A partir del 7 de agosto próximo, la República de Colombia contará con un nuevo presidente que bien podría formar parte del club de mandatarios juveniles como Emmanuel Jean-Michel Frédéric Macron (1977), de Francia; Justin Pierre James Trudeau (1971), de Canadá, o la neozelandesa Jacinda Kate Laurell Arden (1980) de solo 38 años de edad.

A los 42 años de edad, Iván Duque Márquez (Bogotá, 1 de agosto de 1976), será el 60 mandatario colombiano después de ganar el domingo 17 de junio, en la segunda vuelta de los comicios presidenciales, llamado también balotaje,  con el 54% de la votación, para el periodo único del 2018-2022, pues la nación suramericana ya prohibió la reelección desde el segundo y último mandato del actual presidente Juan Manuel Santos que entregará el poder a su sucesor en 44 días.

Los pares internacionales de Duque son gobernantes carismáticos, decididos y jóvenes, sin gran bagaje político, que miran el futuro con confianza, hablan el idioma de las nuevas generaciones y conectan muy bien con ellas. De 41 años, Duque solo tiene cuatro años en política como senador del Centro Democrático (cuidando los giros idiomáticos, Iván se declara “centrista” no obstante que su partido es de derecha), su discurso es innovador como su concepto de la economía y mantiene la conversación con los jóvenes, no se aleja de ellos.

Eludir la sombra de Uribe

La diferencia de Duque con los Macron, los Trudeau y los Arden, es que estos dirigentes del primer mundo no tienen que lidiar con guerrillas antiguas de más de medio siglo de existencia, ni con mafias de narcotraficantes que no les importa cometer los crímenes más aberrantes, ni con una corrupción que destruye tanto el aparato estatal como la sociedad misma, ni con desigualdades sociales que no se encuentran en ningún manual de sociología.

Además, algunos de esos mandatarios —por el contrario, sí se han tenido que enfrentar con un fenómeno político, aborto de la sociedad estadounidense, llamado Donald John Trump—, tampoco contaron con el apoyo de un polémico mentor que origina odios y pasiones a partes iguales, como el expresidente Alvaro Uribe.

Uno de los grandes retos que deberá enfrentar el nuevo presidente colombiano, será, reciamente, tratar de eludir la sombra de Uribe, marcar su propio camino para dejar huella sin ofenderlo a él y a los seguidores (votantes) uribistas que no desean otro Santos que los traicionó en el 2010.

Francisco Santos, exvicepresidente colombiano, hizo un claro perfil de Duque al periódico madrileño El Mundo, del que reproducimos un párrafo: “Llega muy libre, no está maniatado por nadie. Se tiene mucha confianza pero no es soberbio, escucha. Ha crecido muchísimo en estos meses, es una esponja… Es muy carismático, mira a los ojos, se acerca con una sonrisa, juega y le encanta el fútbol, canta vallenato, toca la guitarra, tuvo una banda de rock, rasgos que a la gente le gusta mucho. Es más próximo a los millennials que a las generaciones pasadas, ha conseguido atraer a jóvenes y artistas, que no es fácil en un partido de derecha. Y es tranquilo, no un peleón como Uribe, que es lo que los colombianos quieren ahora, están aburridos de la división y las peleas”.

No todos lo ven con tan benévolos ojos. No todo es miel sobre hojuelas. Los adversarios no tienen las mismas ideas. Los que sufragaron por Gustavo Petro —el antiguo camarada “Aureliano” o el “Comandante Andrés” del M-19—, para cortar el paso al expresidente Uribe lo consideran una marioneta en sus manos. Así, la escritora y periodista Patricia Lara considera que será “Uribe el Presidente en la sombra y él (Iván) su mandadero puro y simple”.

Y en una de sus columnas de opinión escribíó: “Pondrá en riesgo el proceso de paz al actuar manipulado por la rabia y por el rencor que mueven a su jefe… además de estar del lado de la caverna”.

Desecha las críticas

Hay algunos críticos que son más incisivos que Patricia Lara, como el periodista Sergio Ocampo al que le incomoda “que inventaron un presidente a la carrera porque no tenían otro y es un hombre del que no sabíamos nada hace dos años. No tiene ninguna experiencia, ha sido un consejero, consultor y asesor en la banca multilateral, llegó al Senado en una lista cerrada, sin poner un voto. No ha hecho una carrera para alcanzar esa meta, tiene una escasísimo conocimiento del Estado y representa la posibilidad de que Uribe vuelva a ocupar el poder. En lo personal intuyo que es afable, parece una buena persona y tiene buen trato a la prensa, en eso se distancian de Uribe. Pero va a tener un margen mínimo de autonomía y maniobra para gobernar a este país”.

