El tiempo se agotó, estamos en los últimos momentos previos a la gran elección de este año.

Las encuestas, los sondeos, los estudios demoscópicos nos han informado de la ventaja de Andrés Manuel López Obrador, sin embargo, habrá que considerar diversos factores en esta etapa final.

El número de electores incluidos en la lista nacional es de 86 millones, de los cuales es probable que vote 60 por ciento, lo que nos da un universo de aproximadamente 51 millones de votos, muy similar a la elección de 2012, que fue de 50 millones votos. De estos votantes reales, se calcula un aproximado de 10 por ciento entre votos nulos y votos emitidos a favor del Bronco, con lo cual quedan 45 millones de votos que, divididos entre 3, dan 15 millones que será el piso mínimo para obtener el triunfo electoral.

Las tres fuerzas políticas han alcanzado ese piso mínimo en diferentes momentos, en la elección de 2006 entre Felipe Calderón y López Obrador, sus números fueron 15 millones para el primero y 14 millones 750 mil para López Obrador y 9 millones 300,000 para Roberto Madrazo —aunque habrá que señalar que los candidatos al Congreso por el PRI-Verde obtuvieron 2 millones de votos más, es decir, 11 millones 629,000—; y, por supuesto, el PRI con Peña Nieto rebasó ese piso de 15 millones con poco más de 19 millones de votantes en 2012.

Los factores que podrían modificar la tendencia electoral, entre muchos otros, podrían ser: 1) numerosos simpatizantes de López Obrador dan por hecho su triunfo, los cuales, por negligencia hipotéticamente dejarían de votar; 2) un número considerable de seguidores de Meade pueden no votar por su coalición para el Congreso o las gubernaturas y votar a favor del candidato, es decir, un fenómeno similar al que se dio en la elección de Madrazo en 2006 pero a la inversa; 3) aun cuando parezca quimérico, el estado de ánimo de los votantes de enojo colectivo se ha atemperado, frente a la felicidad nacional del triunfo de la selección mexicana de futbol sobre Alemania y, probablemente, para ese día México habría avanzado a los octavos de final; 4) las acusaciones contra Ricardo Anaya han debilitado su propuesta y, sobre todo, las contradicciones internas muy serias entre los tres partidos que lo postulan; claro ejemplo de esto es la decisión del gobernador de Michoacán, Silvano Aureoles, de sumarse a Meade, así como del experredista Armando Ríos Piter y el apoyo del propio Anaya al candidato de Movimiento Ciudadano en Jalisco, Enrique Alfaro, y no al de su propio Partido Acción Nacional.

Los tres candidatos están pidiendo lo que dice el viejo adagio ranchero, ¡Ay, reata, no te revientes, que es el último jalón!

Nada está definido, la cantidad de encuestados que ocultan su intención de voto y el enorme número de indecisos, así como el estado de ánimo general, pueden cambiar los resultados en el último momento. No obstante, lo más trascendente es garantizar un proceso pacífico que se ha descompuesto con el inexplicable asesinato de más de cien participantes en las lides políticas. El país requiere mesura frente a la agresión externa que estamos viviendo.

Si bien es cierto, los temas de desigualdad, pobreza e inseguridad son fundamentales, quizás el verdadero tema hacia el futuro inmediato es la relación con el mandatario estadounidense que está rompiendo todos los lazos multilaterales para  tratar de consolidar un Imperio unipolar con base en la fuerza armada y económica de Estados Unidos, y uno de sus objetivos prioritarios es aplastar a sus vecinos canadienses y mexicanos para demostrar su dominio en la región; frente a esta situación que se refleja con la salida norteamericana de los acuerdos de Paris, del rompimiento con el G7, de la guerra comercial con China, del desprecio a la UNESCO y su retiro al tratado con Irán y al propio TLCAN, se plantea un ominoso porvenir donde hay dos caminos para enfrentarlo: uno, la confrontación, que puede traernos consecuencias terribles e inesperadas; o dos, el manejo estratégico de nuestra política internacional, con una acción diplomática de acuerdos y negociaciones, que solo puede llevar a cabo un hombre que ha tenido la experiencia como canciller de México y como secretario de Hacienda, José Antonio Meade.

La moneda está en el aire, al final del camino debemos respetar la decisión ciudadana, cualesquiera que esta sea y razonar al emitir nuestro voto el próximo 1 de julio.