Las ocurrencias y el tedio rondan en las campañas electorales, aderezadas por el fanatismo ostensible esparcido por diversos canales porque la descalificación tiene primacía junto a las calumnias reproducidas al infinito. No se escuchan propuestas sino posicionamientos repetitivos en la mayoría de los casos.

Ante un panorama desolador que deja tras de sí el crimen, la barbarie aunada con la impunidad; brillan por su ausencia las propuestas de los candidatos en torno al arte y la cultura. Sí, un gran número de los integrantes de la clase política se han revelado como ignorantes, en la mayor parte de las campañas a los diversos cargos de elección popular el tema de la cultura y el arte no tienen espacio en las agendas de los candidatos. Las prioridades son otras.

La Secretaría de Cultura fue una buena idea que no aterriza en el plano federal, en las entidades tampoco sus homólogas se caracterizan por un trabajo sostenido, en muchos casos las operan burócratas sin mayores vínculos en el ramo artístico por lo que no puede haber resultados sin planeación, máxime si el talento está ausente.

En los últimos meses nuestro país se ha ensangrentado al suscitarse tragedias a granel, los jóvenes han sido en gran medida las víctimas como lo ejemplifica el condenable homicidio de tres estudiantes de cine de la Universidad de Guadalajara. La narrativa de la muerte no deja de escribirse en páginas negras que elevan las estadísticas para fortalecer la desesperanza, disminuir la paciencia y eclipsar la fe en las instituciones.

Los debates en diversos medios, principalmente redes sociales, no pasan del intento porque lejos de la argumentación impera el insulto, los calificativos, la denostación, el extremo de la procacidad, no se contrastan ideas porque abunda la diatriba.

Es tiempo de que Ricardo Anaya, José Antonio Meade, Andrés Manuel López Obrador, Margarita Zavala y Jaime Rodríguez hablen del arte y la cultura, cuáles serían sus políticas públicas, cómo recuperar espacios públicos que han sido secuestrados por el crimen, cuáles serían los mecanismos para establecer un programa de largo alcance para el fomento a la cultura, estimular las artes visuales. Todo ello en su conjunto bien puede conjurar peligros derivados de la delincuencia, no todo debe ser descalificar porque mantener ese patrón más bien es un disuasivo que afectará negativamente la votación del primero de julio.

Aún estamos a tiempo de que impere la sensatez, es oportuno que los aspirantes a suceder a Enrique Peña Nieto hablen de cómo se puede recuperar el tejido social que hoy luce ajado por la corrupción, la impunidad, la opacidad y todos los males que se manifiestan como una auténtica jauría rabiosa.

Lamentablemente, casi en todas las administraciones desde lo municipal a lo federal el arte y la cultura no están en la lista de prioridades, más bien destaca el papel que juegan diversas universidades en materia de difusión, promotores culturales que suelen hacer un papel heroico sin mayor respaldo oficial.

Es tiempo de retomar los rieles de la sensibilidad y dejar lo cruento de una campaña plagada de las descalificaciones para retornar el camino rumbo al arte y la cultura.