En este periodo de promesas y propuestas electorales, los candidatos a la presidencia han optado por el recurso fácil de ofrecer aumentos salariales y el cumplimiento, ahora sí, de las prestaciones laborales a que tienen derecho, pero sin poner atención a uno de los más graves problemas de los trabajadores mexicanos: la enorme carga de trabajo y las tensiones laborales que les producen estrés crónico.

Claro que quienes creen en el estereotipo del mexicano flojo e indolente podrían sorprenderse de que los trabajadores sufran estrés o que se les considere de los más laboriosos en el mundo. Pero las estadísticas muestran el desolador panorama laboral del país.

Los mexicanos, los que más trabajan

El desconocimiento de las condiciones laborales o la búsqueda de simpatizantes han llevado a José Antonio Meade a ofrecer más empleos y mejor pagados; a Ricardo Anaya a incrementar el salario mínimo a cien pesos diarios; y a Andrés Manuel López Obrador a prometer aumentar al doble el salario mínimo. Además, los tres prometen una serie de prestaciones, pero olvidan lo más importante: mejorar sus condiciones de trabajo, reducir la jornada laboral y concederles más periodos de descanso (vacaciones).

De acuerdo con datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, de sus 38 miembros, los mexicanos son quienes más horas trabajan al año, 2 225, los siguientes tres son Costa Rica con 2 212; Corea del Sur, 2 069; y Grecia, 2 035. En el otro extremo, los trabajadores que menos horas laboran anualmente son los alemanes que ocupan 1 363 horas en su centro de trabajo.

Por su parte, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) ha referido que los países con ingresos bajos y medios son los que más horas trabajan, entre otras razones porque tienen salarios bajos, sus patrones les escatiman las prestaciones de ley o los contratan por medio de otras empresas (outsourcing), lo que los lleva a aceptar condiciones laborales humillantes y extenuantes ante la posibilidad de ser despedidos.

Pero eso no es todo, además de que los mexicanos tenemos largas jornadas de trabajo, también contamos con los periodos vacacionales más cortos del mundo; es decir que quienes gozan de esa prestación, apenas pueden descansar menos de diez días al año, como sucede en Nigeria. Esas agobiantes condiciones laborales repercuten tanto en la economía familiar (ingresos mínimos) como en la salud física y mental de los trabajadores mexicanos.

Un voto razonado y equilibrado

De acuerdo con estudios de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y de la Universidad Nacional Australiana (ANU, por sus siglas en inglés), la falta de ingresos adecuados y las jornadas de trabajo prolongadas afectan gravemente la salud del trabajador. Según la OMS, seis de cada diez trabajadores de los países desarrollados sufren estrés laboral; en tanto que en países como México, la proporción se eleva drásticamente a tres de cuatro trabajadores.

Por su parte, el doctor Huong Dinh y colaboradores, de la ANU, refirieron en una investigación publicada en la revista Social Science & Medicine, en enero de 2017, que las largas horas de trabajo erosionan la salud mental y física de las personas, porque destinan menos tiempo para comer y cuidarse adecuadamente.

La OMS refirió el año pasado que México ocupa el primer lugar en estrés laboral, 75% de los trabajadores lo padecen; además, la cuarta parte de los infartos en México están relacionados con enfermedades físicas, emocionales y psicológicas provocadas por el estrés crónico.

A muchos de esos trabajadores con estrés crónico, en la proximidad de las elecciones, sus empleadores en empresas como FEMSA, Bimbo, Grupo México, Aeroméxico, El Palacio de Hierro, Herdez y Coppel los exhortaron a razonar su voto, a analizar los efectos del populismo en la economía, la familia y el país, así como a no votar enojados.

Pero en estas condiciones, más que un problema de conciencia política, se presenta un grave problema de salud pública, que los gobiernos anteriores no han podido resolver, ni los empresarios han querido enfrentar para proteger verdaderamente a sus trabajadores y a la economía familiar y empresarial.

Datos de la OIT revelan que las pésimas condicionales laborales generan pérdidas anuales equivalente a cuatro por ciento del producto interno bruto mundial, así que las mejoras salariales y el cumplimiento real de las prestaciones a los trabajadores no solamente beneficiaría al empleado sino que también reportaría una mayor productividad a la empresa.

Con el pragmatismo que caracteriza a los empresarios, bueno sería que dejaran sus miedos a un lado y comenzaran a procurar el bienestar de sus trabajadores. Los candidatos, por su parte, deberían proponer una verdadera reforma laboral, que nos permitiera abandonar el primer lugar en estrés laboral y en horas laboradas al año.

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f/René Anaya Periodista Científico