Se acerca el final de las campañas rumbo a las elecciones presidenciales del 1 de julio, algunos candidatos y sus asesores están realmente desesperados y por ello actúan en consecuencia, con campañas que descalifican e infunden miedo. Nos acercamos a lo peor del proceso electoral.

La guerra sucia en la política ha sido en los últimos tiempos un instrumento del marketing político que ha tenido un éxito rotundo, pues se usa como estrategia para debilitar, desprestigiar y vulnerar al contrincante político. Y esta estrategia tiene mayor relevancia en los países o sociedades con una cultura política de baja información o donde la polarización social es demasiada.

La guerra sucia electoral exhibe lo peor de los partidos políticos mexicanos. Muestra lo siniestros que son los grupos internos que la promueven, los militantes que la ejecutan y los líderes que la avalan.

Los involucrados en la guerra sucia electoral están dispuestos a todo con tal de que los contrincantes no les arrebaten el poder, o a ponerles piedras en el camino ante la certeza de que lleguen a fortalecerse.

Se ha visto en la fase previa a las elecciones cómo actores políticos recurren a cualquier artimaña ilegal o no ética para tundir a los opositores; en muchas ocasiones la guerra es interna, contra compañeros, ahí tenemos el caso de Ernesto Cordero, quien acudió a denunciar penalmente al candidato de su partido, Ricardo Anaya Cortés.

El sociólogo alemán Max Weber decía que quien hace política es aquel o aquellos que desean el poder para la consecución de otros fines, o simplemente para tener el poder y lograr sus objetivos personales o grupales.

Otro ejemplo de esta guerra sucia, es la orquestada desde el diario estadounidense The New York Times, a principios de semana, un editorial firmado por Azam Ahmed afirmaba lo siguiente: “el gobierno mexicano tiene evidencia suficiente para presentar cargos contra funcionarios vinculados a uno de los mayores escándalos de corrupción en la historia de América Latina (Odebrecht). Sin embargo, rehúsa hacerlo porque podría afectar al partido gobernante en las elecciones presidenciales del 1 de julio”.

En este caso es importante destacar que Carlos Salinas es socio del periódico y es quien podría estar detrás de este texto, para afectar directamente al exdirector de Pemex, Emilio Lozoya, quien es incondicional del canciller Luis Videgaray, con toda la intención de afectar la campaña presidencial del PRI.

Se trataría de un mensaje directo para el presidente Enrique Peña Nieto, para que note de dónde surgió la podredumbre que arruinó su sexenio, dejándolo en la recta final con una aprobación ciudadana que no rebasa ni el 30 por ciento, es decir, una de las más bajas de la historia.

Quien queda en medio de esta pelea entre Salinas y Videgaray es José Antonio Meade, quien no tiene nada que ver, pero es quien paga los platos rotos.

Cabe destacar que el periodista Azam Ahmed es también el autor del artículo: “Somos los nuevos enemigos del Estado: el espionaje a activistas y periodistas en México”, publicado de junio de 2017, en donde destapó el escándalo de Pegasus a escala internacional.

Ahmed reveló que el gobierno mexicano utilizaba un programa de espionaje llamado Pegasus, del fabricante de software NSO Group, para espiar a defensores de derechos humanos, periodistas y activistas.

En su momento este fue un duro golpe para la administración de Peña Nieto.