En el interior del agua cantan,

dan voces las flores divinas.

Nezahualpilli

Pocas noticias han sido tan gratas como la de constatar la disposición de Lucio Pablo Gutiérrez Cortina, dueño de BDI, hacia el derecho a la memoria colectiva, al privilegiar la recuperación y rescate del Templo de Ehécatl descubierto en 2014 en el terreno que había adquirido para edificar un centro comercial.

La acción del inmobiliario es muestra de una actitud responsable y sensible al ejercicio de una de las prerrogativas menos visibilizadas de nuestros derechos humanos, y en ello estriba la importancia de su acto de suprimir y modificar un proyecto arquitectónico ideado en lo que fuera un espacio comercial concebido a la par de la Unidad Habitacional Tlatelolco, que a más de 50 años ya resultaba obsoleto a las visiones mercantiles de nuestra época.

A la par del conjunto habitacional definido por Carlos Monsiváis como “el México sin vecindades”, los propietarios del afamado El Centro Mercantil decidieron invertir en la zona para acercar a los primeros habitantes de aquel conjunto de edificios diseñados por el arquitecto Mario Pani, una gama de mercancía que facilitara el concepto moderno de vida al que se encaminaba un México entusiasmado con la organización de los XIX Juegos Olímpicos.

La aventura comercial prosperó hasta que la misma empresa determinó poner a la venta sus propiedades —hecho que permitió que el edificio sede fuese habilitado como el Hotel de la Ciudad de México— y, luego, que su sucursal de Nonoalco se transformara en El Sardinero.

La globalización del comercio arrasó con esa empresa y el terreno se puso a la venta, y fue adquirido por la inmobiliaria BDI cuyos accionistas, al reconocer la cercanía con la zona arqueológica, acudieron responsablemente al INAH para solicitar el acompañamiento en el proceso de “cala” a efecto de constatar la existencia o no de vestigios tlatelolcas o coloniales. Los resultados indicaron la ausencia de ellos, pero cuando se procedió al proceso de construcción del nuevo centro comercial, a tres metros de profundidad surgió, vigorosa, la plataforma de un templo que era contemporánea a los basamentos expuestos en la Plaza de las Tres Culturas.

Tras un par de años de adecuación del proyecto que integró los 300 metros correspondientes a la plataforma, y de una inversión de 20 millones de pesos para la consolidación y puesta en valor de esta, el Centro Comercial Tlatelolco contará con una ventana arqueológica que permite contemplar este descubrimiento, sea desde un mirador subterráneo ubicado sobre la avenida, o bien desde el estacionamiento a través de un cristal expresamente colocado para garantizar la estabilidad atmosférica de la edificación  descubierta.

El diálogo armónico que concibió en 1964 el arquitecto Pani para el corazón de Tlatelolco hoy se reinventa en este espacio comercial por el que, parafraseando al texcocano Nezahualpilli, se puede afirmar que del interior de la tierra brotan piedras preciosas que ensalzan la gloria de Mexhico-Tlatelolco.