Rafael G. Vargas Pasaye

La literatura y el futbol tienen una estrecha relación, la cancha no está tan distante de las páginas de los libros, y en esta época mundialista se agradece un buen libro sobre el deporte más popular del mundo como lo es Todo lo que sabemos de Federico Fernández Christlieb (Ciudad de México, 1962), un conjunto de textos que van de deporte, de cultura, de viajes, de experiencia de un jugador y alguien que vive el futbol como pocos.

Su nombre no aparecerá en alineaciones de los equipos de primera división pero eso no es impedimento para que el Doctor en Geografía contagie con su amor por el deporte, le da toques de filosofía desde el arranque: “Ya que no tenemos Dios, el futbol es nuestro sucedáneo espiritual. Ya que no tenemos partido político, el futbol es nuestra postura. Lo empleamos como la medida de nuestra paz o de nuestra preocupación. Es nuestro desfogue cuando estamos frustrados, nuestra cura para las penas, nuestra morfina para los malestares”.

Nos lleva desde su instrucción primaria en su búsqueda del lugar en la cancha, pisar varios espacios geográficos ayudan a entender el deporte, a saborear el juego, a saber que hay enorme diferencia entre ser delantero o defensa, que el portero merece respeto, que el entrenador no necesariamente es un estratega nato.

Su experiencia en canchas europeas se agradece pues tenemos conocimiento de las figuras que fichan en equipos profesionales pero es desconocido el deambular de un jugador en un equipo que viaja en metro para llegar a otro barrio a disputar el galardón. Esa es la esencia de este deporte, el saberse mejor que la otra tribu, así nació y así es por más mercadotecnia que le impriman, es saberse mejor que el otro. Eso sí, con respeto y caballerosidad.

Son más que anécdotas o recuerdos, son aprendizajes, complicidades, quizá confesiones como su amor por el equipo Sahara, donde sabe que juega con compañeros de pelota, pero el tercer tiempo es lo que hace imperdible la ida a la cancha llanera, en este caso al Ajusco. Su narrativa nos lleva desde su infancia hasta su retiro, va de los recuerdos de jóvenes a los espacios donde los veteranos se dan cita, el amor al futbol no conoce de edades.

Comenta el autor: “La esencia del futbol está materializada en tres objetos: pelota, terreno y jugadores. Sin alguno de estos tres, nuestro universo es imposible. Luego hay que pensar en el motor que da vida al juego, en los motivos que tienen esos jugadores para hacer lo que hacen: hay que pensar primero en la rivalidad con el enemigo y después en la comunidad que se forma con los compañeros de equipo”.

Dedica varias líneas a la figura del balompié femenil y su creciente desarrollo, analiza las posiciones en el terreno (imperdible el capítulo “Mis pobres porteros”), comparte lo que ha vivido como aficionado en muchos estadios del mundo, y allí se sabe que el público es tan similar o tan diferente como el día mismo.

Contagian estas páginas de ágil lectura, el cierre conlleva el reconocimiento familiar, el agradecimiento por el paso de los años de forma ligera, agradable, saludable, y la propuesta social, con el Atlante por delante (el equipo de sus amores aunque le gane la afición por los Pumas), en un dibujo donde rescate no sólo al equipo sino a un grupo social que necesita atención: el de los jóvenes en la ciudad capital.

Un ejemplar que se disfruta en este marco mundialista vista desde la experiencia de un profesional llanero; un libro, a decir de su autor que “expone la esencia que nos permite volver a hallar gusto por lo básico, la satisfacción por lo poco que un niño necesita para ser feliz”.

Federico Fernández Christlieb, Todo lo que sabemos. Cancha, itinerario y cultura. Ficticia (ediciones del futbolista), México, 2018; 271 pp.