundaba más en los temas en que se siente cómodo por su experiencia gubernamental, solo que también hace evidente su desmemoria porque él ha sido parte de los últimos gobiernos que se han distinguido por sus constantes yerros. El candidato que no milita en el PRI aunque lo represente no es proclive a la autocrítica, no sé si podría definírsele como anticarismático.

Estamos ya en la segunda mitad de las campañas electorales, los números que reflejan las encuestas no se han movido de manera significativa, Margarita Zavala renunció al iniciar el segundo tiempo del proceso, el otro candidato independiente Jaime Rodríguez, el Bronco, solo atina a manifestar ocurrencias que provocan la hilaridad, no hay consistencia ni seriedad. Alguna vez alguien dijo que en México el drama se expresa a través de la risa.

Nadie de los candidatos varía sus fórmulas de comunicación y propuesta, son predecibles, algunas veces sobreactuados y forzados, todo indica que los números en las encuestas tampoco sufrirán modificaciones importantes.

Probablemente la guerra sucia entre los candidatos llegue a un punto más deleznable, lo cual también es previsible, hace rato el proceso electoral se polarizó, no hay espacio para la mesura. Se trata de un verdadero pleito contrario a la civilidad.

Riqui Riquín Canallín le dijo López Obrador al candidato Anaya. El Bronco pide el abrazo entre el tabasqueño y Meade, así plagado de ocurrencias duró el prolongado debate al que los contendientes quedaron a deber.

Es tiempo de elevar el nivel de las campañas y los debates, los electores merecen algo más que fuegos fatuos y pirotecnias discursivas. Resta poco más de un mes para la fecha definitiva del primero de julio, esperamos novedades, no solo publicidad diferente.