Duque, por su parte, seguro de su preparación y de sus propósitos personales, desecha las críticas, la mayoría malintencionadas. El joven mandatario que no tendrá la posibilidad de reelegirse en el cargo, sabe que únicamente tendrá cuatro años para tratar de cumplir con sus promesas de campaña. Asegura que solo él, hombre de convicciones firmes y determinación, será el titular del Poder Ejecutivo porque Uribe tiene la misión de ayudar al gobierno desde su escaño: aprobar las leyes que proponga el Presidente. En no mucho tiempo se sabrá cuál de los dos bandos tenía la razón. Si podrá mantener el modelo económico de libre mercado, reducir los impuestos a las empresas para atraer más inversión, además de dar estabilidad jurídica a los sectores petroleros y del carbón.

Seis días antes de asumir el poder, Duque cumplirá su cuadragésimo segundo aniversario, por lo que se convertirá en el segundo presidente colombiano más joven de la historia y, como delfín de Uribe, su arribo a la Casa Nariño  —la céntrica residencia bogotana sede del Poder Ejecutivo— representa el regreso del poder de la derecha y de quienes se han opuesto a los acuerdos de paz suscritos por el gobierno de Juan Manuel Santos con la ya desmovilizada guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).

Duque ganó las elecciones en segunda vuelta al recibir el 53,95% de los votos (10,351,304 sufragios), mientras que su contrincante, Petro, exalcalde de Bogotá, logró el 41,83% de la votación (8,024,697 votos).

Tres lecciones

Tres lecciones básicas se reciben de esta elección presidencial. La primera es que los comicios dominicales transcurrieron en paz, algo que sorprende porque es la primera elección sin que la guerrilla estuviera en pie de guerra. Sin asesinatos, ni aldeas o ciudades tomadas por los guerrilleros ni por paramilitares. Además, no se incendió una sola urna ni hubo denuncia de fraude electoral.

La segunda lección es el espíritu cívico y democrático del perdedor, Petro al felicitar rápidamente, sin mayores averiguaciones ni reclamaciones, al ganador. Declaró simplemente que desempeñaría la oposición tal y como corresponde a un sistema democrático, firme ante un gobierno de derecha, pero sin poner mayores trabas al nuevo rumbo nacional.

Algo similar hizo el exjefe guerrillero Rodrigo Londoño (Timochenko), actual líder del nuevo partido político que tiene las mismas siglas de las fuerzas guerrilleras: FARC. Dijo: “Respetamos la decisión de las mayorías, porque es el momento de la grandeza y la reconciliación”. México debe poner sus barbas a remojar en estos días de intranquilidad electoral.

Tercera lección fue dada por el propio vencedor de los comicios, en su discurso de proclamación, en el que anuncia que “no pretende hacer trizas” sino “modificaciones” al acuerdo de paz con la antigua guerrilla, como lo pedían los sectores más intransigentes de su coalición y que ceñirá las reformas a algunos aspectos relacionados con el sistema de justicia transicional.

La paz, anhelo de todos

La declaración de intenciones de Duque, palabras que lo alejan, en principio, de la posición acostumbrada de Uribe, quedaron bien claras en este primer discurso después de conoce su triunfo: “Voy a entregar todas, absolutamente todas mis energías en unir a este país. Es muy importante decirles a ustedes y a toda Colombia que no hay ciudadanos vencidos. Se trata hoy más que nunca de unir a nuestro país”… Hizo un llamamiento a pasar “la página de la polarización, la pagina de los agravios, la página de las ponzoñas… No voy a gobernar con enemigos… la lucha frontal será contra la corrupción, la politiquería y el clientelismo”.

Históricamente estas tres últimas cuestiones son las que han dañado a Colombia en los pasados cien años, pronto se verá si Duque cuenta con los arrestos suficientes para vencerlos.

Y lograr su propósito: “Está de por medio la paz, porque la paz de Colombia es un anhelo de todos y (esto) implica que pasemos la página de esa fractura donde se nos quiso dividir entre  amigos y enemigos de la paz”.

Buena suerte. Vale.